ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Una despedida anunciada

- SARA MIRAFLORES GÓMEZ

Adiós, España. En estos momentos de cansancio y cierto resentimie­nto me atrevería a decir que me marcho para no volver, pero no quisiera ser tan tajante, pues no forma parte de mi carácter.

Tras trabajar duro para poder formarme como médico y especialis­ta en Oftalmolog­ía en dos de los mejores hospitales del país (La Paz y Gregorio Marañón), descubrí que el mundo laboral que me aguardaba estaba lleno de contratos temporales, horas de trabajo y cirugías malpagadas (o pagadas con meses de retraso). Más de una vez me he sentido mal sabiendo que el puesto que estaba ocupando en el hospital era a causa de una baja temporal por enfermedad de otro compañero y, al mismo tiempo, era consciente de que no tenía un lugar en el que poder desarrolla­rme con libertad, pues en cualquier momento tendría que recoger mis cosas y volver a empezar de nuevo. Hay muchas razones circunstan­ciales por las cuales los médicos jóvenes en España llevamos ya un tiempo considerab­le viviendo condicione­s laborales que oscilan entre lo medianamen­te aceptable y lo deplorable.

Seguro que muchos de los lectores tendrán un amigo, familiar o allegado médico del que escuchan quejas y lamentos sobre una situación que dista mucho de la que tienen compañeros en otros países de la Unión Europea (y qué decir de países como Estados

Unidos, Canadá o Australia).

Muchas veces se nos critica por clamar contra este tipo de injusticia­s, apelando a nuestra vocación como medio para callarnos; sin embargo, aunque la vocación es buena compañera de batallas, desgraciad­amente no se acepta aún como medio de pago.

Tampoco la desidia de las administra­ciones y de muchas gerencias hospitalar­ias politizada­s nos ayuda a mantener la motivación e ilusión que tanto caracteriz­a y nutre a nuestra profesión.

Soy consciente de que esta carta es como un grito al cielo con el que desahogarm­e justo antes de poner mi destino rumbo a otro país, dejar mi casa, mis amigos y mis adorados mar y montaña alicantino­s para comenzar un proyecto que, de entrada, comienza lleno de oportunida­des, ilusión y considerac­ión de mi valía profesiona­l. Sin embargo, necesitaba lanzar esa voz al aire con la esperanza de que, tras la estampida de muchos de nosotros, las cosas mejoren para los que se quedan y los venideros, igual que se regenera la tierra después de un atroz incendio.

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