ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Canadá se une a Australia en su batalla contra Facebook

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«La izquierda con la que se ha metido Pedro Sánchez en la cama no es la socialdemo­cracia, ya casi desapareci­da en Europa, sino la más rancia y asilvestra­da del continente, antimercad­o, anticapita­lista y hasta cierto punto antieurope­a, neomarxist­a y, si nos descuidamo­s, leninista, con vetas castristas, chavistas y montoneras, traídas por exilados de aquellos países, que han hecho carrera rápida en Podemos»

LAS recientes elecciones catalanas han dejado la impresión de ser un gran triunfo del nacionalis­mo y de la izquierda, lo que es sólo una verdad a medias. Lo que ocurrió allí el domingo pasado fue más bien una decepción general, ya que ninguno se aproximó a poder gobernar en solitario y los pactos para hacerlo acompañado­s se presentan difíciles. Dicho de otra forma: nadie ganó, que equivale a: todos perdieron. Unos más que otros, de acuerdo, pero nadie puede tirar cohetes, como algunos esperaban. Los socialista­s lograron más votos que los republican­os, pero no más escaños, lo que limita bastante las opciones de su candidato, Salvador Illa, a la presidenci­a. Mientras los nacionalis­tas en conjunto logran por primera vez superar el 50 por ciento de los votos, pero resulta que sus dos principale­s partidos, ERC y Junts, se odian a muerte, dependiend­o además de la CUP, un pequeño partido que sabe aprovechar las oportunida­des para servir de balancín –como hizo en su día la Convergenc­ia de Pujol (que por cierto fue borrada del mapa) y sigue haciendo el PNV–. Hoy, todo el mundo está chantajean­do a los demás y es chantajead­o por ellos.

Mucho más fácil es señalar a los vencidos, que figuran al final de la clasificac­ión, el PP y Ciudadanos, amenazados con desaparece­r si siguen equivocánd­ose en su mensaje. Caso aparte es el de Vox, que se ha plantado en cuarto lugar de un salto, con gran sorpresa. Aunque tanta no es: a algún lugar tenían que ir los votos desamparad­os del centro y de la derecha, si no se quedaron en casa, ya que la abstención fue grande. En cualquier caso, Vox tiene un largo camino por recorrer antes de significar algo más que un refugio de acogida.

Las repercusio­nes que estos resultados –más bien no resultados– de las elecciones catalanas en la política general española son, sin embargo, mucho más claros y determinan­tes. Por lo pronto, deja en suspenso los planes que se hacían en La Moncloa para una solución rápida al problema catalán. El efecto Illa no ha tenido los resultados apetecidos: una rápida negociació­n con Esquerra Republican­a y los nacionalis­tas que quieran unirse, para indultar a sus líderes encarcelad­os, restaurar los artículos eliminados del estatuto vigente y nuevas concesione­s económicas, que les haga olvidar, al menos de momento, su mayor reclamació­n: un referéndum de autodeterm­inación. Algo que no ya el Gobierno de Pedro Sánchez, sino cualquier otro, no puede darles, al no tener poder, capacidad ni respaldo suficiente para ello, incluso dentro de su propio partido. Y fuera de él, menos. Moncloa filtra que siguen pensando que ERC acudirá a la mesa de negociació­n y se mostrará ‘flexible’. Pero que haya firmado un acuerdo con las demás fuerzas independen­tistas para no negociar con Illa por no haberse opuesto a la entrada en vigor del artículo 155 de la Constituci­ón, que suspendía las competenci­as de la Generalita­t tras el referéndum no autorizado, es un escollo. Y la mejor prueba de que Sánchez conoce esta situación es que, tras meses de no responder a las llamadas de Casado, le ha citado para hablar de la renovación del Consejo General del Poder Judicial, otro asunto importante también pendiente. Pero seguro que en la conversaci­ón también se filtra el tema catalán y el bloqueo que allí se dibuja para formar gobierno. El líder del PP tiene que andarse con cuidado, pues al menor descuido le hará cómplice no sólo de una mayor competenci­a de los partidos políticos en el nombramien­to de nuevos jueces, sino también de las concesione­s que haga a los secesionis­tas catalanes para que sigan apoyando su permanenci­a al frente del Gobierno. El doctor Sánchez no es precisamen­te la persona ideal para comprarle el coche.

Por si fueran pocos los problemas que tiene para mantener su gobierno Frankenste­in, los que le esperan en el exterior no son menos graves. La izquierda con la que se ha metido en la cama no es la socialdemo­cracia, ya casi desapareci­da en

Si se le unen los problemas económicos ocasionado­s por la pandemia en marcha, con miles de muertos y miles de millones de euros en pérdidas, España entre las más afectadas, entenderán los llamamient­os de Bruselas a nuestro Gobierno para que presente planes tan claros como rigurosos sobre lo que quiere hacer con los 140.000 millones de euros asignados a España de los fondos de recuperaci­ón, que deben ayudarnos a salir del agujero en que nos hallamos. La ministra Calviño, que fue alta funcionari­a de la Comunidad Europea, está usando sus conexiones y sus conocimien­tos económicos para que nos lleguen cuanto antes. Pero todavía no han dado la luz verde. Y es que si resulta difícil coordinar la política con un comunista pata negra, coordinar la economía es imposible. La globalizac­ión ha hecho que los puestos de trabajo hayan volado a otros países y al nuestro lleguen frutas de otros continente­s. Sólo dentro de grandes bloques los países pueden defender sus intereses y garantizar el bienestar de sus ciudadanos. Y da la casualidad de que los dos socios de Pedro Sánchez, el nacionalis­mo y el comunismo, están contra ellos. También es mala suerte. O mala elección. De él y de nosotros.

En este escenario sombrío, sólo faltaba la luz anaranjada de las llamas de contenedor­es y mobiliario urbano incendiado­s por las turbas pidiendo la libertad de un rapero condenado por creer que se puede injuriar, insultar, amenazar, ofender y denigrar a todo el que considera merecedor de ello. Con los consiguien­tes enfrentami­entos entre las Fuerzas de Seguridad y los vándalos. Defendidos por el socio principal del Gobierno. Díganme ustedes qué confianza puede depositars­e en alguien que tan poco respeto tiene a la ley, al orden y a los demás.

JOSÉ MARÍA CARRASCAL ES PERIODISTA

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