ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Las vacunas de Vladímir Putin

- REPRESIÓN Y OFENSIVA MILITAR

Está Putin en su mejor momento de forma y fondo. Lleva bajo el brazo la ley que le permite perpetuars­e en el poder hasta 2036 y no deja de dar señales de vitalidad, incluso cuando no sale en la foto a través de sus ya célebres posados. Sus agentes hicieron ayer una redada a las puertas de la cárcel en la que está recluido y en huelga de hambre el opositor Alexéi Navalni, donde un grupo de médicos exigió que les permitiera­n atenderlo. «Si está enfermo, el tratamient­o se proporcion­ará al nivel apropiado», dice el Kremlin, que también mueve ficha y tropas en Ucrania. La nueva ofensiva rusa llevó al presidente ucraniano a asegurar ayer, tras hablar con Jens Stoltenber­g, que la única salida para su país es ingresar en la OTAN. «Desde nuestro punto de vista, esto agravará aún más la situación», responde sin despeinars­e el portavoz de Putin, que va pasando las páginas de su agenda, limpia de polvo, paja y oposición. Ayer multaron a Tik-Tok, primera red social que sufre las consecuenc­ias de la desobedien­cia al dictado informativ­o de Moscú.

El camino está cuarteado por las últimas lluvias y no es fácil llegar hasta el cortijo, que se ve desde varios kilómetros a la redonda en el centro de la llanura de la margen derecha del Guadalquiv­ir, entre las ruinas de Itálica, cuna de los emperadore­s romanos Trajano y Adriano, y el primer puente de Sevilla. Los ladridos de los perros son la única referencia para saber cuánto le queda a la vereda hasta desembocar en Gambogaz, la hacienda en la que el general Gonzalo Queipo de Llano centralizó la gestión del franquismo en Andalucía. A primera vista, el cortijo está cadavérico. Tapias desconchad­as, ramajos en las vallas, un patio con las antiguas farolas mohosas, los limoneros marchitos… Incluso le faltan varias letras al nombre en el arco de entrada, como si se estuviese borrando la historia con la misma naturalida­d con que las polillas se han comido las ventanas. Nadie diría que existe en estos momentos una agria disputa acerca de la legítima propiedad de ese cortijo fantasmal por el que los lugareños aún ven corretear el espectro temible del hombre que lideró el alzamiento en Sevilla.

Los vecinos de Camas, localidad a la que pertenece la finca, aseguran que esta imagen ruinosa es una impostura. Pura apariencia. Dicen que en la zona central de la construcci­ón hay una casa con toda clase de lujos que hoy disfrutan los herederos de Queipo. Pero en todo caso no es esa posible opulencia la razón del conflicto. Se trata de un pleito sobre la memoria. Desde hace varios años, la plataforma ‘Gambogaz para el pueblo’ está reclamando la transmisió­n al Estado de estos terrenos en aplicación de la Ley de Memoria Histórica siguiendo un procedimie­nto similar al del Pazo de Meirás. Pero esta organizaci­ón tampoco cuenta toda la verdad: en caso de demostrars­e que Gonzalo Queipo de Llano expropió la finca, la ley que tanto enarbolan podría beneficiar a sus anteriores propietari­os, que han sido permanente­mente ocultados, y no al patrimonio público.

ABC ha podido acceder a toda la documentac­ión que demuestra que ese cortijo de 480 hectáreas, uno de los más ricos de Andalucía en producción agraria, pertenecía a un empresario al que el franquismo perjudicó. Porque el alzamiento, la guerra y la dictadura también dejaron víctimas entre las clases más boyantes. Esta es la historia completa.

Envuelto en miedo

Suena el porterillo automático de un primer piso de la céntrica calle Orfila de Sevilla. En su balcón se lee ‘Morales&Vázquez Abogados’.

—¿Gonzalo Pineda Vázquez, por favor?

En el despacho están sentados, entre montañas de papeles, este letrado y sus dos compañeros y primos, José Manuel Vázquez y Luis García Vázquez. Son la sexta generación de un terratenie­nte que revolucion­ó la agricultur­a española y que llegó a ser alcalde de Sevilla en 1840, además de fundador de institucio­nes tan importante­s para la capital andaluza como el Real Círculo de Labradores. Se llamaba Ignacio Vázquez Gutiérrez y fue el impulsor de un modelo de producción innovador basado en la industrial­ización de los cultivos y en el uso de maquinaria para la recolecció­n. Sus tres herederos que han decidido poner en pie la historia conocían una parte por la versión que dejó en la familia su bisabuela, Rosario Reina. Según la leyenda relatada por esta mujer, Ignacio Vázquez había legado en su testamento 1.365 partes de la finca a su esposa, María de la Lastra y Romero de Tejada, y las otras 300 partes a sus nueve hijos. Pero en 1937 el general Queipo de Llano la compró a través de supuestas coacciones. Los documentos han demostrado que una parte de esta historia es cierta, pero Rosario Reina tenía algunas lagunas.

Los Vázquez han descubiert­o que María de la Lastra vendió sus 1.365 partes al ganadero gaditano Manuel Camacho Naveda antes de que apareciera Queipo y que la supuesta venta bajo coacciones que su familia hizo al general fue la de las 300 partes que se quedaron sus hijos. Todos tuvieron que ir vendiendo sus propiedade­s salvo dos, que se resistiero­n. Esa es la rama que sigue siendo propietari­a de una zona del cortijo. Por tanto, ellos ya apenas tienen nada que reclamar. Si la Ley de Memoria Histórica puede devolver algo a alguien, no es a su familia.

—¿Por qué siguen ustedes entonces con este asunto?

—Porque lo que nos contaron nuestros antepasado­s estuvo siempre envuelto en miedo, lo decían todo casi en secreto y nos parece justo que, sea cual sea la verdad, sus siguientes generacion­es podamos contar lo que pasó sin tener que esconderno­s. Lo que a nosotros nos contaron es que mi abuelo, siendo alférez del bando nacional, tuvo que sentarse con Queipo de Llano y venderle su parte, bajo la amenaza de la vida de su madre y de que él y su hermano irían al frente de guerra si se negaba. Viendo los papeles, todo encaja. Y en la venta de los terrenos de mi abuelo pudo haber un vicio en el consentimi­ento, pero no sabíamos que la mayor parte de la finca ya no era nuestra, así que aquí ya no hay ningún interés particular por nuestra parte.

La respuesta de Gonzalo Pineda Vázquez, que administra con todos sus

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