ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Las termas imperiales de Toledo, un complejo único
El Consorcio va a abrir próximamente al público su último hallazgo, las piscinas frías del siglo II de la calle Navarro Ledesma, integradas en un laberinto romano de 3.000 metros bajo el suelo de la Ciudad Imperial
Cuando el arqueólogo Carmelo Fernández comenzó a trabajar sobre los restos romanos de un edificio del centro del Casco Histórico de Toledo no se podía imaginar que se encontraba debajo del complejo termal público más importante de España, del siglo II, y uno de los pocos que existen conservados en el mundo, similar a los del Norte de África. En un principio, en los años 80, se pensó que esta estructura laberíntica formaba parte del abastecimiento hidráulico de la ciudad, pero ya en 2004 se descubrieron las termas, en las que ahora se levanta el Centro de Recursos Culturales del Consorcio, en la plaza Amador de los Ríos. Desde entonces, se comenzó a sospechar de la importancia del hallazgo.
El Consorcio de la Ciudad de Toledo vio el potencial que tenían los restos y apostó por sacar a la luz el complejo termal, diseñando una clara estrategia y multiplicando los esfuerzos para llegar a acuerdos con los propietarios de los edificios colindantes, según explica a ABC el arqueólogo responsable del proyecto. En 2016 se produjo un punto de inflexión, cuando se encontró en una de esas viviendas un sátiro danzante, una gran obra de mármol que ahora se conserva en el Museo de Santa Cruz y que es una de las esculturas más representativas de la época romana que han aparecido en España. Carmelo Fernández recuerda la emoción que sintió cuando una compañera le avisó de que habían encontrado algo. «¡Salí pitando!», dice. Era consciente de su importancia, pero «cuando lo vi, no me lo podía creer». En esa casa se encontraron otros elementos arquitectónicos de gran valor y varios metros de galerías que, después, se ha conocido, que conectan con el último hallazgo, las piscinas frías bajo un edificio de la calle Navarro Ledesma, número 2. Es precisamente este espacio el que se va a mostrar en unos días en unas Jornadas de Puertas Abiertas que está diseñando el Consorcio para enseñar las piscinas y los restos de los revestimientos de mármoles que se conservan ‘in situ’. En este punto, el arqueólogo reconoce que estaba convencido de que el complejo termal continuaba en este edificio y, efectivamente, hace unos meses salió de dudas. «Era nuestra hipótesis y lo hemos encontrado; teníamos un poco de miedo por si luego no era para tanto», pero se ha confirmado y está claro, según los expertos, que se trata de uno de los complejos de termas públicos imperiales más importantes de España, con más de 3.000 metros cuadrados, incluyendo el antiguo edificio de Hacienda y Nuncio Viejo, y en el que aún queda mucho por descubrir porque «estamos ante un complejo con una gran simetría, en donde se reproducen las mismas estancias en un eje y en otro; es lo que se conoce en todos los modelos de termas imperiales, con baños, salas frías, templadas, calientes y con otros servicios añadidos, como la palestra, donde hacían ejercicios y hasta cocinas...». Es un complejo subterráneo que, si algún día se puede poner de acuerdo a todos los propietarios para visitarlo entero, «será una de las atracciones turísticas de Toledo más notable porque todo lo que hemos excavado es espectacular», un sueño posible porque, según dice, «nosotros técnicamente lo tenemos preparado para hacerlo visitable».
Los trabajos arqueológicos van a continuar ahora en la misma plaza de Amador de los Ríos, como anunció hace unos días la alcaldesa, Milagros Tolón, en donde existió el antiguo templo de San Juan de la Leche, que se derrumbó y que, según parece, pudo construirse sobre los restos de las termas.
Esta investigación demuestra que Toledo fue una gran ciudad en la época romana y también, aunque suene a tópico, que nunca deja de sorprender. «Llevo muchos años aquí y cada día me soprende más», dice Fernández.
En la piscina del ‘frigidarium’ se aprecian los revestimientos de mármol y se observan también las pinturas murales romanas, que aún están muy fragmentadas