ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
González o los abajo firmantes
Llueven los manifiestos entre la progresía ibérica que vaticinan la eternidad del infierno en Madrid si repite Ayuso. Hasta la cuadrilla del arte del zapaterismo se ha movilizado. Pero González ha fulminado a unos y otros con veinte palabras
asta dos mil ‘personalidades de la cultura’, entre escritores, cantantes, actores o sindicalistas, se agavillaron cuando arrancaba abril en un primer manifiesto antiAyuso titulado «Ahora sí», en el que los abajo firmantes estaban convencidos de que «esta vez sí es posible conseguir que la derecha y la ultraderecha salgan del poder en la Comunidad de Madrid tras veintiséis infernales años de atentados contra los derechos y dignidad de la mayoría ciudadana». ¿Atentados? Veintiséis años en el averno, ya ven, aseguraban los 2.000 que en el texto –al que con tanto escritor quizá podía venir con un mayor esmero literario– convertían a la Comunidad con una de las rentas per cápita más altas del país y que más aporta a la riqueza nacional en una especie de ergástula de los derechos humanos. Leyendo aquello parecería que los madrileños fueran por ahí arrastrando la bola de presidiario mientras ceban con carbón altamente contaminante la caldera de un infierno insoportable de veinticuatro horas al día, siete días a la semana. No hay más que pisar Madrid para respirar azufre, por culpa de Ayuso, claro. Entre los 2.000, que en la lista encabeza la creadora de Manolito Gafotas, hay un poco de todo, clásicos de la progresía ibérica que sostienen que el 4 de mayo «nos jugamos la democracia y la
Entre los ministros de Zapatero que reclaman «decencia política» en el 4-M están Manuel Chaves y Magdalena Álvarez, condenados por prevaricación
Hlibertad», así sin medias tintas. Se trata de una versión ampliada, pero con mucha menos pegada mediática, de la famosa ‘Zeja’ que se dejó la piel y las palmas pidiendo el voto para Zapatero en aquellas generales de 2008, augurando toda clase de venturas si el egregio estadista leonés repetía en La Moncloa. Así fue, y un par de años después de aquel aliento el zapaterismo se saldaba con cinco millones y pico de parados, un déficit de dos dígitos, la congelación de las pensiones y, entre otros logros históricos, una bajada del sueldo a los funcionarios. Los ‘groupies’ de la Zeja murieron con el movimiento sin admitir el error de haber apoyado a semejante calamidad gobernante. Pero no crean, el zapaterismo vive, no solo en la herencia que ha dejado en el sanchismo (tan indeleble como lamentable) sino como grupo que se moviliza (cual promoción del COU que se reúne para celebrar un aniversario de plata) para echar una mano a la causa. Los que fueron ministros de Zapatero han hecho una carta pidiendo el voto para Gabilondo, porque «hoy es más que nunca necesario que presida Madrid quien mejor representa los valores de la decencia política». Entre los abajo firmantes que claman por la decencia política figuran Manuel Chaves y Maleni Álvarez, condenados ambos a nueve años de inhabilitación por prevaricación en el escándalo de los ERE, el mayor descalzaperros de corrupción de la democracia.
No le hizo falta a Felipe González anteayer firmar una carta lisonjera o un manifiesto electoral tremendista para aclarar las cosas. Solventó el asunto con una frase que deja a las 2.000 ‘personalidades de la cultura’ y a los ministros de Zapatero con el tafanario al aire y que retrata el sanchismo, que en realidad es parte de lo que está juego este martes en Madrid: «Cuando todo está mal, aparece ahí un tío y dice que todo está bien y que el futuro es cojonudo». O cómo destrozar a Sánchez en veinte palabras. no de los logros del 78 ha sido convertir a Madrid en región, asunto que, a falta de lengua propia, el PP lleva a sus penúltimas consecuencias con Díaz Ayuso:
– En Madrid decimos ‘Depech Mod’
Hay pasión con ella, y no hay que regatearle méritos. Cuando el gobierno se quitó el muerto del Covid de encima (casi literalmente), Ayuso aprovechó para realizar una gestión singular. Asumió riesgos. No es como Almeida, que es Kennedy sin que sepamos el motivo. Ayuso es Thatcher al menos por algo, y ha soportado con aplomo una campaña de órdago.
El PP cambió con ella la conversación, que antes de las elecciones estaba en el ‘sorpasso’ de Vox. La conversación no era si a Vox se le dejaba pasar al salón con los señores, sino quién lideraba la derecha.
Con Ayuso han ‘polarizado’: Sánchez o ella, todo o nada, comunismo o libertad, actualizando el mito pepero: el neoliberalismo a la vallisoletana de Aznar, la libertad de traernos la City de Aguirre, y ahora esta libertad suya, más modesta, de ‘ir de cañas’, que a veces suena un poco a la libertad de estar de Rodríguez (Hayek y López Vázquez).
La libertad madrileña de Ayuso abarca todo, hasta la libertad de imponer en Caixabank, o el tono de una campaña en la que ha asumido para Madrid un discurso de resistencia, pero muy autonómico, que en cierto modo dialoga con los nacionalistas: Madrid no es la región del ‘dumping’, sino la de «la libertad». Es lo que podrían ser los demás, nos dice; el lugar donde se refugian los hartos, los intelectuales que huyen de Cataluña y el País Vasco, por ejemplo. Madrid se convierte en feliz receptor de lo que el 78 va soltando. No es, en tanto capital, la cabeza agotada de un cuerpo en crisis, sino una región-refugio que engorda, «distrito federal» que entona ¡pero ahora en serio! el himno de García Calvo. No es lo sobrante, lo solo y sorprendido, sino una región convencida: la región ideal del 78, «la pura y sincera», ¡otro ente redicho! Comunidad que confirmaría el régimen autonómico como excepción.
No hay que cambiar nada. Bastaría con sacar las mesas a la calle.
U