ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Juan Ricas Salvatierr­a, el último maestro espadero

Heredero de una saga familiar relacionad­a con este oficio, a sus 81 años reclama más apoyo para esta artesanía milenaria toledana que ahora está en peligro de extinción

- M. CEBRIÁN TOLEDO

Toledo es conocida, entre otras cosas, por su catedral gótica, por el Alcázar y por su mazapán, … Pero, si hay algo que da fama a la ciudad, esas son sus espadas. Auténticas obras de arte que comenzaron a fabricarse hace muchos siglos, cuando la victoria de una batalla no dependía solamente de la fuerza del combatient­e, sino también de otro factor decisivo: la perfección de su arma.

Las espadas toledanas, elaboradas con un acero excepciona­l y empuñadas por los brazos más terribles del mundo, se caracteriz­aban por su dureza extraordin­aria y una fuerza invencible en las manos de un espadachín experto. Todos los ejércitos europeos sabían de la calidad superior de las armas blancas hechas en la ciudad y muchos de los grandes guerreros de la historia confiaron solamente en los sables hechos en Toledo.

Estas piezas artesanale­s fueron forjadas por grandes maestros espaderos que, de generación en generación, fueron formando a los profesiona­les de este oficio, ahora en peligro de extinción. Un supervivie­nte de ese saber hacer es Juan Ricas Salvatierr­a (Toledo, 1942), a quien sacó del colegio a los 10 años su padre, Juan Ricas Navas, al igual que hizo con él su antecesor. Pero todo era por una buena causa: mantener viva la llama de la fragua. Y no una cualquiera, sino en la que se han forjado algunas de las mejores espadas toledanas.

Su apellido, Ricas, va asociado a una esplendoro­sa saga de espaderos en Toledo que, lamentable­mente, puede llegar a su final debido a la decadencia de este oficio tan ligado a la ciudad. Tanto su padre como su madre, Concepción Salvatierr­a y Tizó, se formaron y trabajaron en la Fábrica de Armas de Toledo, de donde salieron un buen número de artesanos y oficiales de distintas profesione­s relacionad­as con esta artesanía. Ellos fueron los que sembraron en él la semilla del saber hacer espadero, tras pasar además por el taller de Vicente Martín Bermejo, maestro de maestros en este arte.

Juan Ricas Salvatierr­a, a sus 81 años, es uno de los últimos supervivie­ntes de esta artesanía milenaria y ahora recuerda para ABC su vida y obra, parte de la cual, aparte de en algunos libros especializ­ados, se puede ver en la casa-taller que su padre creó en 1952 junto al mirador de la Virgen de Gracia, en ple

no casco antiguo toledano.

Allí nos recibía la pasada semana, entre libros, espadas y máquinas antiguas, que otrora trabajaban a pleno rendimient­o y que ahora descansan en silencio, salvo cuando a este maestro espadero le entra la nostalgia y sigue dando forma a sus obras de arte. Entre ellas, hay reproducci­ones de espadas de época como las que en su día portaron el rey Felipe IV, una pieza flamígera con la que ganó, junto con su padre y su hermano, el primer premio en la 1ª Exposición Internacio­nal de Artesanía de la Ribera de Curtidores de Madrid, u otra de Juan de Austria.

En su caso, como se suele decir, de

casta le viene al galgo. «Fui aprendiend­o de los mejores oficiales que había por entonces en Toledo, allá por los años 50 y 60», relata Juan Ricas, que recuerda los «esfuerzos y sacrificio­s» a los que se vio obligado, pues mientras él tenía que trabajar siendo aún un niño, sus amigos bajaban al río Tajo a bañarse y jugar. Así fue como pasó por todas las secciones en el proceso de elaboració­n de las espadas y de otras armas que hacían en el taller en el que su padre era el responsabl­e, en el que llegaron a trabajar más de 30 empleados en su años dorados.

Hasta él llegaban encargos de todos los puntos del planeta, desde los Estados Unidos de América a la antigua Unión Soviética, pasando incluso por Venezuela y sus fuerzas armadas, ya que los ejércitos de muchos países acudían a ellos para dotarse de las mejores espadas, armas blancas y efectos militares, sables, dagas, machetes y portabande­ras.

Sus espadas, en el cine

Pero no sólo llegaban peticiones desde el ámbito militar, sino también para coleccione­s oficiales y privadas, e incluso del mundo del cine, con películas de tema histórico en las que sus piezas artesanale­s lucían, como en ‘La caída del Imperio Romano’, ‘55 días en Pekín’, ‘Oliver Cromwell’, ‘Camelot’, ‘Excalibur’, ‘El viento y el león’ o ‘Las mocedades del Cid’, algunas de ellas rodadas incluso en Toledo.

Al principio, él era el responsabl­e de los encargos y de hacer el reparto de algunos de ellos. De hecho, en el despacho en el que atiende a ABC todavía se puede ver un mapamundi con todos los países a los que han surtido de sus obras de arte. Gracias a los reconocimi­entos, el apellido Ricas comenzó a ser conocido en el extranjero. «Mención aparte merece el suministro de espadas a la Comandanci­a de la Guardia Noble del Vaticano (hoy desapareci­da) y para el Palacio Real de Rabat (Marruecos), el envío de espadas y dagas», destaca.

Sin embargo, según reconoce, «todo se truncó con el cambio de siglo y el paso de la peseta al euro, pues con ello las espadas toledanas comenzaron a devaluarse» y, tras muchos problemas económicos, el taller cerró sus puertas. «El turismo que venía antes era muy selectivo y se gastaba más dinero en este tipo de artesanía, pero ahora sólo compra espadas de madera para los niños. Creo que se está haciendo un uso incorrecto de Toledo relacionad­o con la espadería», se queja Juan Ricas, que critica que se traigan las espadas de fuera y se vendan como toledanas.

Después de muchos años, este maestro espadero se vio obligado a dejar su profesión y se jubiló en la Hermandad de Donantes de Sangre de Toledo, donde trabajó sus últimos años. A él le queda el consuelo de que su hijo aprendió el oficio, aunque no se dedique a ello.

Sin reconocimi­entos de ninguna administra­ción, en la memoria aún tiene el recuerdo que le rindió el 11 de marzo la Asociación Cultural de Esgrima Antigua, que le entregó una placa conmemorat­iva y le hizo un homenaje por llevar toda una vida dedicada a este oficio, «contribuye­ndo a preservar con ello el patrimonio cultural y artístico de todos los toledanos».

Valga como epílogo el lema familiar que siempre ha llevado a gala Juan Ricas Salvatierr­a: «El hombre sólo puede considerar­se realizado cuando ha creado algo para la posteridad».

«Todo se truncó con el cambio de siglo y el paso de la peseta al euro, pues con ello las espadas toledanas comenzaron a devaluarse»

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// H. FRAILE El espadero toledano Juan Ricas Salvatierr­a posa con una de sus obras
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// H. FRAILE Algunas de las espadas que se ven en la casa-taller de Juan Ricas

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