ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
«LA IDEA DE LOS HÍPER PÚBLICOS SÓLO PUEDE SER FRUTO DE LA IGNORANCIA»
La actual distribución española está entre las más eficientes del mundo y ha dado origen a «una cadena de valor agroalimentaria líder en Europa»
Alfonso Merry del Val (Santiago de Chile, 1946) es uno de los artífices de la gran distribución en España. Hoy, como presidente de Anged, asiste sorprendido a los ataques de una izquierda radical, tolerada en el Gobierno, que desconoce los méritos de un sector que figura entre los que más competencia exhiben en España y Europa.
—¿Qué hay que saber cuándo uno se enfrenta a una crisis?
—Se debe afrontar con todos los antecedentes posibles para no improvisar en las soluciones. Pero por desgracia en muchos casos no es fácil disponer de antecedentes lo que hace mucho más complejo abordar la salida y proponer soluciones.
—¿En qué tipo de crisis estamos?
—Estamos padeciendo una crisis muy compleja, que algunos llaman multinivel, que en mi opinión es debida en parte a la improvisación con la que hemos tenido que abordar en los últimos años una sucesión de acontecimientos imprevistos. En la crisis actual confluyen al mismo tiempo la huella económica y social que ha dejado el Covid, el ‘shock’ que han vivido las cadenas de producción globales o la tensión geopolítica de la guerra en Ucrania. Al mismo tiempo, es la consecuencia de no haber abordado antes con mayor ambición algunas transformaciones estructurales que ya estaban en marcha, fundamentalmente la tecnológica, así como la demográfica o la energética. El resultado es un mundo que está cambiando a velocidades nunca vistas. —¿Cómo salimos de ella? —La Historia nos ha demostrado que todas las grandes transformaciones vienen acompañadas de procesos desordenados. Podemos salir de la crisis accidentalmente, pero lo más apropiado es realizar un buen análisis de la situación, aceptar la dura realidad y emprender las reformas necesarias. Será muy complejo y lento volver a recomponer un nuevo tablero de juego que genere estabilidad y crecimiento para todos.
—¿Qué tipo de crisis nos planteó la pandemia?
—En el mundo entero la pandemia planteó la necesidad de afrontar una situación impredecible, totalmente desconocida y pudimos comprobar que el voluntarismo por sí solo no resuelve adecuadamente este tipo de crisis. Afortunadamente eso ya pasó, aunque hay muchas personas todavía sufriendo las secuelas del virus.
—¿Cómo afectó a su sector?
—Como a todos los sectores, pero con un matiz importante: nuestro sector, si hablamos de la distribución alimentaria, no podía cerrar porque somos un servicio necesario; mientras que en el caso del comercio de no alimentación, en algunas comunidades autónomas tuvimos tiendas cerradas más de 220 días. Las empresas demostraron una enorme capacidad de adaptación, una flexibilidad interna brutal para transformar prácticamente a diario todas sus operaciones, su organización interna y la atención al público. Hemos visto personal administrativo de grandes almacenes preparando pedidos online con las tiendas cerradas o a trabajadores de hipermercados aplicando los primeros protocolos anti-Covid, que después serían referencia para el resto de actividades. La pandemia aceleró corrientes de cambio que ya estaban en marcha, como la digitalización. El ‘e-commerce’ hoy factura en España un 80 por ciento más que antes de la pandemia y en categorías como la moda supera ampliamente el 20 por ciento de cuota de mercado. Abriendo el foco, si medimos el impacto global en términos económicos, el consumo en el comercio todavía no ha recuperado los niveles pre-Covid en España, está un punto porcentual por debajo de 2019.
Por último, está el coste regulatorio del Covid, que según estimaciones de CEOE, dejó una factura en el comercio de 1.774 millones de euros, como consecuencia de la hiperregulación creada por más de 3.000 nuevas normas europeas, nacionales, autonómicas y municipales. Gran parte de las normas fueron fruto de la actuación unilateral de la Administración sin considerar de forma suficiente sus consecuencias.
—Se acusa al sector de la distribución de las alzas de precios que hemos visto con la inflación. ¿Han subido mucho los márgenes?
—Esto es totalmente falso. Seguramente somos uno de los sectores con el mayor grado de competencia y con una sensibilidad al precio más alta por parte de los consumidores. Las empresas no pueden subir los márgenes alegremente, porque si lo hacen no venden. Esta dinámica explica, entre otras cosas, que la rentabilidad media de los 10 principales distribuidores en España haya estado en torno al 1,5 por ciento en los últimos nueve años, según datos de Alimarket y PwC.
El Programa de Estabilidad remitido por el Gobierno a Bruselas explica lo qué ha ocurrido: en el último año, los costes importados por el encarecimiento de las materias primas explican el 95 por ciento del incremento de precios de los alimentos e insiste Economía en que los márgenes y salarios de la cadena alimentaria no está en el origen de la inflación.
Con los últimos datos disponibles del INE hasta marzo, el precio medio de la cesta de la compra en los últimos 12 meses avanzó un 12,8 por
La naturaleza de la crisis actual «ESTAMOS EN UNA CRISIS MULTINIVEL QUE SE DEBE EN PARTE A LA IMPROVISACIÓN CON LA QUE HEMOS ABORDADO UNA SUCESIÓN DE IMPREVISTOS»
ciento, frente al 19 por ciento que han subido de media los precios a los que la distribución compra a la industria. Es decir, el precio medio de la cesta de la compra ha subido 6,2 puntos menos que el precio al que la distribución compra a sus proveedores, que a su vez también ha hecho un enorme esfuerzo para amortiguar la escalada de costes de producción.
—¿Cuáles son las fortalezas y debilidades de nuestro país?
—Como fortaleza mencionaría el clima, aunque últimamente llueva menos, nuestro sector agrícola y su capacidad de exportación, así como sus gentes que han hecho del turismo una fortaleza. Como debilidad el no saber aún hoy como aprovechar el inmenso talento que tenemos. Los españoles han demostrado desde hace siglos sus capacidades de trabajo, progreso y aprendizaje, además del respeto por el prójimo. Hemos sido respetados y queridos en medio mundo, enseñando y aportando al progreso de continentes enteros. Lamentablemente da la sensación de que hoy hacemos poco por prosperar en la educación y formación de nuestros jóvenes. Todo nos llega de fuera y evolucionamos en nuestro sistema educativo muy despacio o forzados por lo que nos llega. Parece que no somos capaces de creer y fomentar nuestra capacidad de progreso de innovación, que es y ha sido enorme.
—¿El populismo es un síntoma o es la enfermedad?
—Es una enfermedad en todo el mundo desarrollado. Es posible que fruto del enorme bienestar de los países más desarrollados se nos olvide de dónde venimos. Basta mirar fotografías y películas de hace 50 o 60 años para ver cuánto hemos progresado en toda Europa, no solo nosotros. Un continente que estuvo devastado por las guerras.
—¿Qué le parecen los ataques con nombre y apellido a los empresarios de uno de los socios de Gobierno?
—Profundamente lamentable. Seguramente fruto de la ignorancia de quienes realizan esos ataques. Por ejemplo, en el caso de los ataques contra la distribución, algunos quizá ni saben que existieron y murieron miles de economatos en nuestro país o cooperativas de consumo que fueron sustituidas por cadenas de híper y súper mucho más eficientes, que nos han permitido tener una oferta inmensamente mayor y más asequible para el consumidor y que, además, han ayudado a construir una cadena de valor agroalimentaria líder en Europa.
—Entonces, ¿a qué se debe que se propongan híper públicos?
—Creo que a la ignorancia.
—Siempre se dice que nuestro problema es la formación del capital humano. ¿Qué podemos decir de la crisis de la educación?
—Si cada Gobierno cambia la educación cuando llega a la Moncloa, muy mal asunto. Es lo que ha ocurrido en los últimos 50 años. Hay una gran falta de humildad por parte de nuestros gobernantes. Sería muy bueno pactar unas reglas básicas sobre el sistema educativo más innovador, sin ideologías de por medio, para poder competir globalmente. Empresas y trabajadores están sujetos a un cambio que va a requerir una gran cantidad de nuevos perfiles profesionales, basados en nuevas habilidades y competencias, sobre todo, técnicas y digitales.
—¿Es buena idea un pacto de rentas para repartir la carga de la inflación?
—Sí, sin duda. Pero con ganas y voluntad de concertar medidas que protejan tanto la renta de los trabajadores como la competitividad de las empresas, no con el simple ánimo de sacar réditos para uno mismo.
—¿Qué política fiscal habría que desarrollar en estas circunstancias?
—La carga fiscal y social (cotizaciones sociales) que tenemos es un sinsentido. Está más que demostrado que el ahorro en manos privadas es mucho más productivo que en manos públicas. Nuestras empresas aportan todos los años más de 4.000 millones de euros en impuestos. Volvemos a lo ya dicho ¿cuánto era la carga fiscal y social hace 30 años y cómo progresaba y progresó España en estos últimos 30 años? Endurecer la carga impositiva a empresas y hogares, como hemos visto los últimos años, solo puede contribuir a castigar aún más nuestra economía. El marco fiscal debe reforzar al sector privado y ayudarle a aportar más recursos, mediante la creación de empleo, inversión y consumo. —¿En qué situación se encuentra la economía española?
—No soy muy optimista de cómo estamos, pero pienso también que son malas rachas y que tenemos los ingredientes para mejorar. Sobre todo, una mayoría de ciudadanos está cansada de discusiones que camuflan la severa situación. Esta mayoría, en la que me incluyo, desea más que nunca acuerdos urgentes de la clase política por consenso y abordar con rigor y honestidad los problemas estructurales.
—Hay quienes sostienen que España está estancada desde 2006.
—Tristemente creo que esos economistas tienen razón. España creció y se desarrolló significativamente desde 1960 hasta 2005, pero los ultimo 20 años hemos estado inmersos en discursos ideológicos que no han ayudado en nada.
—¿Hay margen en España para reducir el gasto público?
—Es muy necesario reducir el gasto público porque tenemos un enorme déficit público y ya nos cuesta mucho. Reducir no es fácil, ni políticamente correcto, pero es esencial. La inmensa mayoría de empresas y hogares han realizado en los últimos años un enorme esfuerzo para hacer más eficiente sus economías, ¿por qué no va a poder hacer ese ejercicio la Administración?
—Hablar de energía es hablar de geoestrategia. ¿Es creíble la definición de nuestro marco energético?
—En energía no somos los únicos con escasez de este recurso. En mi opinión, las nuevas tecnologías nos ayudarán muchísimo y me refiero a un horizonte más allá de las actuales renovables. Desde el punto de vista geoestratégico hay que tener muy en cuenta esto, no lo podemos olvidar.
—¿Se equivocó el Banco Central Europeo con su política monetaria laxa del ‘whatever it takes’?
—No solo el Europeo, también la Reserva Federal y otros bancos centrales. En mi caso, que terminé mi carrera hace ya muchos años, no llegaba a entender las políticas monetarias tan laxas, seguramente fueron un error. Pero los historiadores lo dirán, es demasiado pronto para opinar.
—Hay quienes dicen que entramos en el euro para que los bancos centrales dejaran de financiar los déficits de los gobiernos que destruían el valor de nuestras monedas y lo que estamos viendo es exactamente eso: un BCE que financia los déficits de los gobiernos.
—No me siento identificado con esa crítica. Desde mi punto de vista, el euro y la UE son los grandes logros de nuestros padres, porque cada país europeo era o sería insignificante (más todavía) frente a Estados Unidos o China. El euro ha traído unas ventajas considerables y una gran productividad a nuestras economías. En el mundo en que vivimos es impensable vivir sin el euro.
La responsabilidad de los márgenes empresariales «LA RENTABILIDAD MEDIA DE LOS DIEZ PRINCIPALES DISTRIBUIDORES EN ESPAÑA SE HA SITUADO EN TORNO AL 1,5% EN LOS ÚLTIMOS NUEVE AÑOS»