ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
El futuro es cosa de otro siglo
Como el que da el parte meteorológico en vísperas de un puente, Eulália Reguan anuncia para Cataluña un «ciclo de acumulación de fuerzas y de confrontación democrática». No escampa en una comunidad en la que la CUP, con el apoyo de sus bases, vuelve a decidir y a echar por tierra la esperanza en un cambio hacia la racionalidad y el pragmatismo. Los radicales condicionan y asilvestran la política regional, y es el ‘efecto CUP’ y no el de Salvador Illa el que propicia la carambola y determina el golpe. A falta de que la franquicia de Puigdemont se pronuncie, la CUP apoya la investidura de Aragonès, al que da dos años para que arregle por las buenas el tema de la independencia. No tienen prisa. Vienen de otro siglo.
Dolores, Penas, Amargura, Sacrificio, Buena Muerte, Expiración… Cualquier advocación de cuantas procesionan en España sirve para explicar el viacrucis que afronta la industria cofrade, un sector que ha perdido este año el 75 por ciento de su facturación y que sigue de brazos cruzados por la pandemia. La suspensión de las procesiones de Semana Santa no afecta sólo al turismo y a la economía del ocio. También es como la lanza de Longinos para los gremios artesanales que trabajan para conservar y ampliar el patrimonio de las hermandades. Si no fuera por las cofradías, muchos oficios con varios siglos de vida se habrían perdido. Los talleres de orfebrería y bordados, las cererías, los imagineros o las tiendas de túnicas y accesorios de nazareno dan trabajo a más de cinco mil familias en todo el país que ahora están pendientes de ayudas directas que les permitan no sólo sobrevivir, sino salvaguardar una tradición que sostiene artísticamente a la Semana Santa para que siga siendo un polo de atracción
Bordadores
El bordador José Antonio Grande de León, trabajando
sobre una insignia de la Hermandad de la Macarena de Sevilla. Las cofradías han parado sus contrataciones
para destinar sus fondos a la obra social y la caridad tanto de religiosidad popular como cultural.
Plateros, profesionales de la madera, floristas y bandas de música claman por un cirineo que les ayude a llevar esta cruz. En Sevilla, una de las capitales del universo cofrade, hay incluso un polígono industrial dedicado en exclusiva a este sector. Se llama Parque Arte Sacro. Lleva meses en silencio, como una cofradía de ruan, con muchos portones cerrados y algunos locales anunciando ya su porvenir: ‘Se alquila’. Lo habitual en este lugar hace sólo dos años era, incluso en el verano, envolverse en una amalgama de marchas rompiendo las ventanas de los talleres y nubes de incienso en cada puerta. Ahora está todo quieto. Como un cristo sobre su paso. No hay trabajo. Sólo les queda rezar.
Ante la incertidumbre de la pandemia, las hermandades de toda España que hacían encargos a estos talleres han paralizado sus contratos. El poco dinero que entra es para la acción social. La caridad se lo lleva todo ahora. En eso se centra la estación de penitencia diaria de las cofradías: en pagar la luz de las familias de la collación que se han quedado en el paro, en enviar el cesto de comida caliente discretamente a una casa que lleva meses con la alacena vacía, en donar a una joven musulmana una cuna para el bebé que acaba de dar a luz… Todas cumplen la letanía de San Mateo: «Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público».
El hermano mayor de la Macarena, José Antonio Fernández Cabrero, un cofrade de San Felices de Buelna, en Cantabria, lo explica siguiendo la ley