ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

MADRID REFLEXIONA

Madrid tiene una realidad que la convierte en el símbolo de una forma de vivir que va más allá de la caña y la terraza, sustancial­mente basado en la libertad, social y económica

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AMadrid le vendrá bien la jornada de hoy, que será para muchos de sus ciudadanos más de descanso que de reflexión, después de dos semanas de una campaña tensa como pocas. Pero Madrid tiene mucho que reflexiona­r, porque esta vez tiene a su favor que los proyectos que confrontar­án mañana en las urnas están definidos por trazos bien gruesos. Comenzó la campaña con mensajes que a primera vista podrían parecer simplifica­dores, como «libertad o comunismo», por un lado, y «democracia o fascismo», por otro. Sin embargo, puestos a reducir el discurso a eslóganes, la campaña ha demostrado que hay mucho de verdad en el antagonism­o entre la visión liberal de Díaz Ayuso y la pulsión intervenci­onista de los líderes de la izquierda. El filtro para la verborrea de mitin es la realidad que ven los ciudadanos. Y Madrid tiene una realidad que la convierte en el símbolo de una forma de vivir que va más allá de la caña y la terraza, sustancial­mente basado en la libertad. Aquí es donde la izquierda ha ido fallando días tras día en sus ataques a Ayuso, porque no ha sabido distinguir entre Madrid y su Gobierno, de manera que las críticas a la presidenta madrileña se han percibido como críticas al modelo que los propios madrileños se han dado a sí mismos. Por esto mismo, por esa bipartició­n ideológica, para el arco político del centro-derecha y de la derecha, las elecciones de mañana pueden ser un punto de inflexión para empezar a pensar en un proceso ordenado de reunificac­ión, recuperaci­ón y renovación.

Lo inmediato es votar mañana. De Madrid ha dicho la izquierda que vive en una «dictadura», incluso que «no es segura para las mujeres». Se ha tachado su dinamismo económico como un privilegio para ricos, y sus libertades educativas se descalific­an como cotos privados de la clase alta. Se silencia su pujanza en la creación de empleo, cuando todo alrededor es caída, y muchos de los que se nutren –en el sentido estricto del términodel pulso cultural de Madrid se transforma­n en ‘abajofirma­ntes’ contra un ‘infierno’ del que, por otro lado, no se van. Tanto diagnóstic­o apocalípti­co acaba tapando la realidad de muchos problemas sociales y económicos que hay en Madrid, como pasa en todas las regiones pujantes, cuya capacidad de atracción a veces supera su capacidad de integració­n. Pero la izquierda ha querido jugar la baza de la caricaturi­zación de Madrid como un espanto para la clase trabajador­a, las mujeres y los jóvenes, abandonand­o un mínimo respeto por la verdad, a cambio de atacar con todo a Isabel Díaz Ayuso. No ha explicado la izquierda por qué el desarrollo del Estado autonómico, tan esperado por tantos como la revancha al ‘madrileñoc­entrismo’ tradiciona­l, ha llegado al punto de colocar a la Comunidad de Madrid y a su capital como sinónimos de progreso social y económico, tierra acogedora para empresas, directivos, trabajador­es y estudiante­s. No ha explicado la izquierda por qué, si en Madrid se vive tan mal, lleva gobernando el centro-derecha más de un cuarto de siglo.

La furia intervenci­onista y revanchist­a de la izquierda madrileña ha marcado la campaña electoral y ha retratado los riesgos que corre Madrid. El menor de ellos es que el PP pierda el poder a partir de mañana por la noche. El mayor riesgo es el que corren los ciudadanos madrileños, invitados hoy a reflexiona­r sobre cómo ser responsabl­es con sus propio futuro, el de sus trabajos, empresas y familias ante el dilema que tienen mañana en las urnas. En Madrid hay mucho que hacer, muchas cosas que mejorar, pero también mucho progreso conseguido que conviene conservar y que es fácil perder según quién gobierne.

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