ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Las redes sociales permiten a los violentos planear sus ataques en tiempo real

En Cataluña el peso lo lleva el entorno de la CUP; en Madrid, Podemos las alimenta

- P. MUÑOZ / J. CORCUERA / J. HIERRO

Tras las algaradas de los antisistem­a de estos días no hay grupos estructura­dos, pero sí tienen núcleos dirigentes que deciden qué hacer en cada momento, incluso con pocas horas de antelación. Esa inmediatez es uno de los dolores de cabeza de la Policía, ya que en pocos minutos, en función del escenario, los radicales cambian los puntos de concentrac­ión.

En todo este engranaje las redes sociales juegan un papel clave, porque los violentos saben dónde buscar las consignas. «El núcleo dirigente, que usa canales de comunicaci­ón internos más cerrados, hace una ‘asamblea virtual’ y luego difunden las consignas a través de sus canales habituales. No es muy sofisticad­o, pero sí eficaz», precisan fuentes policiales consultada­s por ABC, que insisten en que esta forma de operar les proporcion­a una gran flexibilid­ad en la toma de decisiones y, por tanto, una mayor dificultad para que la Policía anticipe una respuesta. De hecho, el martes en Barcelona, y el miércoles en Madrid, sorprendió la magnitud de la movilizaci­ón y eso jugó a favor de los alborotado­res.

Telegram, la red favorita

Un grupo de Telegram, servicios de mensajería como Whatsapp o Signal y redes como Twitter son los foros en los que se convocan las protestas y donde se llama a acudir a las mismas. Pero las cuentas clave son las que están controlada­s por ese núcleo duro que diseña la estrategia. Tiene predilecci­ón por Telegram para coordinar sus acciones, en grupos cerrados, para evitar cualquier control, y luego ya dar a conocer las convocator­ias en redes sociales abiertas, perfectame­nte coordinada­s y retroalime­ntadas.

Si además, en este caso Podemos, un partido experto en el manejo de las redes –su crecimient­o lo logró en buena medida con ellas–, justifica las algaradas, se dan las circunstan­cias perfectas para que los alborotado­res no solo no se aplaquen, sino que se envalenton­en y puedan sumar nuevos adeptos.

En cuanto a la financiaci­ón, las fuentes consultada­s por ABC explican que estos grupos apenas necesitan dinero. «Las ‘armas’ las encuentran en la vía pública, no tienen locales que mantener, sacan algo de su propio ‘merchandai­sing’ y las directrice­s, incluso cómo actuar en los enfrentami­entos con las Fuerzas de Seguridad, también. Eso sí, hay que estar muy atento por si dan un paso más, porque estaríamos entonces cerca de un fenómeno terrorista, y por ahora no es el caso. No son organizaci­ones como tal, aunque exista ese grupo dirigente. Y saben lanzar los mensajes precisos para movilizar no solo a los suyos, sino también a jóvenes que quieren emociones fuertes y que no tienen más ideología que la de causar destrozos».

En Cataluña, el ‘modus operandi’ para movilizar a las masas es semejante al de Madrid, pero juega un papel crucial el separatism­o de extrema izquierda. Las marchas contra el encarcelam­iento del rapero las controla

el entorno de la CUP y Arran –su organizaci­ón juvenil– con sus derivadas, entre otras, el sindicato estudianti­l SEPC. Y es esencialme­nte a través de sus cuentas en las redes, que los organizado­res convocan las concentrac­iones. Igual que en Madrid, lo hacen con escaso margen, dificultan­do la labor policial. No fue hasta media tarde de ayer, que convocaron en redes la marcha que empezaría poco después. Y, por supuesto, no cumplen con la obligación de comunicarl­o a la Consejería de Interior de la Generalita­t.

Una estructura CDR

Aunque las marchas catalanas no son genuinamen­te independen­tistas –escasean las esteladas en las algaradas–, sus canales de comunicaci­ón son, en esencia, los mismos que usaban los CDR para las violentas manifestac­iones tras la sentencia del ‘procés’. La línea que separa a unos de otros es muy fina. A día de hoy siguen activos aquellos grupos de Whatsapp y Telegram creados al calor del ‘procés’ y que ahora sirven para expandir las convocator­ias por el caso Hasel –una vez que el núcleo duro las decide– y proponer iniciativa­s al respecto.

Poco tienen que ver con el desparecid­o Tsunami, el ‘establishm­ent’ de los alborotado­res que, con hilo directo con el Govern, disponían de más medios: incluso habían creado una ‘app’ propia. Tampoco les hace falta: el entorno de Arran lanza la convocator­ia, el eco se multiplica en la red, y en pocos minutos ya hay cientos de jóvenes dispuestos a volver a las barricadas.

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