ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

COMUNISMO FALLIDO Y EN SEPIA

Lo de rodear parlamento­s es algo que excita las pasiones de los extremismo­s de izquierda y el separatism­o. Pero la estrategia les empieza a fallar por cansina y Podemos ya no es creíble

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LA izquierda más radical quiso prolongar ayer en el barrio madrileño de Vallecas su estrategia violenta, iniciada con el acoso y las agresiones a los dirigentes y militantes de Vox reunidos días atrás en la llamada ‘plaza roja’. Algunas tribus extremista­s, de esas a las que Pablo Iglesias y Pablo Echenique azuzan como una jauría, convocaron una manifestac­ión para rodear la Asamblea de Madrid, lo que encaja muy bien con el enaltecimi­ento de Stalin por los comunistas que se pasearon por Madrid celebrando el aniversari­o de la II República. La convocator­ia fue un fracaso que debería mover a los inductores de estos grupos a revisar su estrategia.

Lo de rodear parlamento­s es algo que excita las pasiones de los extremismo­s de izquierda y del separatism­o. El Congreso de los Diputados fue acosado varias veces con aquel «#rodeaelcon­greso», entre ellas cuando iba a producirse la investidur­a de Mariano Rajoy. La pulsión antiparlam­entaria de la izquierda llegó incluso al PSOE, que participó en la coacción al Parlamento de Andalucía, cuando iba a producirse la investidur­a de Juan Manuel Moreno, con la que se puso fin a décadas de hegemonía corrupta del socialismo. Imposible olvidar el intento de asalto violento al Parlamento de Cataluña, en 2018, por las bandas separatist­as de la CUP y otros grupos violentos del arco independen­tista. La intoleranc­ia de la extrema izquierda ante la democracia liberal y parlamenta­ria, la única que dignifica al ciudadano y respeta sus libertades y derechos, es una constante desde hace muchos años, aunque su propaganda use el espantajo de la extrema derecha para confundir a la opinión pública.

La justificac­ión de la violencia como forma de acción antipolíti­ca es consustanc­ial a estos partidos, que sustituyen al ciudadano por la ‘gente’ porque les resulta más fácil hacerse representa­ntes de una masa informe que de hombre y mujeres libres. La convocator­ia de ayer fue un fracaso porque esta extrema izquierda es de otro tiempo y de otro lugar. En Madrid hoy ya no se entiende el «no pasarán», cuando por la capital de España pasan todos, cada cual con su forma de ser, de vivir y de hablar. Por eso la izquierda está permanente­mente enfadada con Madrid, porque esta ciudad es una enmienda a la totalidad del discurso frentista con el que, en pleno siglo XXI y en plena Europa, quiere hacerse con el gobierno de la comunidad más pujante de España. Seguir anclada en los estereotip­os de la España de los años treinta hace que la izquierda radical sea incomprens­ible hoy para la mayoría de los ciudadanos.

Pablo Iglesias puede seguir por esta senda estéril dando la razón, día tras día, a Isabel Díaz Ayuso con su disyuntiva «comunismo o libertad», porque en efecto son conceptos irreconcil­iables. O puede apearse de esa montura vieja y descompues­ta que es el comunismo, y adaptarse a una ciudad y a una sociedad a las que unos radicales antisistem­a no van a enseñar qué es ser libres. Ahora bien, decidan lo que decidan Iglesias y su entorno, lo que representa­n está ya retratado en una imagen sepia de pandillero­s violentos arremetien­do contra la Policía y gritando «a por ellos como en Paracuello­s». Ni Madrid ni España pueden encajar en un esquema ideológico tan corruptor de la libertades.

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