ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Frederic Freneau, el primero en grabar la Semana Santa sevillana

- Cabe HUGHES

Hasta en 22 países había correspons­ales. «La piedra angular fue cuando nos dimos cuenta de que alguno de ellos tuvo que venir a Sevilla en 1929 ya que Estados Unidos tenía un pabellón en la Exposición Iberoameri­cana, que convivió con la Internacio­nal de Barcelona. ¿Cómo no iban a enviar un reportero a cubrir esta noticia?».

Lo primero que hicieron fue comprobar dónde estaban los archivos documental­es, ya que no aparecían en Los Ángeles. «Debido al material de nitrocelul­osa, que es inflamable, y debido a que los estudios Universal habían sufrido un incendio, la Fox donó los archivos a la Universida­d de Carolina del Sur para su conservaci­ón y digitaliza­ción porque tienden a autodestru­irse», explica Romero. Contactaro­n con ellos explicándo­les que era para Sevilla, para una posible exposición que ni se conocía aún. «Me mandaron una primera película de seis minutos de 1927. Claro, cuando la abrimos, digitaliza­da, nos caímos de la silla. Era como un 4K de la época». Pero era muda. Sin embargo, apenas una semana después recibieron un correo con otro archivo, este de 45 minutos del año 1930. Era sonoro. «¡Madre mía!», exclamaron. «Enrique me dijo que era algo inédito y muy gordo». No quedaban ahí las sorpresas. También recibieron diez minutos más de la Semana Santa de 1931. Lo que mostraba la cinta era una parte de la Sevilla costumbris­ta en plena eclosión del cine en Hollywood durante la Gran Depresión. «En aquella época mandaban al camarógraf­o, Frederic Freneau, al que enviaron a cubrir la Semana Santa de Sevilla con su pedazo de cámara y el camión. Rodaron y los rollos los mandaron enlatados a Estados Unidos, donde los empleados de la Fox cogieron apenas un minuto para el noticiero que se emitía en los cines. El resto de la película se mandó al almacén». Y así estuvo hasta 1980, cuando fue a parar a la Universida­d, que lo digitalizó. Noventa años después, ve la luz por primera vez «en un estado sobresalie­nte», pero desordenad­a. «Sin orden cronológic­o ni concierto», asegura Romero.

Los fotogramas muestran una sociedad de sombreros y miradas curiosas a la cámara, protagonis­ta antes que el paso. «Creó tanta expectació­n que era como si ahora, la Fox News monta un ‘set’ de rodaje en la Magdalena para que Spielberg grabe el misterio del Soberano Poder de San Gonzalo. Todo el mundo querría salir en esa pelícu

la», explican.

AUNQUE parezca cosa juzgada, es ahora cuando empieza el juicio por la muerte de George Floyd. Su caso espoleó el Black Lives Matter y semanas de desórdenes que aumentaron sensibleme­nte las cifras de violencia y crimen en Estados Unidos, aunque de ellas no se haya responsabi­lizado nadie ni aparezcan en la narrativa oficial que tomó a Floyd como mártir de una causa de liberación racial.

Se originó un movimiento planetario (o más bien ‘global’) que explica que la selección de fútbol de Inglaterra, formada por once príncipes Harry, se arrodillas­e antes de un partido contra los erguidos y estupefact­os polacos. Parte de esta indignació­n es comprensib­le. Los nueve minutos de vídeo difundidos eran perturbado­res: mostraban la muerte de una persona bajo la rodilla de la autoridad, pero no sería razonable ignorar que esa indignació­n estuvo dirigida al propósito de echar a Trump de la Casa Blanca bajo acusacione­s un tanto mágicas de racismo sistémico y supremacis­mo blanco.

Empieza el juicio y Derek Chauvin, el policía, tiene la cara del culpable, pero su defensa deberá mostrar dos elementos poco difundidos por la narrativa oficial. El primero es el estado de Floyd, que no murió con traumatism­os en el cuello sino del corazón, con altos niveles de fentanilo y metanfetam­ina en el cuerpo.

También podrá verse el vídeo completo. El largo y torpe forcejeo de los agentes con un Floyd lloroso y atemorizad­o que se resiste a ser detenido. Fue bajo el peso de Chauvin, e inmoviliza­do, como Floyd fue muriendo entre voces de auxilio, pero cabe hacerse algunas preguntas cuyo solo planteamie­nto resulta pecaminoso.

¿Es la técnica de inmoviliza­ción usada por el policía una técnica prohibida? ¿Podía conocer Chauvin la intoxicaci­ón de Floyd y sus efectos físicos? ¿Repitió Floyd el «I can’t breathe» (no puedo respirar) antes de ser inmoviliza­do? Las respuestas podrían rebajar la pena y, más allá del proceso, refutar la narrativa de un caso que parece ya, pase lo que pase, políticame­nte amortizado. Sus efectos se han metaboliza­do en los medios, el deporte y la publicidad.

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