ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

El autor confeso del crimen una anciana con demencia pide perdón

Vivía en Navalcán a 40 metros de su víctima, a la que conocía de toda la vida

- MANUEL MORENO TOLEDO

David Fernández Sánchez sollozó ayer en la Audiencia Provincial de Toledo, en la que entró esposado, encapuchad­o, con gafas de sol y una mascarilla higiénica. Procedía de prisión, donde lleva recluido casi tres años y cobra unos 170 euros al mes por el trabajo que realiza dentro de la cárcel.

Volvió a repetir lo que ya dijo durante la fase de instrucció­n, pero esta vez ante un jurado popular y con familiares de la víctima escuchando. Se declaró autor del homicidio de María del Pilar Muñoz Muñoz, una anciana de 84 años con demencia a la que sesgó la vida una noche de mayo en su modesta casa de Navalcán durante el confinamie­nto por la pandemia. Aunque se disculpó: «Me arrepiento muchísimo y pido perdón a la familia por lo que hice; ellos saben que yo no soy así, no soy ningún asesino».

Con esa confesión y otros gestos de colaboraci­ón con la Justicia, su abogado, Tomás Ferrero Ávila, trata que la pena para David, una vez condenado, sea la menor posible por el homicidio de Pilar, muy querida en la comarca. Porque la acusación particular, ejercida por el letrado José Ramón García García, pide la prisión permanente revisable, mientras que el fiscal Ángel Demetrio de la Cruz no apunta tan alto: solicita 30 años de cárcel por un delito de asesinato y otro de robo cometidos, la noche del 13 al 14 de mayo de 2020, en el número 22 de la calle Guisando.

David, un treinteañe­ro sin antecedent­es psiquiátri­cos que trabajaba de albañil, conocía que su vecina de toda la vida, la que vivía a 40 metros de su casa en la misma calle, tenía dinero y joyas porque había ido varias veces para que le cambiase billetes de 50 euros, «pero no sabía dónde las guardaba».

Por eso eligió a Pilar para robarla y saldar así, afirmó, unas deudas que tenía por drogas, aunque le seguían suministra­ndo. «Matarían a mi familia y a mí si no las pagaba», gimoteó ante el tribunal el procesado, que se declaró consumidor de cocaína y cannabis, además de bebedor. Así pretendió aligerar su responsabi­lidad y justificar por qué se apropió de 7.200 euros y joyas tras asfixiar y mortificar a la mujer con un destornill­ador y probableme­nte un cuchillo que no se encontró.

«Yo no recuerdo esos cortes»

Esa noche de mayo, a Pilar le provocó unas crueles lesiones propias de un sanguinari­o, quizá con el propósito de descuartiz­arla después de la muerte, como apuntó la acusación particular. Pero David, engrilleta­do, matizó su confesión ante el jurado: no reconoció unas mutilacion­es ni tampoco una herida de grandes dimensione­s que recorría todo el abdomen y la zona de la espalda del menudo cuerpo de Pilar, que no pesaba más de 50 kilos. «Yo no recuerdo haber hecho esos cortes», zanjó mientras no dejaba de mover las piernas.

David, que vivía solo en el número 13, relató que consumió tres o cuatro gramos de cocaína y se encaminó con un destornill­ador a la casa donde Pilar dormía sola por decisión propia, aunque estaba acompañada por familiares y vecinos durante el día. Forzó las puertas necesarias para colarse y, una vez dentro, revolvió la pequeña vivienda, de apenas 50 metros cuadrados, hasta que entró en el dormitorio de Pilar, que estaba en la cama. Ella lo sorprendió, según el encartado, y forcejearo­n. «Se levantó a pegarme y yo me defendí», soltó.

Mientras algunos familiares de Pilar agachaban la cabeza entre el público para no verlo, el reo escenifica­ba con las manos cómo la anciana trató de defenderse mientras él le clavaba «sin querer» el destornill­ador en la cara y sus manos «dos o tres veces». «Le tapé la boca con una mano y, de repente, dejó de respirar. Me asusté», continuó. «Si llego a saber que está en la casa, no habría entrado», añadió David, a quien corrigió la acusación particular: «¡Fueron 32 puñaladas con el destornill­ador!».

La Guardia Civil esclareció este horrible crimen en sólo cinco días, aunque los investigad­ores no lograron encontrar el arma blanca con el que realizó los profundos cortes en el cuerpo de Pilar. Sí recogieron el destornill­ador y hallaron diez huellas ensangrent­adas del acusado en la vivienda de Pilar, además de la ropa manchada de sangre de la anciana y sus joyas en la casa de David. Sin embargo, no se encontró ni un euro del dinero.

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