ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Esperando la ola de toda la vida
Decae el estado de alarma y pese a las restricciones y normas que aún salpican las comunidades autónomas, cada una con sus medidas, los españoles han comenzado a ensayar
cómo será el próximo verano. Y como ocurre siempre, la población se dividirá entre quienes crean que esto vuelve a ser jauja y los que aún sospechan que queda un trecho para dejar atrás la odiosa ‘nueva normalidad’ decretada hace un año por el presidente del Gobierno. Es de esperar que los segundos sean muchísimos más que los primeros, aunque viendo el trajín de fiestas ilegales que cada fin de semana se han descubierto durante el estado de alarma conviene no ser del todo
optimistas. Se trata de esperar pacientemente a que llegue la ola, la
buena, la de toda la vida.
No hay nada en la biografía de Isabel Natividad Díaz Ayuso que hiciera imaginarla a los 42 años un pelotazo electoral capaz de disparar al PP al cielo de Madrid, que le predicaran virtudes de ‘dama de hierro’ –esa irreductible Margaret Thatcher...– o que el ‘Financial Times’ la tildara de «fenómeno».
Ensalza el periódico salmón más influyente del globo su «mensaje ideológico claro» y su «carisma». Uf. Directa a La Moncloa, se ha repetido esta semana. Pero por entendernos, no se trata aquí de leerle la cartilla ni el futuro, que bastantes doctores tiene ya la bola de cristal todotertuliana, sino de lo contrario. De asomarse a quién era Isabel antes de ser Ayuso, la de los titulares de portada, y comprobar que se trata de «una mujer imperfecta que nunca ha querido ir de otra cosa». Ni icono de telegenia ni discursos de lata. «Sin miedo y sin complejos». Esa que «se trastabilla hablando, vuelve a empezar», se le va el santo al cielo o suelta una perla que hace palidecer los disparates de ‘El Mundo Today’. Esa es.
Bien mirado, se han ahorrado los estrategas tener que ‘humanizarla’ metiéndola en hora punta en el ‘Sálvame’ de Telecinco, como al Pedro Sánchez de los comienzos. En su entorno privado, laboral, académico, los consultados –a los que pertenecen los elogios a lo común de párrafo arriba– coinciden en que lo que se ve es lo que hay. Son amigos y no tanto, los últimos deslizan que eso que se percibe es también ausencia de «solidez intelectual» –«rascas un poco y no hay nada», dicen–, algo que, según aseguran, Isabel compensó con enorme ambición y artes de ‘apparatchik’ en su escalada por las entretelas del partido. Hasta su designación en enero de 2019 como candidata a presidir la Comunidad y de ahí a la fama y los focos. Así es que si no gusta, parece que no hay otra. A 1.620.213 votantes, datos provisionales, sí les ha convencido. Son más de los que ha sumado toda su izquierda adversaria junta.
Lo que se ve
No nos engañemos. Si la ganadora de este 4-M fuera una líder natural de cerebro superdotado, se notaría y si tuviera un pasado de pendenciera y misas negras, ya se lo estarían cobrando. No hay sorpresas. Lo más trepidante que puede sonsacarse de su historia anterior le habría traído quebraderos de estar en la carrera a la Casa Blanca, pero no en España, y es un exmarido oculto. La presidenta Ayuso que se queja de seguir soltera porque el mercado de novios está « muy mal » tras romper con su única pareja conocida, Jairo Alonso, es divorciada. Como una reina. Estuvo casada entre 2007 y 2011 con Sergio Hernández de la Torre Durbán, de estirpe bien de Almería, director de una empresa de organización de eventos y vinculado al campo de golf ‘ El Encín’ en Alcalá de Henares. Allí, por cierto, el día de las elecciones se celebró torneo grande de campeones «con los mejores de la temporada». Ella le sigue a él en Twitter (no es recíproco) y su entorno pasa palabra a velocidad punta cuando se aborda lo sentimental. Qué le importa a nadie. Lo normal.
Porque en privado y en público, quienes han tratado a Isabel cuando solo era Isabel la retratan así, «normal. Muy normal». Lo han repetido todas
Una mujer imperfecta que nunca ha querido ir de otra cosa. Sin miedo a no gustar y sin complejos, se buscó la vida y, en el PP, la atención de los jefes. Hoy es una de ellos
Elogio de la normalidad
Todas las fuentes recurren al calificativo «normal». Para algunos es lo que la ha distinguido a ojos de un electorado harto de políticos prefabricados con discursos de lata las fuentes, sin fallar una. Habrá que ver lo que cada uno entiende como tal.
Por hacer un recorrido exprés, ella se cría en el castizo barrio y no menos pequeñoburgés donde sigue viviendo, Chamberí, con un hermano mayor, Tomás, hijos de Leonardo y Mabel, él entregado sin fortuna a los negocios y ambos naturales de Sotillo de la Adrada (Ávila). Donde el abuelo tenía un bar, ‘La laguna’ –ay, esa apuesta hostelera en el fragor de la pandemia– y la Ayuso de hoy sigue manteniendo un vértice vital. La casa por la que –cuentan los amigos de la niñez y los veranos con los que comparte descansos, confidencias y grupo de whatsapp– pasaba todo el pueblo, abierta de par en par de pura hospitalidad.
«Es espontánea, muy divertida, cariñosa… Está pendiente de nosotros, una tía normal y corriente», insiste alguien de ese círculo íntimo «de toda la vida», que revela que siempre pensó que Isabel «escribiría un ‘ best seller’». «Tiene mucha capacidad de persuasión», añade. Por ella se engancharon a la transgresión de ‘Depeche Mode’, tiene su símbolo tatuado en la muñeca. Y ya. No quieren protagonismo.
Por lo visto, Isabel nunca lo pretendió tampoco. Lo constata quien en su colegio, el católico concertado ‘Blanca de Castilla’, el mismo en que se educó Manuela Carmena, fuera su profesor y director del centro, Manuel Diéguez. «No buscaba destacar», dice. Y no, no fue una estudiante brillante, de hecho acabaría repitiendo primero de BUP. Pero cita el maestro que redactaba textos de particular «sensibilidad social» para la revista trimestral y que, estando aún en la EGB, escribió y envió «una carta a Felipe González porque no estaba de acuerdo con algunas cosas… y recibió respuesta». No parece muy normal. Quizás valga a los demiurgos para interpretar que apuntaba a lo que luego Ayuso, la de los te
En el nombre del padre
Hombre «con mucho –demasiadodemasiado– caráctercarácter, pero sobre todo honrado», le ha defendido ella, también para defenderse a sí misma de sospechas de corrupción
En EGB, envió una carta a Felipe González. Su tesina fue sobre la comunicación en el PP de Aznar, obra de Miguel Ángel Rodríguez
Su ex es Sergio Hernández de la Torre, empresario vinculado a un campo de golf en Alcalá. Ella le sigue en Twitter. No es recíproco
tarias, en los que, cuando solo era Isabel, ella reconoció «el movimiento podemita y era lo mismo que ahora: siempre montando huelgas, intentando paralizarlo todo».
En ese espíritu de lucha suyo –que también menciona su gente de Sotillo–, como en la salida temprana del hogar, hay un sustrato amargo, el de la relación con un padre exigente y de personalidad muy marcada. Falleció en 2014 víctima de demencia senil. «Elegante, austero, con mucho –demasiado– carácter pero sobre todo, honrado», le defendería ella, ya estando en lo más alto del PP de Madrid, para defenderse también a sí misma de sospechas de corrupción que enfangaron su investidura. No es lo único que ha tenido que sortear. Malabares le ha costado distraer de sus lealtades más molestas – Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes fueron sus jefas– y a la par declararse orgullosa de la gestión de las dos.
Sin el descaro vitriólico de la primera ni el chic progre de la segunda, y exenta del pedigrí superior de Alberto Ruiz-Gallardón, algo debió de confluir en la Isabel anónima para terminar alcanzando el poder como ellos. Mucho antes, para que se apuntara a las Nuevas Generaciones del PP en 2005.
Ecuador e Irlanda
Isabel viaja a Ecuador a trabajar durante la carrera y a Irlanda tras licenciarse. Se pagó los estudios. Hiló contratos precarios hasta fichar por el PP