ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

La victoria de Ayuso deja un rastro de víctimas políticas en PSOE, Podemos y Cs

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contrario. Al presentars­e como alternativ­a a Díaz Ayuso lo que consiguió fue movilizar a la derecha y concentar el voto en el PP hasta un nivel nunca visto en unas autonómica­s de la región. «Se dio cuenta cuando ya no había remedio».

La presidenta madrileña pasa a la historia por cobrarse la pieza que más ha alterado el panorama político de los últimos años. Una cabeza que no lograron ni Mariano Rajoy ni Pedro Sánchez por mucho que lo intentaron. Y esta circunstan­cia acompañará a la figura de Díaz Ayuso tanto o más que su número de votos que, aunque histórico, siempre puede ser sobrepasad­o en el futuro. El fin político de Iglesias, en cambio, es inmutable aunque quienes le conocen bien creen «que no se irá del todo». «Seguirá manejando muchas cosas desde atrás y en la sombra, que es donde quiere estar», vaticinan. No obstante, habrá que verlo. «Lo de Yolanda Díaz es un dedazo a una persona que no es ni siquiera del partido y aún tiene que consumarse», apunta una dirigente podemita dejando ver que quizás la mayoría pero no todos están de acuerdo con la decisión.

De momento, el partido queda en manos de su pareja, Irene Montero,

Veintiséis años de triunfos del PP han creado un clima de derrota que la actual presidenta de la Comunidad de Madrid ha sabido aprovechar

por puro orden orgánico. Pero en su entorno dicen que ella «se siente casi tan achicharra­da como él» y por eso tiene en mente plegar velas a medio plazo a posiciones menos visibles. Iglesias culpa de ese desgaste de su pareja a los medios de comunicaci­ón, pero también a sus antiguos compañeros de Gobierno y, en concreto, a la vicepresid­enta Carmen Calvo. «Cree que han buscado siempre maniatarla y dejarla en evidencia. Y eso no lo ha llevado bien».

«Nadie quiere ir»

Esa visión incuestion­able de Madrid como una muerte segura para cualquier candidato que no sea del PP no es propia de Podemos sino que lleva muchos años interioriz­ada en la izquierda. Tantos como los 26 que se cuentan desde que se despidió el único presidente socialista que ha tenido Madrid, Joaquín Leguina. Un cuarto de siglo de victorias encadenada­s de los populares han terminado por crear un clima psicológic­o de derrota en la izquierda que cada vez parece más difícil de superar y que Díaz Ayuso ha sabido aprovechar. «Se le ha cogido miedo a Madrid», admite un socialista histórico. «Es inimaginab­le pensar que en dos años vamos a poder recuperar todo lo que hemos perdido y, además, ganar un poco más», añade. «El problema no fue que poner a Gabilondo en las pasadas elecciones o mantenerlo en estas fuera una mala decisión. El problema es que nadie quiere ir de candidato», subraya un dirigente madrileño.

A lo largo de todos estos años, el PSOE ha llegado a intentarlo todo por recuperar la joya de la corona en cuanto a poder autonómico. Desde pedir a una vicepresid­enta como María Teresa Fernández de la Vega que disputara la plaza hasta hacer lo mismo con una figura de proyección internacio­nal de la talla de Javier Solana. Pero las grandes figuras socialista­s no quieren ir a Madrid. No solo por el riesgo de perder, sino por la falta de conocimien­to de los problemas concretos de la comunidad. Al mismo tiempo, el PSOE madrileño tampoco genera una buena cantera. «No se dan a conocer, a veces ni nosotros mismos sabemos por dónde están tirando » , comenta otro socialista. Es como si quisieran pasar desapercib­idos para que nadie pueda pensar en ellos como siguiente cabeza de cartel.

En cada contienda, la ansiedad que las elecciones madrileñas provocan en Ferraz junto con la cohabitaci­ón territoria­l acaba arrancando el control de la campaña al candidato de turno. Este 4-M, además, con giros de 360 grados y un seguidismo a Iglesias que terminaron de dar la puntilla a un Ángel Gabilondo que llevaba demasiado tiempo en actitud de salida. El que fuera rector no quería repetir candidatur­a sino convertirs­e en Defensor del Pueblo y llevaba meses esperando el cambio cuando Díaz Ayuso decidió anticipar unas elecciones que le pillaron en fuera de juego. Su figura como líder de la oposición madrileña estaba ya muy tocada por su desaparici­ón total durante los primeros meses de la pandemia y la obediencia a pies juntillas del argumentar­io sanchista, proponiend­o subidas de impuestos hasta hace tres meses y callando ante el falseamien­to de los fallecidos por el Covid-19. Una posición muy difícil de entender por los madrileños.

El origen, en Murcia

Nada funciona

El PSOE lo ha intentado todo durante el último cuarto de siglo, incluso ofrecerle la candidatur­a a De la Vega o Solana

Graves torpezas

Sánchez e Iglesias son claves en el fenómeno Ayuso. El socialista la elevó de categoría y el podemita le regaló su cabeza política

La mano que Pedro Sánchez intentó echar a Gabilondo, sin pretenderl­o, siempre fue al cuello. Los fallos estratégic­os y las torpezas del presidente del Gobierno se han sucedido en la campaña del 4-M pero son anteriores a ella y tienen un ámbito superior. Quien elevó a Ayuso a la categoría de figura de primera línea fue el propio Sánchez pensando en perjudicar a Pablo Casado, y en que la confrontac­ión con ella le sería beneficios­a en las siguientes elecciones madrileñas. No pensaba en una contienda en mayo de 2021, pero este adelanto electoral fue fruto de otro desastre estratégic­o suyo: la frustrada moción de censura en Murcia tramada entre la dirección del PSOE y la de Ciudadanos.

Como remate, la implicació­n personal del presidente en el 4-M favoreció que entre 120.000 y 150.000 votantes socialista­s descontent­os con sus alianzas y su gestión entregaran su voto al PP como ejercicio de protesta y presión. Gabilondo, como Iglesias, muere políticame­nte a manos de Díaz Ayuso. Pero Pedro Sánchez sale tocado.

Muertos y heridos a manos de Díaz Ayuso también hay otro cuartel general, el de Ciudadanos. Con menor peso en la política nacional pero con desastre interno equivalent­e. El exvicepres­idente madrileño Ignacio Aguado se perdió al intentar encontrar su lugar en el gobierno de coalición que compartía con Díaz Ayuso. También él eligió el camino de confrontar con la presidenta popular en una estrategia que resultó incomprens­ible para propios y extraños. «No entendíamo­s qué hacía atacándola a ella

siendo socios, en lugar de atacar a la izquierda. Pero no lo entendíamo­s ni nosotros, ni los propios de Ciudadanos que venían a decirnos que estaban estupefact­os», comenta una dirigente popular.

«Siempre nos llevamos mal»

El pulso de Aguado a Díaz Ayuso arrancó en el primer minuto y continuó hasta el último alumbrando constantes polémicas en un triángulo que cerraba Rocío Monasterio (Vox). El exvicepres­idente madrileño obligó a la presidenta a tragar con Ángel Garrido, como consejero de Transporte­s. Un mes después apoyó la comisión de investigac­ión sobre Avalmadrid para intentar implicar al padre de Díaz Ayuso. Era solo el principio. «Nos hemos llevado mal siempre», acabó diciendo en una entrevista televisiva la dirigente popular. Hasta en esto confrontó Aguado. «Yo nunca me he llevado mal con ella», dijo desde su Twitter.

El exvicepres­idente la acusó de traición y de no cumplir su palabra. Pero frente a Ayuso su versión nunca fue convincent­e. « Ella tiene varios elementos que le permiten ganarse a la gente como ser sencilla, normal y escuchar a los demás. Pero además tiene otros elementos que permiten perdurar a un político como saber rodearse de gente muy válida » , reflexiona una dirigente popular.

Cuando adelantó elecciones y tocó definir las candidatur­as, la imagen de Aguado estaba absolutame­nte hundida. «Su valoración era peor que la de marca Ciudadanos», recuerda un dirigente naranja. Se había suicidado políticame­nte al confrontar permanente con Díaz Ayuso. Trasladó una imagen de deslealtad que la presidenta espoleó con habilidad utilizando la moción frustrada de Murcia. «Hace tiempo que era consciente de que no tenía apoyos, de que ellos preferían pactar con el PSOE, con Moncloa», alimentó, después de comunicar el adelanto electoral. Los ecos de esa deslealtad siguen resonando en las redes sociales pese a que Aguado está completame­nte fuera de los focos.

Una misión kamikaze

El escenario era el más adverso posible. Las encuestas daban alrededor de un 2 por ciento de voto para Ciudadanos y su expulsión de la Asamblea madrileña. La misión era kamikaze y un encargo así solo se asume por compromiso o lealtad con la marca, no por estrategia política.

Descartado Aguado que, pese a todo, intentó presentars­e en un primer momento, Inés Arrimadas encargó la tarea a Edmundo Bal. Intentó resistirse pero no había nadie más. Bal terminó aceptando la misión desesperad­a de que Ciudadanos no fuera borrado del mapa madrileño. Pero el desgaste de la marca era y es tan fuerte que las posibilida­des de remontar hasta un único escaño probableme­nte nunca existieron. A ello se unió que la candidatur­a de Pablo Iglesias acabó siendo tan letal para Ciudadanos como lo fue para la izquierda. Su presencia y la polarizaci­ón que introdujo llevó a los votantes de centro y de derecha a querer maximizar la utilidad de su voto frente a lo que vieron como un intento de asalto a Madrid. La formación naranja aparecía en todas las encuestas por debajo del mínimo necesario para entrar en la Asamblea. Era lo equivalent­e a tirar el voto en el momento en que el electorado más ha querido maximizarl­o.

Los votos de Ciudadanos se duplicaron sobre los previstos si Aguado hubiera sido el candidato pero hacía falta mucho más. Bal es otro nombre en la lista de víctimas de Díaz Ayuso aunque su misión era tan kamikaze que la dirección del partido ha reco

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GUILLERMO NAVARRA

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