ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
La cuestación popular
para vendérselo a Gonzalo Queipo de Llano y Sierra, quien en la misma escritura constituyó la Fundación Agraria Queipo de Llano, a la que donó la finca. En este acto jurídico participa una persona trascendental para esta historia: el notario Fulgencio Echaide. A partir de este momento, su nombre aparecerá en todas las operaciones que el general franquista firmó a su favor.
Según explicó Queipo en un discurso público aquellos días, Gambogaz se compró con dinero de una cuestación popular. ABC lo recogió así: «No hace muchas noches, una radio roja, con la malquerencia que es peculiar en ellos, decía que con el producto de la suscripción en mi honor había yo comprado un cortijo para vivir de la renta. Sí, se ha comprado un cortijo, todos los de Triana lo conocéis, es el cortijo de Gambogaz, pero se ha reservado, no para que yo viva de su renta, sino para obrar en él la reforma agraria, sirviendo de base para la labor futura del Gobierno». Pero no existe ninguna prueba sobre aquella colecta. Se llegó a decir que se había pagado detrayendo un duro de las nóminas de cada funcionario de la Diputación de Sevilla. Tampoco está documentado. Lo único cierto es que el general inscribió en la Junta Provincial de Beneficiencia la ‘Fundación Agraria Gonzalo Queipo de Llano’ y que en la notaría Echaide compró primero el cortijo a su nombre y en el mismo acto se lo traspasó a esta entidad benefactora.
Ingeniería jurídica
En las actas de constitución de la fundación, a las que también ha tenido acceso este periódico, se explica cómo un militar sin propiedades, hijo de un humilde juez rural de Tordesillas, sufragó la compra: «Con la cantidad de 2.000.000 de pesetas que le habían sido entregaegadas en una suscripción popular esspontánea, cuya idea matriz fue la conntemplación de los generosos, heroiicos y trascendentales esfuerzos s personales suyos por los altísimos os ideales del Movimiento Nacional que ue salvó a España». En este documento, o, hasta ahora inédito, también se exxplica que el fin de esta fundación «es es el auxilio de la agricultura y proteccción a los obreros del campo o modesestos agricultores para mejorar sus me-medios de vida y elementos de su prooducción para crear en su beneficio io patrimonios familiares, cooperativas vas de adquisición de primeras hectátáreas…». Y se aclara otra cuestión clalave: «Entre las disposiciones fundacioionales, figura que expresamente se releva al Patronato de toda obligación ón de rendición de cuentas». Esta ‘ laxixitud’ en las cuentas fue la que permitió itió al general franquista firmar el 2 de octubre de 1943, ya con la dictadura cononsolidada, la transmisión de la finca desde la citada Fundación a sus manos dde nuevo alegando que el proyecto de reforma agraria para repartir tierras entre los obreros había fracasado.
La plataforma ‘Gambogaz para el pueblo’ sólo ha contado este último acto y que la finca perteneció en tiempos remotos a los Vázquez. Pero los pa
El general Gonzalo Queipo de Llano, en la imagen, aseguró en un discurso que el dinero lo había obtenido de una colecta espontánea pelesl que los tataranietos del que fuera alcalde de Sevilla han reunido en su despacho dicen otra cosa que quizá no conviene a este organismo de inspiración republicana. Ni hay constancia del origen de los supuestos dos millones de pesetas con los que Queipo de Llano compró la finca, ni se sabe por qué el ganadero Manuel Camacho, en pleno esplendor entonces, traspasó unos terrenos tan valiosos poco más de un año después de haberlos comprado. ¿Pudo haberlo hecho contra su deseo? Los herederos del militar franquista optan de momento por el silencio, aunque aseguran a ABC que tienen todas las escrituras en regla. El abogado José Manuel García Quílez, que representa a los Vázquez, cree que Queipo «estuvo muy bien asesorado». «Los documentos prueban que hicieron una buena ingeniería jurídica, pero la pregunta clave es hasta qué momento hay que retrotraer los actos», matiza. Si Camacho vendió a la fuerza, la Ley de Memoria Histórica beneficiará a sus herederos. Si lo hizo voluntariamente, habría que demostrar que la compra se hizo con dinero público. Y ni en el Banco de España, ni en la Diputación de Sevilla, ni en el Registro de Fundaciones ha quedado rastro de nada.
Supuestas coacciones
Entre la compra por parte de la Fundación Agraria en la Nochebuena de 1937 y la devolución a Gonzalo Queipo de Llano y su esposa, Genoveva Martí Tovar, en octubre de 1943, el general también adquirió personalmente las otras partes segregadas a favor de los nueve hijos de Ignacio Vázquez Gutiérrez, excepto a dos de ellos. Sus herederos cuentan que fueron sometidos e incluso lamentan que, según decían sus abuelos, en los actos de compraventa Queipo «siempre dejaba su pistola encima de la mesa». Realidad o leyenda, lo cierto es que esa obstinación por dominar todo el cortijo también ha encontrado respuesta. ¿Por qué se obsesionó con esta finca y no con cualquier otra de las que había en Sevilla? Queipo tenía información de primera mano sobre el valor va de esas tierras y sobre su alta capacidad p productiva. Uno de sus primeros m hombres de confianza nada más m llegar a Sevilla y brazo ejecutor del d franquismo en su proceso de ‘limpiap política’, el torero José García Carranzarr ‘El Algabeño’, estaba casado con AraceliA Vázquez, nieta del histórico propietario.pr Tuvo que ser su asesor en estaes operación ‘inmobiliaria’.
Pero todo esto ya es casi imposible de recomponer. Los Queipo han segregadoga muchas hectáreas y las han vendidodi a empresas agrícolas muy potentestes que siguen sacando provecho a ese lugarlug en el que, por cierto, trabajó de niñoniñ Curro Romero cuidando las vacasca a las órdenes del general vallisoletanotan y de sus descendientes. El ‘Faraón’ conoceco como nadie este lugar espectraltra cuya historia se escribe con sangre.gr Él es, junto con la mesa de papelesles de los Vázquez en su pequeño despachopa del centro de Sevilla y el descubrimiento de Manuel Camacho como último propietario antes de la Guerra, la única luz limpia de Gambogaz, el templo inaccesible del franquismo en Andalucía, otrora un búnker rodeado de tricornios y caballos, ahora un cortijo deshecho y polvoriento en el que sólo queda de aquel tiempo oscuro una tapia desvencijada y el ladrido de los perros.