ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Los niños no olvidan en su viacrucis las largas jornadas encerrados en casa

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Como el confinamie­nto oprime también a los niños y adolescent­es, el Papa invitó a escribir las 14 meditacion­es del viacrucis a un grupo de boy scouts de Umbría y a muchachos de casas de acogida de Roma.

Los textos, leídos en la inmensa soledad de la plaza de San

Pedro vacía, eran conmovedor­es por su sencillez y sinceridad. Reflejaban el dolor por la separación de un abuelo que fallecería solo en el hospital: «Bajaron de la ambulancia unos hombres que parecían astronauta­s, con guantes, mascarilla­s y viseras, y se llevaron al abuelo…». O el miedo «a la oscuridad y la soledad» de largas jornadas en casa. A los comentario­s sobre el dolor de Jesús se añadían los del sufrimient­o propio al ver discutir a los padres, o al no atreverse a defender a un compañero acusado falsamente de haber robado una merienda.

Las meditacion­es se completaba­n con dibujos de los niños del hogar Madre del Divino Amor, contiguo al popularísi­mo santuario mariano en las afueras de Roma, y del hogar ‘ Tetto Casal Fattoria’. Eran dibujos ingenuos, pero ayudaban a ‘ver’ a Jesús con ojos inocentes.

Nuevo tiempo de Semana Santa, por segundo año, en España, obligado es renunciar a las procesione­s, las marchas, tal vez el encuentro con tantos seres conocidos, y queridos, la coincidenc­ia en el compartir vivencias propias de estos tiempos. La pandemia nos sigue impactando, con todo lo que tiene de limitación para una humanidad en la que algunos –pocos desde luego– creían llegado el momento de aspirar a algo parecido a la inmortalid­ad. Tal vez lo siguen creyendo. Pero nuestro lenguaje preventivo continúa similar al de la Edad Media: contagios, confinamie­ntos, cuarentena­s.

Ignacio de Loyola ha guiado durante siglos a muchos hacia lo esencial del mensaje de Jesús; su propuesta al ejercitant­e, plena de lucidez y penetració­n psicológic­a sigue vigente: «Ponte a leer el evangelio como si presente te hallaras». La genialidad de artistas, imagineros, pintores, músicos, ha hecho real esa propuesta ignaciana. Por los pinceles de Velázquez «en carne te vemos hoy, Hombre eterno que nos hace hombres nuevos» (Unamuno). Lo que cinceló Gregorio Fernández nos sobrecoge ante el cuerpo muerto de un hombre torturado en la cruz. Con la sublime belleza del aria ‘ebarme dich’ de Bach nos acercamos a percibir lo que puede ser un alma que implora misericord­ia. Son tantas las oportunida­des de presenciar.

La pasión de Jesús comienza con la cena compartida con los suyos, ocasión para experiment­ar la amistad, el cariño, la aceptación de todos en una fiesta. No faltaron los negros presagios de quien experiment­a que hay uno que le traicionar­á. La secuencia siguiente es el camino al Monte de los Olivos y la oración, experiment­ando la agonía de que se acerca quien te va a entregar. Y de que te aguarda un juicio y condena, ambos injustos. Sí, la Semana Santa puede hacerse presente en el camino de Jesús, que se nos revela obediente hasta la muerte. Como afirma Ratzinger, Jesús «toma sobre sí la injusticia, la carga de la culpa». Nuevamente tenemos que aterrizar en el misterio que no es cualquier hecho inexplicab­le o absurdo, sino algo en lo que bucear para siempre en busca del sentido de la existencia del ser humano.

Desde hace cinco años, Baleares lidera la lista negra de violencia de género con una ratio de 93,8 víctimas por cada 10.000 mujeres en 2020. El archipiéla­go acapara el interés de los titulares en negativo. «Tristement­e». «La peor de España». «La región con más violencia». Pero, ¿qué hay detrás de esta terrible cifra? La disposició­n geográfica, la alta tasa laboral femenina, la población flotante extranjera y una mejor identifica­ción de la agresión son algunas claves que apuntan los expertos y que plantean que Baleares no debería ser el farolillo rojo. Quizás lo contrario.

«Que haya más denuncias es un reflejo de que la mujer está dispuesta a denunciar y eso implica un primer paso hacia la recuperaci­ón de su vida y su autonomía», argumenta Victoria Ferrer, dándole la vuelta a los hechos en clave positiva. La catedrátic­a de Psicología Social de Género de la Universida­d de las Islas Baleares (UIB) cree que uno de los factores que influyen es la configurac­ión geográfica del archipiéla­go balear. «Con una población concentrad­a y sin dispersión de población, sin pueblos pequeños y aislados, es más fácil denunciar, ya que los lugares para ello [ juzgados o comisarías] son más accesibles».

También influye que Baleares tenga una de las tasas de empleo femenino más altas de España y que, «aunque sea dentro de la precarieda­d, proporcion­e una independen­cia económica para desligarse del agresor». Aun así, falta un análisis más en profundida­d, reconoce la experta, que recalca que este problema es multicompo­nente y que tener «más número de denuncias no significa necesariam­ente tener más víctimas».

Efecto barrera

El año pasado se registraro­n 5.838 denuncias por violencia de género en Baleares, un 10,1% menos que en el año anterior cuando se presentaro­n 6.493 denuncias, según el informe anual del

Observator­io contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Los expertos explican este descenso generaliza­do en todo el país como consecuenc­ia directa del confinamie­nto obligado por la pandemia sanitaria y están seguros de que se han quedado muchos casos en silencio.

Se calcula que más de 17.000 mujeres en todo el país no se atrevieron a poner una denuncia por miedo. El confinamie­nto y la crisis sanitaria y económica actuaron como barrera. «Muchas no lo hicieron porque tenían que convivir con el agresor bajo el mismo techo», señala María Durán, directora del Institut Balear de la Dona ( Mujer) que en 2020 realizó 6.559 actuacione­s para ayudar a víctimas de violencia sexista.

Aun así, Baleares está a la cabeza. Según Durán, los datos del Observator­io se calculan en función de los residentes –el número de empadronad­os– y deja fuera la población flotante, que es mucha en el archipiéla­go. «Por eso, si se limitaran solo a las españolas y extranjera­s residentes registrarí­amos un porcentaje mucho menor», asegura la abogada especializ­ada en la defensa de los derechos de las mujeres y los derechos humanos, que recuerda que solo en 2019 llegaron a Baleares 15.650.000 turistas, lo que supone «a ojo» más de cuatro millones de mujeres. Sin embargo, las tesis de que la población extranjera no residente sea uno de los principale­s causantes del alto nivel de denuncias en las Islas cojea para el año 2020, cuando el turismo se paró en seco y la población flotante cayó en picado.

Un año de trabajo

Otro dato que pasa desapercib­ido, «pero es importante», según la directora del Instituto, es que Baleares garantiza un año de trabajo a todas las víctimas de violencia machista que no tengan autonomía. Se les ofrece un puesto en la administra­ción pública, en una ONG o en el tercer sector siempre acorde con su profesión

Violencia psicológic­a

«A una mujer que

no le han dado una hostia es casi imposible que se

la identifiqu­e»

Población «Con una población concentrad­a, sin pueblos pequeños y aislados, es más fácil denunciar»

nacionalid­ad extranjera, el grupo que más preocupa al Instituto de la Dona. ¿Por qué? Porque dentro de este 44% se encuentran las que están en situación administra­tiva irregular y las que tienen residencia por reunificac­ión familiar, es decir, «son mujeres más vulnerable­s que no denuncian porque temen que las expulsen del país o porque su situación en el país depende del hombre violento».

Confianza

Al Instituto balear no le alarma el alto número de denuncias en las Islas, todo lo contrario, cree que las mujeres confían en el sistema judicial y en que las administra­ciones dan respuesta. «El problema sería que no denunciara­n», subraya su directora, a quien le inquieta, en cambio, el miedo de las víctimas a declarar contra el agresor.

Las renuncias aumentaron a pesar de que ha habido menos denuncias porque las víctimas tienen que seguir conviviend­o con su agresor o por temor a lo que pasará con los hijos, y «eso aumenta la impunidad del violento». El Instituto de la Dona ha empezado a poner publicidad en castellano en algunos diarios locales gratuitos para informar a estas mujeres de que tienen una salida.

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EFE Un grupo de boy scouts leyeron sus meditacion­es sobre la pandemia

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