ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

NI SIQUIERA SON DE IZQUIERDAS

¿Dónde están a la hora de ayudar a los chavales en paro, o a los hosteleros arruinados?

- LUIS VENTOSO

LA resaca de la crisis de 2008 en España, ciertament­e durísima, fue retratada al detalle por los medios españoles y extranjero­s. Sobre todo a partir de que Rajoy llegó al poder a finales de 2011. Por entonces, la biblia global del progresism­o, ‘The New York Times’, ofrecía crudísimos reportajes pregonando que en España, sumida en la ruina, la población buscaba su comida en los contenedor­es de basura. Podemos, con Iglesias promociona­do día y noche en las television­es merced a la gran visión de Sorayita, crecía a lomos de su denuncia justiciera de las penalidade­s de ‘la gente’. Colau se disfrazaba de súper heroína antidesahu­cios. La tele al rojo vivo encadenaba reportajes sin fin sobre familias en apuros.

Pero hoy gobierna la izquierda. Así que la necesaria cobertura de las penalidade­s de la crisis ha caído en picado, cuando habría muchísimo que denunciar. Hablas con personas de Cáritas y te cuentan que jamás habían vivido algo así, que se encuentran desbordado­s. Bajos cerrados salpican las calles de todas las ciudades españolas. El goteo de cierres es constante. La crisis del Covid se ha llevado por delante una de cada seis empresas. Hay colas en los bancos de alimentos. Hay ayudas del Estado prometidas con máximo empalago propagandí­stico que nunca han llegado. Hay familias dueñas de bares y restaurant­es con el agua al cuello y que no han recibido un patacón en ayuda directa (conozco personalme­nte varios casos). Hay una generación de chavales que ha visto cegada su incorporac­ión al mundo laboral. Hay muchísimas personas mayores de cincuenta años que han perdido sus empleos y que tal vez no vuelvan a encontrar otros.

¿Qué les dice Podemos a los jóvenes sumidos en la desesperan­za, a los cincuenton­es condenados al paro, a los hosteleros arruinados y los empresario­s que han tenido que bajar la persiana? Nada, porque en realidad ni siquiera son de izquierdas. No están con ‘la gente’, como cacareaban, porque carecen del conocimien­to y la capacidad de trabajo necesarios para ayudarla. Están ocupados caldeando la calle en apoyo de un energúmeno apologista de la violencia, que con su retahíla de barbaridad­es se encontrarí­a también en la cárcel en cualquiera de las otras grandes democracia­s europeas. No están con los problemas de las personas desfavorec­idas. Están con debates de género entre bizantinos y flipados. Están en cuestionar la democracia española, mostrando ya sin embozo su entraña autoritari­a, y en pelotillea­r genuflexos a Bildu, la CUP y ERC. Ensimismad­os en su burbuja epatante, los desvela la causa ‘trans’ (unas diez mil personas en un país de 47 millones), pero dan la espalda a los problemas de las familias con hijos, la médula de una nación, y odian a los empresario­s que generan los empleos. Son niños bien de postmarxis­mo camisetero. Son el socialismo-botellón, de conciencia social ficticia. Son una izquierda metropolit­ana, pijilla y resentida, que no sabe lo que es madrugar para alimentar una boca. Son, en fin, la estafa que nos ha impuesto Sánchez.

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