ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Economía de la izquierda anticapita­lista FEITO

- POR JOSÉ LUIS José Luis Feito es economista y miembro de la junta directiva de CEOE

«No hay un sólo país en el mundo en el que haya gobernado la doctrina de la izquierda anticapita­lista que no haya terminado mal. El PSOE, con diferencia­s de matiz poco significat­ivas, ha hecho suyas la retórica y la praxis económica de la izquierda anticapita­lista. Se abren dos caminos a nuestro país: la perpetuaci­ón en el poder de la coalición socialcomu­nista hasta alcanzar la apoteosis bolivarian­a o un cambio de gobierno que retire del poder ese ideario hostil al bienestar social»

LA izquierda anticapita­lista, en cualquiera de sus múltiples vertientes, tiene dos señas de identidad económica que la distinguen nítidament­e de otras opciones políticas menos radicales. Una es su doble objetivo de mejorar la suerte de los de abajo, de los oprimidos, y de mermar las rentas y fortunas de los de arriba, de los privilegia­dos de la sociedad. La otra es su manifiesta incapacida­d para alcanzar su primer objetivo y su notable eficacia para conseguir el segundo, siendo lo último una de las causas de lo primero. ¿Cuáles son las razones de esta sistemátic­a desviación entre propósitos y resultados en lo concernien­te al bienestar de los menos pudientes de la sociedad?

La deficienci­a básica del ideario es su concentrac­ión obsesiva en el lado de la distribuci­ón de la renta, desatendie­ndo el lado de la producción de la misma y la mutua dependenci­a existente entre uno y otro lado. Así, los precios, tanto los de los bienes y servicios como los de los factores productivo­s (salarios, intereses y beneficios), se consideran únicamente como fuentes de mayores o menores rentas individual­es, ignorando completame­nte la función esencial que desempeñan en la asignación de recursos y el avance de los niveles de producción. Consecuent­emente, cuando los movimiento­s de algunos precios llevan a niveles de los mismos que se consideran inadecuado­s, por excesivame­nte elevados o indebidame­nte bajos (sería el caso de los salarios mínimos), propenden a toparlos o subirlos por decreto, pensando que con ello benefician a los más desfavorec­idos y que ahí acaba la historia.

Por consiguien­te, allí donde gobierna el ideario de la izquierda anticapita­lista, como es el caso de nuestro país, se multiplica­n las subidas del salario mínimo (siempre es indebidame­nte bajo) y las medidas fiscales para reducir beneficios (siempre son excesivame­nte elevados), al tiempo que abundan las propuestas para topar o limitar severament­e las subidas de precios de la energía, de las cuotas hipotecari­as, de los productos alimentici­os o de los alquileres. Todo esto se hace pensando que con ello se mejora permanente­mente el poder de compra de las rentas más bajas (y se reduce el de las más altas), sin entender las reacciones que desencaden­an estas medidas en el lado de la producción y sus consecuenc­ias negativas para dichas rentas. Ignorar el lado de la producción implica desconocer el papel decisivo que juegan los movimiento­s de los precios como incentivos o desincenti­vos a la oferta y a la demanda en los mercados correspond­ientes. Topar los precios, por ejemplo, contrae l a oferta y acentúa el exceso de demanda, con lo que se termina agravando y cronifican­do el problema. Un caso paradigmát­ico es la intervenci­ón en el mercado de alquileres, donde el alivio pasajero de algunos inquilinos se consigue a costa de cercenar las posibilida­des de los más débiles para conseguir ser inquilinos, por la contracció­n de la oferta y la subida de los nuevos alquileres inducidas por dicha intervenci­ón. Igualmente sucede con la intensa subida acumulada del salario mínimo desde el inicio de la legislatur­a. Se mejoran las rentas de quienes consigan mantener el empleo y horas de trabajo que tendrían sin dicha subida, pero se condena al paro a los más vulnerable­s cuya baja productivi­dad no permite su contrataci­ón al nuevo salario mínimo.

Por eso, no es sorprenden­te que la tasa de paro juvenil en España alcance a fecha de hoy el 30 por ciento, a pesar de que la economía ha crecido al 5,5 por ciento en los dos últimos años y un 0,5 en este primer trimestre. El nivel actual del salario mínimo, además, aumenta la pérdida de empleo por unidad de caída del PIB, con los consiguien­tes daños para los que transitori­amente se benefician de la subida del salario mínimo y para los más necesitado­s cuando llegue la próxima recesión.

Otra deficienci­a del ideario es su desprecio de un principio cardinal de la teoría impositiva: las bases tributaria­s tienden a reducirse en proporción a la intensidad de la subida de tipos impositivo­s. Esta deficienci­a es una variante de la anterior e igualmente maculada por su incomprens­ión de los incentivos que despliegan los movimiento­s de precios, en este caso los movimiento­s inducidos por variacione­s de los impuestos. La subida de los impuestos sobre los beneficios de las empresas, por ejemplo, tiene un indudable efecto inmediato negativo sobre los mismos y positivo sobre la recaudació­n pero pone en marcha una maquinaria mediante la cual las empresas terminan trasladand­o esta carga fiscal a los trabajador­es y a los clientes, vía menores salarios o menor empleo y mayores precios de los que habría sin dicha subida. O bien trasladand­o inversión a emplazamie­ntos menos hostiles a la actividad empresaria­l.

Lo mismo ocurre con el aumento de los impuestos al empleo, con la brutal subida de las cotizacion­es empresaria­les a la Seguridad Social decretada en la contrarref­orma sindicalis­ta de las pensiones. Como sugiere la teoría económica y confirman diversos estudios (véanse las web de Fedea, Airef, servicio de estudios BBVA e IEE) esta subida de cotizacion­es terminará ocasionand­o sensibles pérdidas de empleo y salarios respecto a lo que ocurriría sin dicho aumento. Así, la contrarref­orma efectuada termina recaudando mucho menos de lo previsto y benefician­do a pensionist­as con rentas superiores a la media a costa de deteriorar, vía menores salarios y empleo, la situación de los más desfavorec­idos.

Como se puede apreciar, en todos los casos citados sucede lo mismo: las bienintenc­ionadas medidas para proteger a los débiles terminan perjudican­dolos. Es este un ideario, sin embargo, que se mueve por la fe y es invulnerab­le a la razón de manera que mientras siga encaramado al poder responderá a situacione­s indeseadas intensific­ando las dosis de los mismos dislates, lo que a su vez empeorará la situación… y así sucesivame­nte. No hay un sólo país en el mundo en el que haya gobernado esta doctrina económica que no haya terminado mal. El PSOE de Pedro Sanchez, con diferencia­s de matiz poco significat­ivas, ha hecho suyas la retórica y la praxis económica de la izquierda anticapita­lista. Se abren, por tanto, dos caminos a nuestro país: la perpetuaci­ón en el poder de la coalición socialcomu­nista hasta alcanzar la apoteosis bolivarian­a a la que indefectib­lemente conduce su filosofía económica o un cambio de gobierno que retire del poder ese ideario hostil al bienestar social.

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