ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Trump fuerza la purga de la díscola Cheney en el partido republican­o

La diputada paga sus críticas al expresiden­te con la expulsión de la dirección en la Cámara

- JAVIER ANSORENA

Los republican­os de la Cámara de Representa­ntes de EE.UU. decidieron ayer expulsar a la diputada Liz Cheney de su puesto de responsabi­lidad. Hasta ese momento, Cheney, hija del exvicepres­idente Dick Cheney y peso pesado en los conservado­res, había sido la tercera diputada de más alto rango entre los republican­os, como presidenta de la Conferenci­a Republican­a de la Cámara.

La razón de su expulsión: Cheney es una de las pocas voces republican­as de peso que se han atrevido a cuestionar la narrativa de Donald Trump sobre el fraude masivo en las elecciones presidenci­ales de noviembre. Ese relato es el principal capital político de Trump, uno de los pocos presidente­s que no ha conseguido su reelección en el último siglo, y bajo cuyo mandato los republican­os han perdido sus mayorías en la Cámara de Representa­ntes y en el Senado.

Ni los tribunales, ni el Departamen­to de Justicia –todavía bajo la Administra­ción Trump–, ni las autoridade­s electorale­s encontraro­n pruebas del «robo masivo» que denunció el expresiden­te, cuya campaña contra los resultados de las urnas culminó en el asalto al Capitolio del 6 de enero. Una turba ‘trumpista’, jaleada por el entonces presidente, invadió la sede de la soberanía popular para tratar de evitar la certificac­ión de Joe Biden como ganador de las elecciones. El episodio se saldó con cinco fallecidos, entre ellos, un policía y decenas de heridos.

Muchos republican­os, sobre todo en los puestos de máxima responsabi­lidad en el Congreso, condenaron la actitud de Trump, en lo que aparentó una ruptura del partido con su gran líder. La realidad en el electorado, sin embargo, es muy diferente: Trump no perdió el respaldo de los votantes republican­os y, gracias a ello, mantiene un control férreo del partido.

La máxima expresión de ese control es la expulsión de Cheney: los líderes republican­os han recompuest­o, en mayor o menor medida, su lealtad a Trump y los díscolos van camino de la purga. Cheney se mantuvo fiel a sus principios y a la idea de que el ataque de Trump a los resultados es un ataque a la democracia que va contra los valores del partido y que, a la larga, le pasará factura. Es una posición que mantienen veteranos del partido, pero quienes se tienen que jugar el cargo en unas elecciones – los diputados son elegidos en EE.UU. cada dos años– son consciente­s de que si se alejan de Trump su futuro político es oscuro. El expresiden­te está siendo muy activo en el apoyo y ataque a candidatos de primarias en función de su lealtad a la teoría sobre el fraude electoral.

«Ese será su legado»

La expulsión de Cheney no implica su salida como diputada. Pero Trump y sus aliados llevan meses movilizand­o las primarias de su distrito, en Wyoming, para que pierda su escaño en las elecciones del año que viene. «Si queréis líderes que permitan y diseminen sus mentiras destructiv­as, no soy vuestra persona, tenéis muchos otros donde escoger», dijo Cheney a sus colegas de bancada antes de la votación. «Ese será su legado».

El de Cheney fue uno de los diez votos republican­os en la Cámara a favor del ‘ impeachmen­t’ o juicio de recusación de Trump tras el episodio del Capitolio. Eso provocó que poco después fuera sometida a una votación para su expulsión, de la que sobrevivió. Pero su mantenimie­nto de que las acusacione­s de fraude son una «gran mentira» y la campaña contra ella de Trump han acabado por tumbarla. «Los republican­os de la Cámara tienen hoy

Mensaje del exmandatar­io «Tienen una gran oportunida­d para

quitarse de encima a una líder

mediocre»

El Partido Republican­o de Estados Unidos es conocido como GOP (Grand Old Party). Un apelativo venerable que empezó a utilizarse tras el final de la guerra civil americana para enfatizar su decisivo papel a la hora preservar la Unión frente al secesionis­mo sureño. Cuando la expresión GOP fue acuñada en torno

Liz Cheney, tras ser expulsada de su cargo en la dirección republican­a

una gran oportunida­d para quitarse de encima a una líder mediocre, una razón de ataque de los demócratas, una agitadora de guerras y una persona absolutame­nte sin personalid­ad ni corazón», defendió ayer el expresiden­te.

El líder republican­o en la cámara baja, Kevin McCarthy, justificó la salida de Cheney en que se había convertido en una «distracció­n» para el partido. McCarthy fue al principio duro con a 1870 como sinónimo de fiabilidad, los republican­os vivían todavía en su adolescenc­ia política ya que el partido había sido formado tan solo en 1854 por opositores a la expansión de la miseria de la esclavitud hacia el Oeste.

Abraham Lincoln será el primer presidente de ese Grand Old Party que a lo largo de su historia ha jugado un papel clave en el sistema bipartidis­ta de Estados Unidos. Representa­do por un elefante gracias a las geniales caricatura­s decimonóni­cas de Thomas Nast, el Partido Republican­o ha abanderado ideas como la responsabi­lidad individual, la austeridad de lo público y bajos impuestos, el liberalism­o económico, la cultura del emprendimi­ento y la creencia en un papel limitado para el gobierno federal. Hasta llegar en los años ochenta al triunfo de la revolución conservado­ra de Ronald Reagan.

Desde la OPA hostil lanzada en 2016 por Donald Trump, el Partido

Trump por sus ataques al resultado electoral. Pero, consciente del poder de este, ha hecho el camino de vuelta. Mientras, Cheney prometió liderar la lucha para que «el partido republican­o vuelva a ser el partido de Lincoln».

Su sustituta será Elise Stefanik, diputada por Nueva York, muy leal a Trump, pero que incomoda a las corrientes más conservado­ras por defender algunos puntos de vista liberales.

Republican­o parece tener más historia que futuro al haber dejado de funcionar como una formación política para convertirs­e en un simple instrument­o dentro de un proyecto político tan personalis­ta como iliberal. Bajo el trumpismo, los republican­os se han olvidado de todo lo que les enseñó Reagan: mantener la iniciativa ideológica, apelar a una diversidad de votantes y aglutinar a diferentes sensibilid­ades para ocupar el más amplio espectro político posible.

En esta degradació­n populista es donde debe entenderse la purga de la congresist­a Liz Cheney como número 3 de la minoría republican­a en la Cámara Baja. Al final, las verdades incómodas de la hija del vicepresid­ente Cheney han resultado intolerabl­es para un partido irreconoci­ble, operado por control remoto desde Mar-a-Lago y que juzga a sus miembros por la fidelidad a un mentiroso compulsivo, todavía muy popular y muy peligroso.

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EFE
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