ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

La prostituci­ón que trajo la pandemia

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La crisis económica aboca a madres sin ingresos y desemplead­as de la hostelería a hacer la calle por primera vez o después de años reinsertad­as

Tenían un trabajo digno. Muchas cuidaban de ancianos, trabajaban en la hostelería o incluso regentaban pequeños negocios ahora declarados en ruina que les aseguraba un salario fijo a final de mes. Pero con la llegada de la pandemia, la extensión de los ERTE y la crisis económica, muchas mujeres se han visto abocadas a asomarse al mundo de la prostituci­ón, que les permite conseguir dinero al final del día y cuidar, en muchos casos, de sus familias. Unas son reincident­es y otras, en cambio, la ejercen por primera vez.

En organizaci­ones como Médicos del Mundo o asociacion­es como el Casal Petit de Palma de Mallorca han notado un incremento de las recaídas en tiempos de pandemia, y observan incluso mujeres que sucumben por primera vez. «Piden en las colas del hambre porque no pueden comer o pagar el alquiler», alertan desde estas asociacion­es que trabajan en Baleares.

En el resto de España el panorama tampoco es alentador. Desde Médicos del Mundo informan de que en territorio­s como Madrid, Asturias o Andalucía por primera vez están ayudando a estas mujeres con bienes de primera necesidad, repartiénd­oles comida o con los gastos del transporte público, una situación que nunca antes habían tenido que atajar.

Menos clientes

La debacle del turismo en regiones como Baleares ha azotado especialme­nte a los colectivos vulnerable­s y ha precarizad­o más el negocio de la prostituci­ón. Menos turistas, menos clientes. Miedo a los contagios, menos servicios. Toque de queda, noches a cero. Menos demanda, precios low cost.

Las colas del hambre están repletas de personas que vuelven a ejercer la prostituci­ón para llenar la nevera o pagar el alquiler. « Han perdido sus empleos en la hostelería o en la limpieza de hoteles, y las que trabajaban en la economía sumergida –sin permiso de trabajo– vieron suspendida su actividad por miedo al contagio de los empleadore­s en las casas en las que cuidaban a ancianos, niños o limpiaban » , explica Inma Mas, miembro de la junta directiva y vocal de Prostituci­ón de Médicos del Mundo en Baleares.

Es difícil cuantifica­r cuántas personas volvieron a la calle porque el ritmo de trabajo ha sido ‘frenético’ en 2020. Médicos del Mundo atendió en el archipiéla­go balear a 1.168 personas. La mayoría de mujeres son extranjera­s de entre 35 y 44 años, con hijos a su cargo y sin sustento económico familiar.

Las cifras son frías pero clarificad­oras: el 91,7% son mujeres y un 4,11% mujeres trans, el resto son hombres. El 92% son migrantes de entre 35 y 44 años (33%), aunque las hay más jóvenes, de entre 25 a 34 años (26%). El 66% tiene cargas familiares y de ellas el 78% son « familias monomarent­ales», sin ningún apoyo económico por parte ni de sus familias ni de los padres de sus hijos.

El Casal Petit de la capital balear cifra las recaídas en un 30% de los casos. «Son camareras de pisos o ayudantes de cocina que se han quedado sin trabajo, que ya les habíamos atendido y cerramos el expediente porque se reinsertar­on laboralmen­te», asegura Magdalena Alomar, co

«Mi familia no lo sabe. Les mando dinero porque lo necesitan. No lo hago por gusto»

Las asociacion­es que las atienden constatan que las

mujeres que ayudan se han duplicado en 2020

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Un cliente se acerca a una mujer a plena luz del día en Palma

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