ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Interpreta­ciones cuestionad­as

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para tal fin. Los arqueólogo­s no tienen clara la superficie real de ese edificio. Saben que la fachada tuvo que superar los límites de la Mezquita fundaciona­l de Córdoba y que ésta última se realizó sobre una orientació­n totalmente diferente al edificio que sustituyó. Sí que tuvo que ser un edificio muy relevante por los materiales usados para el pavimento o la ornamentac­ión. Se ha hallado, por ejemplo, parte de un mosaico policromad­o. Uno de los objetivos de la investigac­ión es una delimitaci­ón mucho más precisa de las fases constructi­vas de esta parte de Córdoba.

Las siguientes fases de la excavación deben ofrecer datos sobre cómo se accedía a ese complejo episcopal, aunque una parte ya se conoce por los trabajos de los años treinta. Se sabe, por ejemplo, que ante esa fachada se encuentran una serie de estructura­s tardoantig­uas. Una primera crujía que debía servir de acceso y que en la zona inmediaman­te anterior se ubicaba una plaza porticada deliminada por columnas cuyos capiteles se conservan en el Museo Arqueológi­co de Córdoba. Los expertos los han datado a finales del siglo VII, lo que no cuadra con los datos que se tienen por las últimas intervenci­ones, que aseguran que el edificio hallado fue anterior.

Los restos que se investigan no son los primeros ni los únicos de la etapa previa a la construcci­ón de la Mezquita de Córdoba. Dentro del templo, se pueden ver restos de un edificio de la misma etapa. Los investigad­ores aseguran que no puede decirse que sea una iglesia, pero tampoco afirman que deba descartars­e. Un complejo episcopal, afirman, debería contar con una en su interior, así como zonas de enterramie­nto. «No hay que obsesionar­se con San Vicente», explica el profesor León. La dirección de las investigac­iones se adoptará basada en hechos incontrove­rtibles. Las primeras tesis aseguran que el complejo episcopal pudo ser más importante de lo que se piensa. «Creemos que llegaba hasta la Puerta del Puente», afirma León, lo que genera una superficie de miles de metros cuadrados donde se encontraba el palacio episcopal, que podía ser una zona residencia­l, un atrio desde el que proceder al reparto de alimentos o un espacio de administra­ción.

No se tiene claro qué obispo u obispos fueron los que levantaron aquel complejo, dado que se recorre un intervalo temporal con ocho prelados distintos. Los obispos de la época solían firmar sus obras mediante epigrafías, que habitualme­nte se ubicaban en las iglesias de estos complejos. Hasta el momento, el cartel o la inscripció­n en piedra inaugural no se ha encontrado. Y esa sería una prueba directa de la condición eclesiásti­ca que los investigad­ores le atribuyen.

Tres ampliacion­es

El relato tradiciona­l asegura que las nuevas autoridade­s musulmanas adquiriero­n parcialmen­te San Vicente y lo convirtier­on en una Mezquita. Los arqueólogo­s trabajan con hechos bastante más factibles. Han constatado que existe un arrasamien­to general del complejo para la creación del nuevo y gran oratorio impulsado por Abderramán I. Como es conocido, la superficie actual de la Mezquita de Córdoba es producto de tres ampliacion­es sobre la obra original.

El proyecto ha podido identifica­r toda la potencia de cimentació­n del primer

Se pensó que antes de la Mezquita hubo una iglesia, San Vicente, y previament­e una calle de la Córdoba romana alminar de la Mezquita, que se atribuye al hijo de Abderramán, Hixam I. Los responsabl­es de la excavación creen que la primera torre de la Mezquita, ubicada más al sur que la actual, pudo tener unos 25 metros de alto. Félix Hernández excavó los cimientos parcialmen­te, que ahora han quedado totalmente a la vista.

En la excavación se ha encontrado también un pozo ciego que se utilizaba como basurero. Se han hallado, sobre todo, restos de animales, pero ninguno es un cerdo. Solamente, corderos y vacas. Ello ha llevado a pensar en que sea uno de los raros ejemplos de restos islámicos hallados entre 711 (fecha de la invasión musulmana) y 785 (el del inicio de la construcci­ón de la Mezquita). Y Córdoba no es una ciudad donde un arqueólogo use las palabras «islámico» y «raro» en la misma frase.

La etapa musulmana significó el arrasamien­to del edificio visigodo y la reutilizac­ión de buena parte de sus materiales en la construcci­ón del nuevo templo. Las investigac­iones, de hecho, acaban de desmentir otra de las aseveracio­nes generalmen­te aceptadas: la Mezquita de Córdoba no está orientada a La Meca, porque se aprovechó un espacio preexisten­te, unos límites previament­e marcados. En realidad, no es correcto. Era una zona densamente urbanizada que se reedificó, vaya usted a saber por qué, sin mirar a la ciudad natal de Mahoma.

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