ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Sainz, cuarto en los libres, muestra sus aspiraciones de podio en Ímola
F1 – GP Emilia Romagna
Aunque se encuentra en pleno proceso de aclimatación y adaptación al Ferrari SF21, Carlos Sainz empezó con buenas sensaciones en su estreno italiano porque terminó cuarto en los entrenamientos libres del GP de Emilia Romagna. Sin que haya que lanzar las campanas al vuelo, existen motivos para pensar que el español le va cogiendo la mano a su monoplaza. Uno de los más palpables es el hecho de que cediera menos de tres décimas respecto al Mercedes de Bottas, el más rápido de la jornada. Otra evidencia de la sintonía de Sainz con su coche es que superó los tiempos de Charles Leclerc, su compañero en la escudería italiana. El francés protagonizó un pequeño accidente a punto de finalizar la jornada y acabó quinto. Fernando Alonso, séptimo en la primera sesión, solo pudo ser decimotercero en la segunda, cediendo 1,2 segundos, y mucho tendrá que mejorar el rendimiento de su Alpine para poder sumar en Italia los primeros puntos en su vuelta a la Fórmula 1.
«Tenía ganas de conducir por primera vez en otro lugar que no fuera Bahréin. Parece que podemos ser un poco más competitivos este fin de semana y, en general, la sensación con el coche fue positiva ya que las condiciones nos vienen mejor», dijo Sainz respecto al buen rendimiento de su Ferrari. «Lo estoy disfrutando, aumentando la confianza vuelta a vuelta, tratando de encontrar el límite en toda la pista. Todavía no he llegado a ese punto, pero hoy ha sido un buen comienzo», añadió.
Mercedes despejó cualquier duda sobre su superioridad y logró sendos dobletes en las primeras mangas, en ambas con Bottas primero y Lewis Hamilton pisando los talones a su compañero.
En Montecarlo, desde su estreno en 2003, Rafael Nadal ha sumado 73 victorias por solo seis derrotas. Solo cinco tenistas han podido con él en las pistas monegascas. Fue Coria en su primer año, Djokovic en 2013 y 2015, David Ferrer en 2014, Fabio Fognini en 2019 y ayer sumó su nombre Andrey Rublev. El ruso, 23 años, 8 del mundo y con un tenis descomunal, creció ayer más allá de los 188 centímetros que mide. Necesario para doblegar, no solo por físico, sino sobre todo por mente, a este Nadal que parecía volar por su paraíso particular. Juega hoy la semifinal, segunda en un Masters 1.000 para él, contra Casper Ruud.
Se le escapa al balear la opción de sumar su duodécimo título. Y se le escapa después de haber conseguido lo más difícil, ganarse a sí mismo. Porque en el primer set pagó la falta de ritmo que había sumado en sus dos primeras rondas. Lo confesó él, no había sido exigido ni por Delbonis ni por Dimitrov, y después de varios meses sin la adrenalina de la competición, se topó con una versión de Nadal rígida, tensa, demasiado atrás e incapaz de limitar sus errores. «¿Qué haces?», se gritaba, en eco sus lamentos en una grada vacía. Gestos contrariados, inusuales, como eran sus despistes con el revés o con el saque, hasta ocho dobles faltas. Con dos de ellas concedió dos turnos de saque, con un Rublev impertérrito que se aprovechó del bajón para impulsarse hasta el 6-2 y el 3-1.
Nadal, al que siempre hay que ganar dos, tres y hasta cuatro veces, comenzó a entrar en calor. Buscó el revés del rival, encontró en las dejadas opciones para el premio. Superó tres bolas de 14 y dos más para el 2-5 y saque del rival. Pero cuando ya Nadal se parecía a Nadal, el mejor Rublev.
Firme
Un ruso desgarbado, al que se le iba la cabeza de vez en cuando pero que ha crecido en calma y paciencia. Si se arrepintió de las oportunidades perdidas en el segundo set ni se le notó en el tercero. Son 23 años, le falta fogueo en grandes citas, y enfrente tenía a Nadal. Para cualquier otro, o para sí mismo en cualquier otro momento, la remontada del español podía haber supuesto una losa demasiado grande, pero este Rublev es ya el tenista que aspira a todo con las armas bien dispuestas. En este 2021, un título (Róterdam), cuartos en Australia, semifinales en Dubái, Miami y Montecarlo.
Quita tiempo de pensamiento al rival por rapidez y un saque estratosférico. Esconde de maravilla el revés, quizá su golpe más limitado, y ataca a la perfección con el drive, bombas a 145 kilómetros por hora. Son 23 años y, a pesar de la paliza que se había dado ante Roberto Bautista, aguantó de piernas, de brazo y, sobre todo de cabeza, para escribir su nombre en las semifinales de Montecarlo. El sexto que logra doblegar a Nadal en su jardín monegasco. Nada menos.