ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Vuelve ‘Españoles en el mundo’ sin turistas ni miedo al Covid

- FERNANDO MUÑOZ

En 2009, cuando ‘Españoles en el mundo’ debutó en TVE, la pandemia global era la crisis económica y el único confinamie­nto era el impuesto por la cartera vacía. Ahí, la ventana que abría el programa a otros rincones del planeta hacía soñar con las experienci­as de compatriot­as que solo decían echar de menos la comida y el ambiente. Doce años después, la ventana abierta es una utopía para el espectador: la de recordar cómo era hacer turismo tras un año encerrados por el coronaviru­s.

‘ Españoles en el mundo’, que regresa mañana a la parrilla de La 1 tras el nuevo capítulo de la serie ‘ Estoy vivo’, viaja en año de pandemia a Kenia, Roma, Maldivas, Bosnia, Ciudad de México, Islas Feroe, Madeira y Ghana, entre otros destinos entre los más de 200.000 kilómetros recorridos para esta nueva temporada. Una grabación realizada a lo largo de 2020 y los primeros meses de 2021 marcada por las medidas sanitarias, donde según RTVE, se han realizado pruebas PCR periódicas y se han cumplido los protocolos de cada país «para asegurar la integridad del equipo y de los españoles que viven en sus países de adopción».

Españoles como Pablo, Leire, Jorge, Irene y Daniel, los anfitrione­s del capítulo de mañana, que acompañan a la reportera Arantzazu Fuertes a recorrer algunos de los lugares más bellos de las Islas Maldivas, un auténtico paraíso de corales y aguas cristalina­s Patrimonio de la Humanidad.

Capítulo de ‘Españoles...’ en Kenia

Además de dar envidia, los reporteros prometen «buscar a protagonis­tas de todas las edades, profesione­s y niveles sociales para conocer su vida lejos de España». Así lleva una década ‘Españoles en el mundo’, donde han visitado más de 150 países y 1.000 ciudades, y donde han recorrido cerca de cinco millones de kilómetros.

El factor diferencia­l ahora será ver lugares icónicos liberados de turistas, como la Plaza de San Pedro de Roma. También visitarán lugares menos populares, como Bosnia, el canal de Midi de Occitania, Ghana –la ‘costa de oro’ africana–, los pueblos pesqueros de Suecia o las ciudades de Kenia.

Afinales de los 90, cuando le llamaban ‘mono’ en el Camp Nou, un diario de progreso tituló: «Con Roberto Carlos llegó la controvers­ia». Es que encima se quejaba y Guardiola tuvo que ponerle en su sitio: «Habla mucho ese señor». Años después, el que ‘revictimiz­aba’ a Roberto Carlos se convertirí­a al Black Lives Matter. Como diría Carlota Corredera, era otra España, pero conviene sospechar del furor de ciertos virtuosos.

Para ejemplo, el Cádiz-Valencia. Impresiona la reacción de Diakhaby, algo le tuvo que herir en lo más profundo de su dignidad. Sin embargo, a partir de aquí, llega la teatraliza­ción de políticos y periodista­s que, todo apunta, quieren hacerse un BLM a costa de Cala: el Valencia debió irse, el partido cesar, el jugador merece el ostracismo... Todo es poco. Pero se idolatra a Luis Suárez, por ejemplo, al que Evra acusó de llamarle negro varias veces (luego, además, le negó el saludo); y hay quien duda de que fuera «morro» y no «mono» lo que Busquets llamó a

Marcelo, sin que cesaran por ello elogios ni convocator­ias. Tampoco Koke dio mucha explicacio­nes cuando la Cope informó de que había llamado «maricón» a Cristiano Ronaldo.

Los periodista­s deportivos suelen ser de izquierda ambiental. Es más fácil trepar. Cuanto más ‘científico­s’, peor. Pero sus criterios son, digamos, poco homogéneos. He denunciado varias veces (¡siempre en soledad!) el desconcert­ante racismo de la prensa deportiva. A los jugadores negros les suelen aplicar términos como ‘ bestia’, o ‘animal’. Se olvida su técnica y se les despacha como ‘muy físicos’. Recuerden, si no, el trato que recibieron Emerson, Diarra, Flavio y Makelele… El fútbol de otros continente­s ha venido siendo despreciad­o por los santones que dominan los medios. La Francia campeona (Kanté, Pogba, Matuidi…) hacía «peor fútbol» que Croacia y a Neymar se le critica moralmente por jugar como jugaron siempre en Brasil. El fútbol bueno es blanco y, a ser posible, calvinista.

Por eso, todos contra el racismo, pero de verdad. Revisemos biografías, el lenguaje de privilegio (y estolidez) y evitemos que bajo el «no mezclar política y fútbol» se sigan amparando algunos supremacis­mos.

Evitemos que la frase ‘no mezclar política y fútbol’ siga amparando algún que otro supremacis­mo

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