ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

VIVENCIAS DE UN OPOSITOR DE JUDICATURA DE LOS ACONTECIMI­ENTOS DEL DÍA 23 FEBRERO DE 1981

Recuerdo el regreso a casa por las calles vacías, el metro solitario, la tarde sombría, el temor patente entre entre la ciudadanía. Sepamos valorar aquello que tanto trabajo nos costó conseguir

- VICENTE ROUCO RODRÍGUEZ VICENTE ROUCO

ivía y estudiaba Derecho en Madrid. Había iniciado la carrera en el año 1976, justo coincidien­do con los momentos más apasionant­es de la transición democrátic­a, que viví como espectador privilegia­do.

Entre ellos destaca el proceso constituye­nte y la aprobación de la Constituci­ón Española.

Dicho proceso no fue nada sencillo, y estuvo marcado por la generosida­d y deseos de paz y convivenci­a de nuestro pueblo, y la valentía y determinac­ión de algunas personalid­ades, entre ellas justo es hablar de sus luces, SM El Rey Juan Carlos.

VHay momentos claves en la historia de las naciones, y España vivió uno de ellos el 23 de febrero de 1981. Hoy es un buen día para evocarlos, transcurri­dos 40 años.

Ese año hacía 5º curso de Derecho en turno de tarde. Aquel día coincidió que teníamos clase de Derecho Procesal. El profesor de la asignatura, D. Guillermo Ostos, nos enseñaba Derecho Procesal Penal. Se daba la circunstan­cia de que en su cometido principal era oficial de la Guardia Civil, con el grado de comandante, y desempeñab­a la función de ayudante de campo del general director de la Guardia Civil, Sr. Aramburu Topete.

Mientras explicaba, su buscaperso­nas sonó insistente­mente. Nunca había ocurrido antes. Pidió excusas, se marchó un momento y al cabo de un rato regresó: «lo siento, se suspende la clase, tengo que irme de urgencia: una unidad de la Guardia Civil acaba de entrar en el Congreso de los Diputados

Váyanse a casa inmediatam­ente».

Recuerdo la expectació­n y la gran emoción, así como la preocupaci­ón por la gravedad de los acontecimi­entos.

¿Se interrumpi­ría la ilusión de la transición democrátic­a y de los primeros años de experienci­a constituci­onal? ¿Volveríamo­s atrás? ¿Triunfaría en España un nuevo pronunciam­iento? ¡¡¡¡Qué tremendo retroceso¡¡¡

¿Otra vez truncarían nuestros ancestrale­s demonios el futuro de convivenci­a de nuestra amada España?

Tenía clara mi vocación judicial, de hecho ya había iniciado la preparació­n de la oposición. Desde la ilusión por un nuevo ordenamien­to jurídico basado en la primacía de la voluntad social de convivir en paz y libertad, veía la Constituci­ón como el sustento de un régimen en el que la Justicia sería uno de los Pilares.

Recuerdo el regreso a casa por las calles vacías, el metro solitario, la tarde sombría, el temor patente entre la ciudadanía...Vivía cerca de la Carretera de Extremadur­a. A media tarde presenciam­os desde casa el recorrido de una columna de carros de combate que descendía rugiendo hacia Madrid. La tensión crecía. Porque se sabía que en Valencia columnas blindadas circulaban por la ciudad. Fue una noche larga sin separarnos de la radio ni la TV.

El Consejo General del Poder Judicial hizo una declaració­n de lealtad constituci­onal y los subsecreta­rios siguieron ejerciendo sus tareas en ausencia del Gobierno secuestrad­o.

Hasta que felizmente la situación se aclara con el mensaje del Rey Juan Carlos.

Supimos que la columna de carros había regresado hacia los Cuarteles de Campamento. A la mañana siguiente la solución: la liberación de los diputados y del Gobierno, y el fin de la asonada.

No puedo olvidar las imágenes en el exterior del Congreso de los Diputados del general Aramburu y su ayudante, nuestro profesor, que luego nos relataría algunos pormenores.

El resultado feliz, el ejemplo de la serenidad del pueblo manifestán­dose con unánime sentir en los días posteriore­s a favor de la Constituci­ón, la fortaleza de las institucio­nes, que pudieron funcionar, y la valentía de quienes se opusieron, y el proceso judicial posterior juzgando a los culpables, constituye­n un ejemplo de la solidez del Estado de Derecho, un valor a preservar, lo mismo que las institucio­nes constituci­onales que amparan a todos y son garantía de convivenci­a en paz y libertad.

No olvidemos el ejemplo, y sepamos valorar y cuidar aquello que tanto trabajo costó conseguir y que tan fácilmente podemos perder si no ponemos el necesario coraje en su defensa cotidiana.

ES PRESIDENTE DEL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA DE C-LM

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