ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
El polvorín de los campamentos: 15 detenidos en tres trifulcas
En Las Raíces (Tenerife) intervino la UIP por una pelea entre marroquíes y subsaharianos
«Necesitamos policías, se están peleando grupos de marroquíes y subsaharianos». La llamada al 091 la hizo un vigilante de seguridad del campamento de acogida de Las Raíces (Tenerife) el martes cuando la situación estaba ya descontrolada.
Algunos inmigrantes se habían pertrechado con piedras y palos en las instalaciones y solo la actuación de la Unidad de Intervención Policial (UIP) con material antidisturbios logró acabar con la reyerta multidudinaria que, según algunas fuentes, había empezado con insultos entre unos y otros la noche anterior durante la cena.
Nadie sabe concretar qué prendió la mecha aunque los incidentes (más aislados) no han dejado de sucederse en las últimas semanas.
Hicieron falta nueve furgones policiales para acabar con el conato de rebelión y los graves sucesos, grabados por los propios irregulares, dejaron un reguero de sangre y destrozos en las instalaciones, gestionadas por Accem. Los agentes detuvieron a cinco marroquíes y cuatro subsaharianos por atentado a agente de la autoridad y hubo una decena de heridos, tres graves.
«Los incidentes son casi diarios», explican fuentes policiales a ABC. «Es un polvorín». Solo en ese campamento levantado a marchas forzadas en la isla viven –más que conviven– alrededor de 1.500 inmigrantes y es el que más críticas suscita: temperaturas, escasa comida, carpas donde se agolpan personas de varias nacionalidades mezcladas... Algunos de ellos prefieren vivir en el exterior en chamizos hechos con casetas y palos y la mayoría solo tiene una idea en la cabeza: salir de Canarias.
Tras la intervención de la UIP, la Delegación del Gobierno en las islas aseguró que se está «monitorizando la situación» con control policial para evitar un rebrote de estos graves incidentes. Accem, por su parte, anunció ayer que expulsará a aquellos que han demostrado «comportamientos violentos», informa Efe, una vez que sean identificados. Y representantes de Podemos pidieron el cierre de las instalaciones.
Otros dos en Las Canteras
El suceso de Las Raíces fue el más grave pero no el único ocurrido en las últimas horas. La Policía también tuvo que intervenir en el campamento de Las Canteras situado en La Laguna (Tenerife) y se vio obligada a hacerlo en dos ocasiones a raíz de que se produjeran sendas riñas tumultuarias, según ha podido saber ABC, durante el martes. En la primera hubo dos detenidos y en la segunda otros tres.
Hace menos de tres semanas, el pasado 18 de marzo el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones escribía en su cuenta de twitter: «En Canarias, se han buscado soluciones de emergencia y soluciones estables para gestionar el flujo de llegadas de migrantes (...)».
El secretario de Defensa de EE.UU., Lloyd Austin, vuela este domingo a Israel, en el primer viaje de un miembro del Gabinete de Joe Biden al gran aliado estadounidense en Oriente Próximo Austin se verá con el primer ministro, Benjamin Netanyahu; con el ministro de Asuntos Exteriores, Gabi Ashkenazi; y con su homólogo en Defensa, Benny Gantz. En la agenda estarán las crecientes tensiones entre Israel e Irán y en la cooperación militar de EE.UU. con el Gobierno israelí.
Lo que no parece que tenga hueco en las discusiones es el conflicto con Palestina, en una nueva señal de la estrategia que, de momento, favorece Joe Biden en este asunto: mirar para otro lado. El presidente de EE.UU., tras más de dos meses y medio en la Casa Blanca, no muestra mucho interés por conseguir el premio gordo de la diplomacia internacional, una solución de paz estable y duradera para Israel y Palestina.
Sus antecesores recientes han llegado al cargo con ambiciones de resolver ese rompecabezas. Donald Trump llamó a su propuesta de paz para la región «el acuerdo del siglo» y puso al frente a una persona de su confianza máxima, su yerno Jared Kushner. Antes que él, Bill Clinton se colocó como intermediario en los procesos de paz de Oslo (1993) y de Camp David (2000), las últimas ocasiones en las que la paz pareció una posibilidad. George W. Bush y Barack Obama no llegaron a tanto pero, al menos, nombraron a enviados especiales para el conflicto.
Biden, de momento, no lo ha hecho. Pero tampoco ha nombrado todavía un subsecretario para Oriente Próximo y los dos expertos en la región incluidos en el Consejo de Seguridad Nacional lo son más en geoestrategia de los países del golfo Pérsico. Tampoco ha descolgado el teléfono para llamar a Mahmud Abás, el líder de la Autoridad Palestina (aunque sí ha hablado, dos veces, con Netanyahu), desde su victoria electoral. Ni lo ha hecho su secretario de Estado, Antony Blinken, con el jefe diplomático de Palestina, Riyad Maliki.
El presidente de EE.UU. ha sido incluso cauto a la hora de mantener el marco básico de la solución política para el conflicto palestino-israelí. Su Administración no ha sido rotunda a la hora de defender la solución de ‘dos Estados’, que es la posición convencional defendida por Washington desde hace décadas. En su confirmación ante el Senado, Blinken defendió la solución de ‘dos Estados’ pero advirtió que « si somos realista es difícil ver una perspectiva de avance hacia eso a corto plazo». La semana pasada, en una llamada con Ashkenazi, su homólogo israelí, no lo mencionó y prefirió hablar de que «israelíes y palestinos deben disfrutar en igual medida de libertad, seguridad, prosperidad y democracia». Este lunes, su portavoz, Ned Price, solo dijo al respecto que la posición de EE.UU. «no ha cambiado».
Solo Biden hizo, por fin, una referencia a su apoyo a la solución de ‘dos Estados’ en su conversación ayer con el Rey Abdalá II de Jordania. Pero el polvorín de Israel y Palestina ha tenido una presencia anecdótica en sus discursos sobre política exterior y en su labor de Gobierno.
La herencia
El desinterés de Bien resulta chocante, porque siempre ha tenido un perfil muy ligada a la diplomacia internacional. Una mirada a sus comienzos en política lo reflejan a la perfección: cuando era solo un representante local en Delaware, quiso dar el salto al senado porque quería cambiar los engorros de la política municipal –recogida de basuras o planificación urbanística– por los «grandes tratados internacionales». Una vez en el Senado, presidió su Comité de Exteriores y manejó parte de la política internacional de Obama como su vicepresidente. Como resultado de esas experiencias, tiene, además, una buena relación personal con Netanyahu.
Nada de eso le ha movido a promover acciones decisivas en el asunto palestino-israelí. La razón más obvia es que tiene el foco puesto en otra punto del mundo: la región Asia-Pacífico y el control de las ambiciones militares y económicas de China, que amenaza la posición de primera potencia mundial de EE.UU.
La situación política en la región tampoco ayuda. Israel acaba de celebrar sus cuartas elecciones en dos años y no está claro que Netanyahu, acosado además por acusaciones de corrupciones, pueda conseguir una mayoría parlamentaria para mantenerse en el poder. Si no lo hace, el país podría verse forzado a ir a las urnas una quinta vez. Mientras tanto, en Palestina se celebran elecciones el mes que viene, por primera vez en quince años, para decidir la composición de su asamblea. Después, en julio, habrá elecciones presidenciales. El equilibrio de poderes resultante entre Al Fatah y las corrientes cercanas a Hamás, que EE.UU. considera una organización terrorista, po