ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
LOS CUATRO PARTIDOS
AÁLVARO DELGADO GAL
ntonio Caño, exdirector de ‘El País’, ha publicado hace poco un artículo en el que pasea la mirada por el ruedo nacional y ve solo calamidades, económicas y políticas. Creo que muchos españoles sienten lo mismo que Antonio Caño. Los partidos parecen empeñados en matarse unos a otros, dentro de un proceso de autofagia del sistema parecido al que dio al traste con las democracias entre las dos guerras mundiales. Pero los desastres ofrecen matices, que siempre resulta interesante examinar. No todos los partidos están fracasando de la misma manera. Algunos lo están haciendo conforme a su definición, y otros, a despecho de ella. La diferencia es significativa, con independencia de cuál sea la opinión que cada uno intrínsecamente nos merezca.
Empiezo por Unidas Podemos. ¿Representa una desgracia para nuestra democracia? Sí. Hay que añadir, sin embargo, que Unidas Podemos está haciendo lo que exactamente cabía esperar de él. Pablo Iglesias no ha dicho nunca que creyera en la división de poderes, en la existencia de órganos constitucionales de control o en el Estado español. Sus excesos, por tanto, equivalen a la conclusión de un silogismo: son lo que se deduce de un conjunto de ideas perfectamente conocidas. La gran pregunta, en el caso de Podemos, no se refiere al partido en sí, sino al hecho de que muchos lo votaran sin saber lo que hacían. Y es que aquí no han fallado… solo los partidos.
¿Y Vox? Vox no está con la Constitución, y en esto, tampoco está engañando a nadie. Es necesario, no obstante, seguir precisando. Vox quiere finiquitar la Constitución desde dentro, esto es, por procedimientos constitucionales, cosa que no está clara en absoluto en el caso de Podemos, mucho más ceñido a Lenin que Vox a Mussolini. Cuando se dice que Vox representa a la extrema derecha, se está
Pedro Sánchez incurriendo en una obviedad y al tiempo en un error. En una obviedad, porque a su derecha no existe ningún otro partido de relieve. En un error porque, al revés de lo que suele darse a entender, Vox no es una réplica invertida de Podemos. Podemos es revolucionario; Vox, de momento al menos, no.
El PSOE y el Partido Popular, dos partidos encajados teóricamente en el sistema, plantean una cuestión por entero distinta. Sobre el papel, y dadas las circunstancias penosas que atraviesa el país, deberían haberse puesto de acuerdo para sacar a este del atolladero. Desafortunadamente, emplean todas sus energías en arremeter el uno contra el otro. Esto dicho, conviene seguir con los distingos. Por mucho que Casado no esté a la altura del papel que debería desempeñar, es de rigor reconocer que, responsabilidad por responsabilidad, es mayor la de Sánchez. Sánchez se coló en el poder gracias a un golpe parlamentario que no habría sido hacedero sin el apoyo de partidos inasumibles. Arrastrado por la inercia, convirtió a uno en socio de gobierno y a los restantes en sus asociados en el Congreso. Desde estas premisas, no le ha sido posible abrazar una política moderada o conciliadora: tan poco posible como despegar y aterrizar a la vez.
En resumen: reprochar a Casado una voluntad insuficiente de avenimiento con Sánchez suena bien, pero no va a ningún sitio. El reproche es retórico, por cuanto el avenimiento está excluido de raíz. Lo que sí cabe imputar a Casado es la ausencia de un programa. Si lo tuviera, estaría en situación de hacer dos cosas que ahora no hace: oponerse sin aullar y esbozar una estructura que más adelante pudiera servir al PSOE, preferiblemente sin Sánchez, para cambiar sus alianzas y ponerse a hablar. ¿Por qué no es Casado más constructivo? La razón es simple: no se l e ocurre nada. Para ser justos, no se le ocurre nada a nadie. Este bloqueo de la inteligencia es lo que revela de modo más dramático el agotamiento del sistema.
Inasumibles Sánchez se coló en el poder gracias a
un golpe parlamentario con el apoyo de partidos
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