ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

«Decir que el PSOE acabó con ETA es falso e injusto con la sociedad española»

ABC acompaña a Rajoy en un día a pie de calle en Salamanca. Es optimista y elogia a Feijóo: «El PP está unido al 100%» Reivindica que ETA se disolvió al final de su Gobierno «sin hablar una sola palabra» con los terrorista­s

- JUAN FERNÁNDEZ-MIRANDA SALAMANCA ΣΣΣ

−¡He ganado un presidente y he perdido un marido!

Tal era el guirigay que se montó el jueves en Peñaranda de Bracamonte (Salamanca, 6.000 habitantes) ante la aparición en la plaza del pueblo de Mariano Rajoy que esta espontánea vecina acabó extraviand­o entre la multitud al hombre con el que esa soleada y fría mañana había decidido bajar al mercadillo. «Hace fresquete», dijo Rajoy al llegar a esta localidad salmantina dispuesto a pasar un día de campaña que empezó entre puestos de fruta, ropa interior y todo tipo de abalorios y que acabaría diez horas después en un multitudin­ario mitin bajo la Torre del Gallo de la Catedral vieja de Salamanca. Un día de campaña del que ABC fue testigo privilegia­do y en el que el expresiden­te del Gobierno devolvió con paciencia y generosida­d el calor y el afecto que recibió de la gente normal de un pueblo de Castilla. El autógrafo de siempre es ahora el selfi, y Rajoy no escatimó sonrisas, abrazos, besos y posados para la posteridad de Instagram. A su lado, durante toda la jornada, su antiguo portavoz en el Gobierno y hoy escudero de mitin, Íñigo Méndez de Vigo: «Está disfrutand­o, le gusta el contacto estrecho con la gente, no hay postureo; y tiene una memoria impresiona­nte, luego se acuerda de todo».

Traje oscuro, camisa blanca y corbata azul, Mariano Rajoy (Santiago de Compostela, 1955) no ha relajado su atuendo, ni siquiera para irse de mitin. Hacía «bastante tiempo» que el último expresiden­te del Gobierno no se involucrab­a en una campaña, porque en el ciclo electoral de 2019 no participó. «Esto es cansado, pero es muy difícil decirle que no a gente que te ha ayudado a lo largo de tu carrera política», explica antes de recitar una decena larga de provincias visitadas recienteme­nte para apoyar a su partido.

Rajoy tiene una forma de ser y de expresarse muy particular –esa retranca a la gallega–, y los rasgos que definen su personalid­ad pública brillan ahora más que nunca, liberado del corsé de la primera línea política pero consciente de la posición que ocupa. Conlleva con paciencia franciscan­a las críticas que aún hoy le siguen lloviendo desde el Gobierno, pero está convencido de que no bajará al barro: «Soy consciente de cuál es mi papel y no haré crítica alguna a personas. Puedo decir que estoy a favor o en contra de tal o cual política, pero intento ser consciente de mi situación e intento respetarme a mí mismo y lo que fui». Camino de la capital salmantina, ABC pregunta por el escándalo que está marcando la carrera electoral:

—¿Hasta qué punto las listas de Bildu condiciona­n la campaña? —

No sé si la condiciona porque son unas elecciones municipale­s, pero con absoluta franqueza: para la gran mayoría de la sociedad española ver que un partido político condicione la acción del Gobierno y presente unas listas llenas de terrorista­s es muy difícil de asumir; pero muy difícil. Y hay cosas que debieran cuidarse, por el propio prestigio de nuestro país y por respeto a la gente.

—Su sucesor en la Moncloa sostiene que con ETA acabó el PSOE. —

Decir que el PSOE acabó con ETA es falso y es injusto para el conjunto de la sociedad española, porque con ETA acabaron las víctimas, la Policía, los jueces, los fiscales y los partidos políticos. Fue una gran victoria, igual que lo fue la Transición y la Constituci­ón.

Mariano Rajoy sostiene una tesis a este respecto: los tres grandes acontecimi­entos que han unido a la sociedad española en el último medio siglo son la Transición, la Constituci­ón y la derrota de ETA sin pagar «ninguna suerte de precio político». «Conviene tomarse las cosas en serio», apostilla. Él,

que también fue ministro del Interior entre 2001 y 2002, explica que las decisiones «más eficaces» en la lucha contra ETA fueron la ilegalizac­ión de Batasuna y la euroorden, ambas de 2002. —Ambas fueron pactadas.

— Sí. Eso debilitó muchísismo a ETA, y se pusieron a negociar con Zapatero. Yo en el primer momento le di el apoyo a Zapatero y le puse tres condicione­s: que las Fuerzas de Seguridad del Estado siguieran deteniendo terrorista­s; el respeto y el cuidado a las víctimas, y que no se pactara nada, que era lo que en su día había hecho Aznar. Desgraciad­amente, el PSOE rompió este acuerdo. Al final ETA anunció en 2011 que dejaban de matar.

—¿Hubo algún tipo de acuerdo entre Zapatero y ETA?

— No sé a qué acuerdos se llegó, pero cuando yo llegué al Gobierno la cúpula de ETA estaba en Oslo y el Gobier

no noruego dijo que habían acordado con el Gobierno anterior abrir unas negociacio­nes. Yo le dije, y tuvimos algún problema con los noruegos, que a nosotros aquello no nos vinculaba, que no teníamos nada que hablar con esos señores y que lo único que queríamos era el anuncio de la disolución de ETA. Ese anuncio se produjo cuando aún estábamos en el Gobierno, en 2018, no sólo sin darles nada a cambio, es que sin haber hablado una sola palabra con ellos. Eso es la política.

En un 2019 muy duro para el PP, Salamanca fue la única capital de Castilla y León que lograron mantener. Durante un tiempo ya lejano, esta ciudad fue el contrapunt­o nacional al apetito voraz de un independen­tismo catalán que puso su ambición rupturista en el Archivo de Salamanca y el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero supo y quiso satisfacer­los. De aquellos polvos vinieron los lodos del «procés», el gran problema de la última década en España, que Rajoy conoció bien. El 28M será crucial en Barcelona, donde ERC demuestra debilidad y el partido de Carles Puigdemont se esconde tras el carisma de Xavier Trias. Cruzando el río Tormes camino de la Plaza Mayor, ABC pregunta a quien fue presidente en los días más duros del desafío independen­tista.

—El Gobierno actual sostiene que Cataluña está más tranquilo porque Sánchez...

—Eso es.

— Mire, en Cataluña ahora hay más tranquilid­ad porque todo el mundo sabe que la democracia española tiene instrument­os para defenderse. —El 155 y la sentencia del Supremo. — La aplicación del 155, que fue por consenso, es lo que ha producido que vaya a ser muy difícil que alguien se atreva a vulnerar la ley, a declarar independen­cias o a convocar referéndum­s ilegales. Eso es exactament­e así. —Hubo consenso... con Pedro Sánchez.

— Me costó mucho y luego había gente que decía que «debíais haber hecho…», pero cuando hay consenso hay que ceder en algunas cosas. Hay quien se cree que el consenso es que se cumpla su voluntad y no es así.

Hace frío en Salamanca, aunque en las horas centrales del día el sol sale al recate. El mercadillo de Peñaranda estaba a rebosar y la Plaza Mayor de la capital salmantina es un constante ir y venir del más variopinto paisanaje, con ese ritmo tranquilo de ciudad de provincias. La calle bulle.

—La economía española no acaba de despegar, pero tampoco estamos en la crisis del final del zapaterism­o. ¿Le preocupa la economía?

— Lo que más me preocupa es que Alberto Núñez Feijóo no herede una situación económica como la que yo heredé. Me preocupa desde luego la inflación, el aumento de la deuda pública, que ya está en

Sí, porque come con ellos.

un billón y medio, el aumenΣΣΣ

to del déficit público. Sobre todo eso. Me preocupa que no se hayan hecho reformas sino contrarref­ormas. Sinceramen­te no he entendido algunas de las contrarref­ormas que se han hecho, sobre todo cuando las cosas estaban funcionand­o. Hay que cambiar lo que no funciona, lo haya hecho quien lo que haya hecho, y no hay que cambiar lo que funciona, lo haya hecho quien lo haya hecho.

—Al poco de llegar a la Moncloa a usted le convocaron dos huelgas generales.

— Es bueno que se recuerde. Me montaron dos huelgas generales por la reforma laboral y por intentar controlar el gasto público, pero dos años y medio después dieron lugar a que España estuviera cuatro años creciendo por encima del 3% y creando 500.000 puestos de trabajo. No me arrepiento de haber hecho aquellas reformas porque si no las hubiera hecho me lo reprocharí­a mucho y habría perdido las elecciones, y así por lo menos hice algo en beneficio de mi país y no perdí las elecciones.

—¿Teme que si gobierna Feijóo vuelvan las huelgas generales? — Adivino no soy, pero espero que no, porque a algunos los pueden tomar a broma como organicen otras huelgas generales si gana Feijóo.

—Los sindicatos.

— Se entiende.

—Usted diseñó un gobierno con trece ministerio­s. Ahora hay veintidós. — Cada uno tiene los que quiere. El problema es que se han creado ministerio­s que no tienen contenido y, claro, el titular se siente en la obligación de darle contenido porque si no pueden pensar que es tonto; y por eso el Congreso se ha llenado de proyectos de ley que en ninguno de los gobiernos anteriores a este habían tenido lugar nunca. Esa es la razón. Dividir en cuatro el Ministerio de Sanidad o en no sé cuántos el de Educación fue un error. Y el problema ya no es lo que puedan costar, sino que como tienen que hacer algo se dedican a regularlo todo y aquí hay un exceso de regulación que hace muchísimo daño.

—¿Qué es lo peor de este Gobierno? — Para mi el problema del Gobierno Frankenste­in es que ha dividido y polarizado a la sociedad española como nunca y que los grandes consensos nacionales se han roto. Aquí todo lo importante se ha hecho por consenso: la Transición, la Constituci­ón, la entrada en Europa, la entrada en el euro, los estatutos de autonomía salvo el catalán, la política exterior... Pero, ¿cómo va a haber consensos nacionales con gobiernos apoyados por partidos brazos políticos del terrorismo, gobiernos independen­tistas o radicales extremista­s? Eso es lo peor del Gobierno Frankenste­in: la división y la polarizaci­ón que ha creado en la sociedad y la ruptura de los grandes consensos nacionales. Eso es lo que hay que evitar en el futuro.

Así es Rajoy. A su sucesor en el PP no le dice lo que tiene que hacer, pero sí lo que no tiene que hacer. Son con

sejos en pasiva, que es lo mismo pero al revés. «Lo conozco desde hace mil años, tenemos muy buena relación. Hablamos de vez en cuando, pero yo desde luego no llamó al presidente del PP, porque como he sido presidente del PP sé el tiempo del que dispone. Él sabe que en lo que yo pueda ayudar estoy ahí y en lo que no pueda ayudar pues no estoy».

Y Rajoy confía en Feijóo. «Creo que está haciendo bien las cosas, porque está integrando; ha sido capaz de hacer un equipo bueno de gente competente y ha hecho algo que no se ha valorado suficiente­mente: ha unido al partido, el PP está unido al cien por cien».

—Hay algún verso suelto como contrapunt­o a Feijóo. Díaz Ayuso, por ejemplo.

— Eso forma parte del mundo que vivimos. Feijóo es el líder del partido y tiene el apoyo de todos. Isabel Díaz Ayuso es la líder del partido en Madrid y es nuestra candidata a la Comunidad, va a ganar y todos la apoyamos. Yo estaré en unos días con ella en un acto político. Hay gente a la que le gusta chisgarabi­sear, pero a estas alturas de la vida hay que elevarse un poco y no picar.

—Usted tuvo que gestionar una situación similar, con un liderazgo fuerte en Madrid como fue el de Esperanza Aguirre. ¿Es un mal endémico del PP o puede ser hasta sano para su partido?

— Lo que es sano de verdad es la situación en la que está ahora el PP: un partido unido en torno a un líder.

En Salamanca, Rajoy atiende a los periodista­s, se da un par de largos paseos saludando a todos, concede un par de entrevista­s largas a la prensa local, come con el núcleo duro del partido y cierra al anochecer con un mitin junto al alcalde, Carlos García Carbayo, y al presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco. Y vuelta a Madrid, a donde llegará catorce horas después de salir. Allí le espera la vida de expresiden­te activo, aunque discreto. Todas las mañanas sale a caminar a buen ritmo, y luego a trabajar al Registro Mercantil por la mañana y a su oficina de expresiden­te por la tarde. «Estoy muy bien —asegura—. Y tengo el fin de semana libre: eso explicárse­lo a alguien que no vivió lo que vivimos algunos es surrealist­a, pero tener el fin de semana libre es algo impresiona­nte. Fui a ver al Madrid a la final de la Copa del Rey con mis dos hijos». —¿Vio anoche (por el miércoles) la derrota del Real Madrid con el City? — Para mi desgracia y de mucha gente fue realmente terrible.

—Así que la familia mantiene la afición al deporte...

— Sí, sí, sí.

—Recuerdo que su hijo pequeño se hizo popular aquel día que tuvo usted tuvo que darle una leve colleja cuando criticó a Manolo Lama en directo en los estudios de la Cope.

— El pequeño, que ya no es tan pequeño, pero sí, es muy aficionado.

—Por último, ¿es verdad, señor Rajoy, eso que dicen que dijo Giulio Andreotti sobre que lo duro no es gobernar, sino estar en la oposición?

— No lo sé. La oposición fue dura, pero el Gobierno es duro. Algunos no se lo creen pero es muy difícil gobernar y ser justo, que es la principal aspiración que debe tener un gobernante, porque a veces no te entienden ni unos ni otros. Tienes que actuar con arreglo a lo que te dice tu conciencia, que es lo último que vale cuando tienes la última palabra.

Y el coche se aleja, mientras en el patio chico de la catedral vieja resuena una de las conviccion­es del expresiden­te: «La democracia requiere contención por parte del que manda. Y los grandes consensos también».

La dificultad de gobernar «Es muy difícil gobernar y ser justo, que es la principal aspiración que debe tener un gobernante. A veces no te entienden ni unos ni otros»

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 ?? // JAIME GARCÍA ?? A la izquierda, Rajoy posa para ABC en su coche. A la derecha, en el patio chico de la Catedral vieja, durante el mitin del PP
// JAIME GARCÍA A la izquierda, Rajoy posa para ABC en su coche. A la derecha, en el patio chico de la Catedral vieja, durante el mitin del PP
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 ?? // JAIME GARCÍA ?? Arriba, Rajoy cruza la Plaza Mayor de Salamanca junto al presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, y el alcalde de la ciudad y candidato del PP, Carlos García Carbayo. Abajo, ante un puesto de ropa interior en el mercadillo de Peñaranda de Bracamonte
// JAIME GARCÍA Arriba, Rajoy cruza la Plaza Mayor de Salamanca junto al presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, y el alcalde de la ciudad y candidato del PP, Carlos García Carbayo. Abajo, ante un puesto de ropa interior en el mercadillo de Peñaranda de Bracamonte

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