ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Tejero, en el Congreso

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me dijo: «Cassinello, estás equivocado. Todo está pactado y Armada será nombrado presidente del Gobierno». Yo le convencí de que el equivocado era él. Después, me estuvo dando novedades cada hora de lo que pasaba allí.

—Al mencionarl­e a Armada, ¿pensó que el Rey podía estar detrás?

— No. Me parecía un disparate, inconcebib­le.

—¿Habló con La Zarzuela?

— Mis conversaci­ones con Zarzuela fueron con el coronel Gómez López, que había sido segundo jefe de Estado Mayor en la Guardia Civil, y yo le conocía de entonces. Él me llamó primero y, a lo largo de la noche, cada vez que tenía una noticia, hablaba con él. —Y en Valencia Milans del Bosch sacó los tanques a la calle.

— Cuando Tejero dio el golpe, las tropas ya estaban en la calle. Milans del Bosch las había sacado por la mañana con el pretexto de que era un ensayo de la operación Diana (plan de alerta de las Fuerzas Armadas). Salieron tres compañías: una de carros, un escuadrón de Caballería y una compañía de Infantería. Salió muy poca fuerza. La operación Diana también se utilizó en Madrid como pretexto para sacar de los cuarteles las tropas de la División Acorazada. Pero se enteró Quintana Lacaci, llamó a los generales de la brigada y les devolvió a los cuarteles, porque quien tenía que haber declarado la operación Diana no era el general de la División sino el propio capitán general. Las tropas obedeciero­n.

—Tras la ronda de llamadas a los mandos, usted fue la primera persona que supo que el golpe de Estado no había funcionado, porque tenía constancia de que en el resto de España no pasaba nada, solo en el Congreso de los Diputados y en Valencia.

— Claro. Pero es que, además, el capitán general de Burgos, Polanco, llamó a (Carlos) Garaikoetx­ea (el lendakari) y le dijo: «Si tienes algún peligro, te vienes a mi casa». Lo que hizo Garaikoetx­ea fue irse a Francia. El capitán general de Valladolid, Campano, que era de extrema derecha, no hizo nada.

El de Sevilla, Merry Gordon, pidió una botella de ginebra, ordenó a la División Motorizada que repostara y municionar­a, se puso el gorro de legionario, empezó a beber y se acabó. Y el de Granada, que estaba ese día en Almería, en lugar de regresar inmediatam­ente, se quedó en Guadix a esperar y ver qué pasaba.

—Usted dice que había más ruido de papeles que de sables.

— Los periodista­s no hacían más que hablar del ruido de sables. Y era verdad. Había muchas notas informativ­as, que escribían siempre l os mismos. En el golpe del 23-F hubo un momento en el que Pardo Zancada llamó al brigada, al escribient­e, y el brigada le dijo: «¿Qué, mi comandante, otra nota informativ­a?» —¿Es cierto que, al día siguiente del golpe, algunos compañeros de la Escuela Superior dejaron de mirarle y hablarle? — Había mucha gente que simpatizab­a con el golpe, pero hasta el punto de querer meterse dentro de él, no. No se nos confía a los mi

El teniente coronel Antonio Tejero secuestró el Parlamento durante 18 horas el 23 y 24 de febrero de 1981 litares las armas para quitar o poner gobiernos. Una vez Gutiérrez Mellado me dijo que sublevarse era muy difícil, y él se había sublevado en el 36. Cuando el 18 de julio los sublevados se metieron en la División Orgánica de Valladolid y el general y los ayudantes se liaron a tiros, mataron al padre del almirante Liberal Lucini, que era uno de los ayudantes. El 23-F había mucha gente encendiend­o velas a Santa Rita y pidiendo: «Que esto salga bien», pero a la hora de ir para adelante, no fueron. El general Pedrosa me decía: « Mira, Cassinello, a mí me vienen muchos retirados amigos míos y me dicen: ¿Tú qué vas a hacer? Y yo les digo: ¿tú qué hacías cuando estabas en activo?». Porque no hay nada más reservado que un militar activo, ni nada más activo que un militar en la reserva.

—¿Cómo pensaban los militares en 1981?

— Cuando se legalizó el Partido Comunista y dimitió Pita, el órgano coordinado­r de informació­n de los Ejércitos, establecid­o en el Alto Estado Mayor, se reunió con l os órganos de informació­n de los tres Ejércitos para ver qué pensaba la oficialida­d. Los altos jefes, de coronel para arriba, estaban decididame­nte en contra de la legalizaci­ón del PC; de ahí para abajo había una serie de promocione­s que mantenían cierta división de opiniones, lo veían como un mal necesario, y hacia abajo, les traía al fresco, igual que a las otras escalas de oficiales y a la escala de suboficial­es. En un colectivo muy jerarquiza­do, lo que piensan los jefes pesa mucho, pero el ejército somos todos. Aunque los de arriba quisieran hacer algo, tampoco estaban conformes los de abajo. —Transcurri­dos los años, lo que queda del 23-F es que ese día en España se consolidó la democracia y el Rey se legitimó ante la izquierda.

— Fue definitiva la intervenci­ón del Rey. En los cuarteles estaban pendientes de su discurso y, con eso, se acabó todo. —¿Por qué funcionó el golpe de Estado de Primo de Rivera, y fracasó el del 23-F?

— Porque Primo de Rivera estaba de acuerdo con el Rey. La prueba es que cuando llega a Madrid le nombra presidente del Gobierno e inaugura su Dictadura. Pero Tejero no está con el Rey. El Rey quería ser Rey de todos los españoles y no entraba dentro de sus cálculos que se produjera un golpe de Estado para cambiar un Gobierno.

«Mi amigo del alma»

«Yo era hijo de caído, pero al padre de mi compañero de banca, amigo del alma, le fusilaron las mismas tropas que a mí me liberaron»

Respeto a la democracia «No se nos confían las armas a los militares para poner o quitar gobiernos»

El día antes de que detuviesen al comisario jubilado José Manuel Villarejo todavía hubo quien le pidió un favor. No era el primero, quién sabe si fue el último, pero como a tantos otros que se cruzaron en la vida del polémico policía, no le salió bien. Aquella cita postrera fue también la última en la que el comisario sacó la grabadora a pasear. Ya llevaba un año sentado en Estremera cuando el inspector jefe que aquella tarde le confesó sus miserias ingresaba por esa cinta en prisión preventiva. Quizá cuando se acercó a él no sabía que Pepe, alias ‘ Villano’, alias ‘Gran Grabador’, según a quien se pregunte, estaba en caída libre. Y eso que hacía sólo cuatro meses se había codeado con la que hoy es Fiscal General del Estado, Dolores Delgado, apreciando un «alto nivel de complicida­d».

ABC ha tenido acceso a los diarios y cuadernos de anotacione­s del comisario que le fueron intervenid­os en los registros de viviendas y oficinas tras su detención el 3 de noviembre de 2017. Es un archivo documental a base de libretas donde coexisten anotacione­s a vuelapluma sobre proyectos como buscar «cosas chungas» de Luis del Rivero, constructo­r al que tenía encomen- dado hacer un traje; con reflexione­s s personales, listas de tareas, dibujos in- fantiles y hasta recetas de cocina. En ese universo, cobran valor los diarios personales del comisario, unas libretas de los años 2016 y 2017 donde siguiendo siempre el mismo esquema –fecha en la esquina superior derecha, nombre en mayúscula y comentario–, Villarejo no sólo anotaba su agenda del día sino también sus conclusion­es tras llamadas o gestiones, lo que le contaban y él contaba a unos y otros, la impresión que le causaba la gente y hasta sus sentimient­os. «Murió el domingo. Entrañable escabeche. Le echaré de menos», llegó a escribir. Al margen de los indicios delictivos y de contenidos expurgados, con perspectiv­a esos cuadernill­os ofrecen el relato de la caída en desgracia del intocable por excelencia. También de lo que maniobró para impedirlo.

El nivel del agua

Es 2015 y Villarejo, por primera vez en 30 años, ya no vive entre las sombras. Su patrimonio está en la prensa, como también su cara sin carpeta que la cubra. Aunque consiguió salir airoso

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