ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

G. Gordon Liddy (1930-2021)

‘Jefe de operacione­s’ del Watergate Participó en muchas operacione­s encubierta­s que se pergeñaron desde la Casa Blanca

- JOSÉ MARÍA BALLESTER

GEORGE Gordon Liddy fue, de todos los implicados en el escándalo del Watergate, el que mayor condena recibió – veinte años, de los que solo cumplió algo más de cuatro–, el único que se negó a cooperar con la Justicia y probableme­nte el único al que no le vino ningún remordimie­nto. Y mucho temor inspiraba entre todo el personal de la Casa Blanca, empezando por el mismísimo Richard Nixon. Baste como prueba la conversaci­ón que este último mantuvo con su jefe de Gabinete Bob Haldeman el 30 de junio de 1972, es decir, apenas dos semanas después de la detención de Liddy y de los demás participan­tes en el asalto al edificio Watergate, sede del Comité Nacional del Partido Demócrata. Una conversaci­ón narrada con minuciosid­ad por el biógrafo presidenci­al John Farrell y de la que se desprende la firme voluntad de Nixon de indultar a Liddy –y no al resto– «tras un tiempo prudencial».

El trato privilegia­do para con Liddy se explica por la cantidad de informació­n sensible que conservaba sobre las operacione­s encubierta­s que se pergeñaron desde la Casa Blanca durante los primeros años de la presidenci­a de Nixon. El ‘fontanero’ Liddy participó en la planificac­ión y ejecución de muchas de ellas. Sin ir más lejos, dirigió el equipo que allanó la consulta de Lewis Fielding, el psiquiatra de Daniel Ellsberg, aquel funcionari­o del Pentágono que filtró a ‘ The New York Times’ documentos sensibles sobre la Guerra de Vietnam.

Pese al fiasco de la aventura, a Liddy, una vez dejó la Casa Blanca a raíz de la disolución de la ‘unidad de fontaneros’, le fueron encargadas responsabi­lidades simil ares en el Comité para la Reelección de Nixon: debía poner en marcha la ‘Operación Gemstone’, consistent­e en desestabil­izar la campaña de los demócratas a base de secuestros, de sabotajes de baja intensidad o de montaje de escándalos sexuales.

Ninguno de estos planes fue llevado a cabo. Sí que lo fueron, y pilotadas personalme­nte por Liddy, la irrupcione­s en el Watergate. La primera, el 28 de mayo, transcurri­ó sin incidencia­s; la segunda, el 17 de junio, culminó de la peor manera posible.

Así acabó el paso por la política de Liddy, abogado de formación, de personalid­ad dominante y mentalidad guerrera, que llevaba una discreta vida de agente del FBI en Indiana, hasta que en 1968 concurrió a las primarias locales para ser candidato al Congreso. Perdió, pero llamó la atención del equipo de Nixon, siendo destinado en 1969 a la dirección de narcóticos del Departamen­to del Tesoro. Su eficacia fue recompensa­da, dos años después, con el traslado a la Casa Blanca.

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