ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Nueva York, saturada con la llegada de 70.000 inmigrantes
► Las autoridades locales exigen que la atención se reparta por todo el país
Cientos de inmigrantes indocumentados han sido trasladados este fin de semana al hotel Roosevelt, un establecimiento emblemático de Manhattan, levantado en la década de 1920 en las inmediaciones de la grandiosa estación de tren Grand Central.
El Roosevelt cerró en 2020 por problemas económicos en la pandemia y ahora está empezando a ser utilizado como un nuevo centro de acogida para solicitantes de asilo, en una imagen simbólica de la asfixia de la Gran Manzana para hacer frente al aluvión de inmigrantes que se ha producido en los últimos meses. Se espera que el hotel, que tiene más de mil habitaciones, sea operado al completo como albergue temporal.
La decisión de transformar este antiguo hotel es una muestra de la desesperación de las autoridades locales para hacer frente a la situación. El alcalde de la ciudad, el demócrata Eric Adams, puso una vez más el grito en el cielo este fin de semana ante la crisis de servicios sociales creada por la llegada masiva de inmigrantes.
«Tenemos 108.000 ciudades, localidades y pueblos en este país», protestó el alcalde en una entrevista con la CBS. «Si todo el mundo se responsabiliza de una pequeña porción de ello y si se coordina en la frontera para que los que vengan al país de una forma legal lo hagan a lo largo de todo el país, no sería un carga para una ciudad».
En los últimos meses, según los datos de su oficina, han llegado a Nueva York cerca de 70.000 inmigrantes que piden asilo. De ellos, 42.000 siguen en la mayor ciudad de EE.UU., al cuidado de sus estructuras de servicios sociales.
Desde Texas o Florida
La situación se remonta al verano pasado, cuando se batían récords históricos en el arresto de inmigrantes que cruzaban la frontera de manera irregular. Algunos gobernadores republicanos –Greg Abbott, de Texas, el estado con más kilómetros de frontera con México y donde más cruces se producen; o Ron DeSantis, de Florida, uno de los destinos habituales de los inmigrantes, la gran mayoría de ellos hispanos– decidieron aliviar su presión migratoria con una decisión que tenía mucho de jugada política: enviar a miles de inmigrantes en autobuses a las grandes ciudades –Nueva York, Washington, Chicago–, todas ellas gobernadas por demócratas, todos ellos contrarios al endurecimiento de la política migratoria.
El final de las restricciones a la petición de asilo establecidas en la pandemia por motivos de salud pública –las provisiones del llamado Título 42– supuso un incremento histórico de las detenciones en la frontera en los días anteriores a la expiración de ese sistema: los arrestos se colocaron en cifras récord de diez mil al día.
Con buena parte de los centros de detención colapsados por ese pico de entradas, parte de la presión migratoria se ha derivado a estas ciudades, en especial a Nueva York. Según Adams, en la última semana han llegado a la Gran Manzana 5.800 inmigrantes más.
Adams ha tomado hoteles para alojarlos –en ocasiones, dejando a visitantes sin sus reservas–, más de 150 establecimientos en toda la ciudad, con la última incorporación del Roosevelt como principal centro de operaciones. Pero también ha dado bandazos ante la capacidad limitada del sector hotelero, que afecta también a una de las principales fuentes de ingresos de Nueva York: sus turistas.
Adams planeó el año pasado un campamento en Randall Island, una isla encajada entre Manhattan, Queens y el
Bronx, con mucho espacio dedicado a campos de deporte. También hacer algo similar en Orchard Beach, una playa con mucho espacio en el Bronx. Ambas propuestas no salieron adelante. Su intento de utilizar polideportivos de colegios públicos para instalar a inmigrantes fue contestado con fiereza por los padres la semana pasada y acabó en el traste.
Resistencia
Su última estrategia, con acento político, está encontrando resistencia: está enviando inmigrantes a condados a las afueras de la ciudad de Nueva York, con mucha más presencia republicana. Alguno, como el de Suffolk, ha asegurado que irá a los tribunales para combatir la medida.
Adams también ha protestado ante la falta de ayuda decisiva por parte de la Administración Biden, que hace unos días aprobó treinta millones de dólares de financiación adicional para Nueva York para hacer frente a la situación.