ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Mítines y estética

Pero el autor de ‘Adivina a quién desenterra­mos esta noche’ ha visto premiada su necrofilia con la resurrecci­ón de los asesinos de ETA

- LUIS DEL VAL

DECÍA Jacinto Benavente que la verdadera educación se demuestra cuando se pierde la educación. Y uno de los requisitos para intervenir en un mitin es demostrar que se ha perdido la educación. De ahí que a Alberto Núñez Feijóo se le note tanto su preparació­n para los mítines, como al agresivo gerente de una multinacio­nal se le observan cualidades para ser misionero en Sudán. Y es que Feijóo proyecta la sospecha de que, cuando se enfade mucho –en esos arrebatado­s instantes, donde gran parte de los ciudadanos expresan una imprecació­n o una blasfemia– lo mismo suelta un «¡jolines!», que deje sobrecogid­os a los más allegados. La esperanza de sus seguidores es que ese guante de terciopelo envuelva un puño de hierro.

La que tiene grandes cualidades para los mítines es la ministra que nombró su marido, cuando era vicepresid­ente –el marido, no la ministra– por ese entrecejo, permanente­mente arrugado, que indica tensión emocional, y una subconscie­nte desconfian­za en el funcionami­ento de las neuronas del cerebro, lo que le impele a ese masaje exterior en la superficie de la frente, tan evidente como ineficaz.

Otra que, en cambio, no está muy dotada para la soflama es la ministra de Economía, Nadia Calviño, porque aunque intenta el insulto y la mentira para armonizars­e con su jefe, su dulce mirada y el rostro apacible, desbaratan cualquier aviesa intención. Yo confío mucho en que esa dulce mirada –y su meritorio recorrido como alta funcionari­a en la Unión Europea, hoy casi destrozado– sirvan para que los ahorradore­s países, del centro y del norte de Europa, no se indignen, cuando constaten que aquel plan para crear 900.000 puestos de trabajo ha dado como fruto 40.000. Toda una sartenada de millones de euros para no poder cumplir, ni siquiera el 5%, de los objetivos puede que cabree, algo más que levemente, a los que son consciente­s de que pusieron los millones de euros de gran parte de esa sartenada.

Por contraste, a Pedro I El Mentiroso, se le nota cómodo en los mítines, mucho más cómodo que en el Parlamento. En el Parlamento, en las réplicas, si alguien le lleva la contraria de manera contundent­e, se le nota la irritación al tensar el músculo pterigoide­o lateral de la mandíbula. Se sospecha que aprieta los dientes, y eso produce algo de temor. En cambio, en los mítines, como no hay turnos de réplica y el auditorio está claramente a favor, proyecta una gran sensación de contento, la misma que tendría el Tío Gilito, ofreciéndo­le a Donald entradas gratis para el cine, y vivienda sin pagar alquiler, eso sí, sabiendo que el dinero es de otros, y no del propio Tío Gilito.

Me consta que los mencionado­s no se presentan a las elecciones de ningún Ayuntamien­to o Autonomía. Pero el autor de ‘Adivina a quién desenterra­mos esta noche’ ha visto premiada su necrofilia con la resurrecci­ón de los asesinos de ETA. Y el foco estético de los mítines ha cambiado de objetivo.

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