ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

«Quería ser operario de telefonía. Esa era mi pasión»

Juan Arroyo. Operador de radio en Molina de Aragón

- F. RAMÍREZ

Juan Arroyo del Sol — casado con María de la Paz, padre de tres hijos y con seis nietos—, recuerda que entró a la empresa más importante de telefonía en el año 1969, dejando su puesto de maestro nacional por oposición, que ejercía en Recas (Toledo), para presentars­e a cursos de mecánico y de operador en esta importante empresa. Tras terminar, lo llamaron de Telefónica y comenzó a trabajar en Molina de Aragón (Guadalajar­a).

Así arranca su relato laboral este hombre, que se prejubiló en el año 2000 (cuando llegó el euro). Dice que pasaba días y días solo en las estaciones de radio, en las que vivía prácticame­nte. Y entre risas — afirma— que el tiempo no se comportaba muy bien en aquella época. En muchas ocasiones tuvo que subir con raquetas de nieve, porque la zona era como una Filomena constante. Y de eso ya saben los españoles tras la tormenta del pasado mes de enero.

«En Molina había dos celadores que atendían la telefonía básica, pero mi labor era atender las estaciones de Mazarete y Labros», dice para explicar que su cometido era que la tensión se mantuviera en los 48 voltios. Vigilar el equipo de alimentaci­ón, las baterías...

Al escuchar a Juan contar tantas vivencias y recuerdos que padeció en esa estaciones de radio — ubicadas en lo alto de la montaña— no se puede uno imaginar cómo serían esas jornadas que arrancaban a las siete de la mañana y terminaban a las tres. «Aunque siempre disponible, por lo que pudiera ocurrir», remarca el operario.

«A veces subía andando, otras veces me recogía un taxista. Pero no puedo negar que me gustaba ser operario de Telefónica. Esa era mi pasión. Desde joven me gustaban las telecomuni­caciones, pero, por una cosa u otra, nunca lograba ponerme a ello», rememora. No posee fotos en su puesto de trabajo porque «como estaba siempre solo, no se me ocurrió llevar una cámara de fotos».

La nieve, su compañera

Juan explica que cuando subía a la estación de radio, su familia no sabía la hora a la que iba a regresar porque se podía encontrar cualquier incidente inesperado y su rutina cambiaba. «Coincidió esa época en que caía mucha nieve. Eran Filomenas constantes y la empresa me hizo llegar un equipo de montaña: botas, raquetas, abrigos, dadas las circunstan­cias. Era un anorak muy guapo que servía para la nieve y la lluvia. Para lo que hiciera falta», asegura. Luego, llegaría el Range Rover para hacer frente a una climatolog­ía tan adversa que, a veces, era toda una aventura llegar a la estación.

Los recuerdos se mezclan. Habla de su vida actual, en Guadalajar­a, para volver a su época como responsabl­e de dos estaciones de radio. Una noche — cuenta— con una climatolog­ía muy mala, Juan tuvo que subir a Labros porque estaba bloqueada. Llegó pasadas las once de la noche, tras superar varios obstáculos. Se puso manos a la obra y dejó el vehículo en marcha. Los 27 grados menos cero que había en el exterior se encargaron de hacer el resto. A las seis de la mañana se acordó de su coche y salió para apagar el Range Rover...

Y continúa. La tarea tomaba más tiempo del previsto, pero a las siete y media de la mañana se dispuso a volver a su casa. «Empecé a bajar y el coche no se calentaba. Tuve que ir parando, poco a poco», explica. «Así que cuando llegué a Hinojosa, llamé a Joaquín (un celador) y le dije: vamos a hacer un brasero y lo metemos debajo del coche. Nos dimos

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