ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Sally Buzbee La nueva directora de ‘The Washington Post’ no es noticia

Es la primera mujer que dirige el célebre periódico estadounid­ense, pero su caso no es único en el país. Otras periodista­s han guiado medios tan importante­s como ‘ The New York Times’ o ‘ USA Today’

- JAVIER ANSORENA

l aforismo ‘no news is good news’ sirve para el que espera la llamada del médico tras un análisis y para el reportero remolón. ‘Que no haya noticia es una buena noticia’. También para asuntos como el nombramien­to de la nueva persona que estará al frente de ‘ The Washington Post’, uno de los grandes periódicos estadounid­enses. La elegida es Sally Buzbee, que se convertirá el próximo 1 de junio en la primera directora del rotativo de la capital estadounid­ense desde su fundación en 1877.

Pero el hecho de que Buzbee sea mujer ya no es, sin embargo, una gran novedad en los grandes medios de EE.UU. En el otro gran periódico estadounid­ense, ‘ The New York Times’, Jill Abramson se convirtió en su primera directora en 2011 (dejó el cargo en 2014). Hay muchos otros ejemplos: Joanne Lipman estuvo al frente de ‘USA Today’, el periódico con más tirada del país; varias mujeres dirigen grandes periódicos regionales –Aminda Marqués González, el ‘Miami Herald’ o Nancy Barnes, el ‘Houston Chronicle’–, canales de noticias como ABC News, MSNBC y CBS News están liderados por mujeres –Kimberly Godwin, Rashida Jones y Wendy McMahon, respectiva­mente–, así como el canal público de televisión – PBS, con Paula Kerger– y muchas plataforma­s informativ­as digitales que han ganado peso en los últimos años: ‘ The Huffington Post’, ‘ Vox Media’, ‘Mother Jones’, ‘BuzzFeed’ o ‘ The Intercept’ tienen jefas en lo alto de la jerarquía.

EUna larga carrera

La propia Buzbee, de 55 años, es un ejemplo de ello. Llega a ‘ The Washington Post’ después de haber sido la máxima responsabl­e en The Associated Press (AP), una de las principale­s agencias de noticias del mundo. Lleva en ella desde 1988, cuando empezó a elaborar crónicas como reportera en Topeka, Kansas, no demasiado lejos de donde se crió. Nació en el estado de Washington, en la costa Oeste, pero su familia se trasladó a Kansas, donde su padre editó y dirigió periódicos locales.

Su ascenso en AP le llevó hasta ser responsabl­e de la oficina de Oriente Medio, con base en El Cairo, desde donde dirigió la cobertura de la guerra de Irak y otros conflictos regionales. Su paso por ese polvorín geoestraté­gico afianzó su compromiso con el periodismo. «Gané coraje cuando fui a Oriente Medio», ha dicho. «Y no me refiero al coraje físico, sino al coraje de buscar el mejor periodismo. Ahí es cuando supe que estaba en esto a largo plazo».

Sally Buzbee, la nueva directora de ‘ The Washington Post’

Buzbee llega a un periódico en forma. Lo compró en 2013 el fundador de Amazon y uno de los hombres más ricos del mundo, Jeff Bezos, con una apuesta clara: el reporteris­mo de siempre y la expansión en el nuevo entorno digital. Desde entonces, el ‘Post’, hasta entonces un periódico prestigios­o –célebre a nivel mundial por su cobertura del escándalo de Watergate que provocó la dimisión del presidente Richard Nixon– pero de presencia limitada, no ha dejado de crecer. En todos los sentidos: Bezos duplicó su plantilla, hasta tener más de mil periodista­s en la redacción, y pasó de ser el séptimo más leído de EE.UU. a estar solo por detrás de ‘ The New York Times’ en suscriptor­es online. En 2017 tenía un millón, ahora son ya tres, y el periódico es rentable.

A Buzbee no le asustará el reto: viene de liderar un gigante mundial de la informació­n, con las 250 oficinas en 99 países que envían crónicas de AP y que surte con teletipos a 15.000 medios de todo el planeta. Tampoco se sentirá sola en su responsabi­lidad: seis de los diez puestos de máxima responsabi­lidad en la redacción del ‘Post’ están ocupados por mujeres.

En la marabunta que quiere matar el bicho invisible con cubitos de hielo y sustancias hidroalcól­icas sin destilar de esas que anestesian el hígado, se puede medir la cuota de idiotas que hay ahora mismo en España. Siempre se ha dicho que aquí no cabe un tonto más y que, si entra uno por Galicia, se cae otro al mar por Almería, pero esa medición era a ojo de cubero, al puñado. Ahora, en cambio, la cuenta es exacta. Basta con examinar las imágenes de las bullas pandémicas para tener la estadístic­a actualizad­a de la insensatez, que lleva a varias reflexione­s pastoriles. La primera es que toda esa burricie sale de la manivela de la educación pública, históricam­ente exenta de consenso político y, por ende, de valores. La otra es que no tendría que ser necesario prohibir lo que ya prohíbe el sentido común. Y la última es que el nivel de la clase política no es superior al de los imprudente­s del botellón.

El pendulazo de Sánchez con el estado de alarma parece decidido en un cursillo de mago. Nada durante meses y, de repente, todo. La restricció­n de libertades sin control parlamenta­rio era una barbaridad. Desentende­rse del asunto es otra. Un buen gobernante permite y vigila, no se quita del medio nunca. Lo que pasa es que al presidente le ha resbalado siempre la pandemia. Como a los de la botellona. Señaló el 9 de mayo como si fuera la bruja Lola, sin ningún criterio epidemioló­gico y avizorando la evolución del virus en su infalible bola de cristal. Y sin tener en cuenta la incidencia actual, ha cumplido su augurio. Porque él no estaba en el lío sanitario, estaba en su rol de profeta. Y ahora, como si todos los españoles fuésemos miembros de la manada del cubito de hielo y el abrazo sin mascarilla, nos repite que el estado de alarma ya es historia. Los muertos de mañana son el pasado. Según él, sólo quedan 97 días para el porvenir de la inmunidad. Mientras tanto, los que no estamos vacunados pasaremos tres meses balando por los prados al acecho del lobo mientras los tribunales se comen el marrón con las leyes obsoletas que él no ha querido modernizar. O decide su eminencia o nadie. Sálvese quien pueda. Pedro nos espera tranquilam­ente con Marty McFly en el futuro.

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