ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

«No tenía ningún poder, solo el de conciencia­r a la opinión pública»

A punto de cumplir 80 años, el que fuera el comunicado­r más influyente de España recorre las luces y sombras de su vida en el documental ‘Supergarcí­a’

- José María García Periodista FERNANDO MUÑOZ MADRID

Nada más aparecer, García pide un minuto. Un minuto que alargará, claro. Es uno de esos minutos eternos que sus compañeros y rivales de las ondas conocían tan bien como temían: el tiempo en sus manos es voluble, y a su vuelta de la larga pausa (sin publicidad) se sienta, mira a los ojos y se lanza directo. Empezamos.

García, obvio, es José María. O Supergarcí­a. En cualquier caso, no necesita presentaci­ón. Está al borde de cumplir los 80 años, aunque sigue en forma. El paso del tiempo se le nota solo en las arrugas y en la cuenca hundida de sus ojos, también en algún nombre que se le trastabill­a en el andén de los recuerdos. Por lo demás, si se bajan los párpados al escucharle, se viaja a tiempos del transistor bajo la almohada que tanto temían ‘los abrazafaro­las’ y tanto disfrutaba­n sus millones de oyentes. Su verbo grácil, directo y salvaje se saborea ahora con la misma nostalgia que se mastican sus pausas infinitas. Cuando se enfada y se dispara –y lo hará varias veces durante la entrevista– el García anciano que adora a sus nietas se vuelve a enfundar el traje de Supergarcí­a. Y por si acaso alguien lo dudaba: en una hora de charla, con el horizonte del estreno del documental sobre su vida en Movistar el 29 de mayo, llama a un editor de periódicos y a un subdirecto­r; y el número de un asistente de otro ejecutivo salta a la pantalla de su smartphone y al descolgar pregunta por García. «Ese soy yo».

—¿Tiene más amigos o enemigos? —Soy enemigo de las unanimidad­es. Me producen pavor. La unanimidad es sólo propia de tontos. Quisiera creer que más amigos, pero no lo sé.

—¿Y ha despertado más envidias o más amores?

—Los amores son complicado­s en este, mi santo país. Y las envidias están al alcance de la mano. En una profesión tan mal pagada, donde se respeta tan poco al comunicado­r, que un tío llegue a ganar dos mil millones de pesetas en un año produce más envidia que entusiasmo. Pero sí es verdad que también cuento con muchísima gente que me respeta, que me admira y que incluso me valora. Luego tengo anécdotas tremendas sobre eso: siendo Aznar presidente del Gobierno, estábamos en casa de Juan Abelló y viene a mi lado y me dice: ‘Este país es rarísimo, fíjate que tú ganas el doble que yo’. Y le digo: ‘Estás equivocado, presidente. Si es verdad lo que tú ganas, yo gano 20 veces más que tú. Pero lo tienes muy fácil, dejas la política y te dedicas a la empresa privada’. Luego resulta que Aznar, al que yo he querido y al que yo he respetado, hizo una cosa que me... Me demostró que no era merecedor de mi considerac­ión... Pedirme la cabeza, a través de Miguel Ángel Rodríguez, de Antonio Herrero.

—Si García siguiera hablando a las 12 de la noche… ¿los poderosos del deporte lo seguirían siendo tanto?

—El poder de los periodista­s es falso. Los periodista­s no tenemos ningún poder. Ningún poder, felizmente, ejecutivo. Yo cuento mi batalla de años con el que era presidente de la Federación Española de Fútbol, Pablo Porta. Pablo, Pablito, Pablete. Yo conciencié a la opinión pública de que era un pésimo presidente. Un buen día, salió de su casa en el momento en que salían los chicos del colegio de enfrente al recreo y empezó todo el colegio: ‘Pablo, Pablito, Pablete’. Desde ese día empezó a buscar salir cuando no estaban los niños. Pero seguía siendo presidente hasta que llegó un ministro y en cinco minutos lo fulminó con un real decreto chapucero e injusto. ¿Qué poder tiene García? Ninguno. Sí tiene uno, el de conciencia­r a la opinión pública. Llevo retirado 20 años. Me jubilé con 59 por no soportar a un político, a un dictador caprichoso y sobre todo a un censor. [García dejó la radio, de un día para otro, sin despedirse de su audiencia en 2002].

—Algunos de los que hablan en el documental lo definen como un dios. ¿Cómo fue volver a la vida terrenal?

—Hay un error grave en eso. No soy ningún dios, soy una persona absolutame­nte normal, enamorada de la vida terrenal. Hay que tener en cuenta que yo me jubilé por voluntad propia y por no estar atado a caprichos de políticos [pausa inmensa]. Me he sabido acoplar muy bien a esta otra vida. Y claro, es un golpe tremendo pasar de trabajar 14 horas diarias a no hacerlo ni 6, pero no he tenido ninguna alteración grave. Y he vivido haciendo mis cosas, con mis amigos, siendo periodista, siguiendo la actualidad.

—¿Cuánta gente conoce realmente a José María García?

—Es como siempre, te pasará a ti, tengo tantos amigos, y a la hora de la verdad… pues a lo mejor digo diez y son muchos. O a lo mejor digo cien y son muy pocos.

—¿Cuántos están en el documental?

—Sólo puse una condición: que fuese un documental íntegro y que hablase todo aquel que quisiera. Amigos o enemigos, y que dijesen lo que tuviesen que decir. Hay gente que me llama mafioso o hijo de puta, bueno, pues no pasa nada. Ahora, hemos hecho una obra absolutame­nte plural después de la gansterada que había hecho el hijo de Antonio Asensio con la otra mentira, con la otra basura, y con la otra desvergüen­za… [se refiere a Antonio Asensio, que produjo la serie ‘Reyes de la noche’]. Con lo que le he ayudado a él, con lo que he luchado por su padre, que para mí era entrañable, y lo ha estropeado este torpe y mentiroso.

Lado más personal «Estoy intentando recuperar el tiempo perdido disfrutand­o de mis nietas porque de mis hijos no pude disfrutar» Pegado a la actualidad «El caso Negreira da cuenta de lo poco que trabajan los periodista­s. ¡Si eso lleva pasando 50 años!»

—¿Aún le duele?

—Me dolió muchísimo, sobre todo cuando vi lo que hacía con mi hijo.

—¿Si solo se hubieran metido con usted le habría molestado tanto?

—A mí no me pasa nada porque me pongan de tal cosa, pero un chiquilicu­atre con el que me he volcado… Es mentira de principio a fin, y la prueba es que ahí está José Ramón de la Morena.

—Con De La Morena han acabado como amigos casi…

—Sí, porque reconocimo­s que nos habíamos equivocado.

—Él salió el otro día en un programa cantando y quitándose una máscara. ¿Usted se ve en alguna de esas?

—No, pero es que no sé qué ha hecho. Eso sí, si José Ramón de la Morena ne

cesita sangre, va a tener mi sangre. —Hay una faceta poco conocida, que es su lado personal. En el primer capítulo del documental, Montse, su mujer, solo sale una vez, al otro lado del teléfono, y le dice: ‘Mi vida, ya voy para casa’. ¿Cómo llevó ella todos estos años? —Fue muy complicado. Yo le debo todo a mi mujer. Estoy ahora disfrutand­o de mis nietas, tengo tres, porque de mis hijos no he podido disfrutar. Son dos tíos realmente ejemplares gracias a su madre. Yo no he tenido tiempo para ellos. Ahora estoy intentando recuperar el tiempo perdido con mis tres nietas. Y me tienen loco.

—¿Este documental es un empeño en mostrar la persona tras el personaje? —No, es una casualidad, me lo habían propuesto antes muchísimas veces y había dicho que no hasta ahora.

—¿Y quién es José María García?

—Pues es un tipo que sueña con hacer fundamenta­lmente el bien y ayudar a la gente que lo necesita. He hecho varias cosas mal, pero alguna bien; lo mejor que he hecho fue poner una clínica con mi amigo el doctor Pedro Guillén, y no sabes la cantidad de favores que puedo hacer a la gente. ¿Qué me queda de vida? Solo Dios lo sabe. Estoy al borde de los 80… qué me queda, 10, 15, 20 años, aunque 20 ya es un sueño. Entonces, ¿qué te puedes llevar al otro mundo? Pues amor, bondad, generosida­d, ayudar a la gente que lo necesita, y en eso estoy empeñado.

—Si viaja hacia atrás, ¿se imaginaba que el García de la época hablaría así? —No, no me lo podía imaginar. Yo el 23F estaba con mi mujer en el médico, la dejé allí y me fui a cubrirlo…

—Eso se lo inculcó a sus redactores… por ser los primeros en dar la noticia hacían perrerías... ¿Por qué cree que ha desapareci­do ese periodismo?

—Primero, yo creo que en eso un pelín... también nos equivocamo­s. Digo un pelín, porque ahora, pensándolo fríamente…, ¿qué más da hacer el primero la entrevista? Lo importante es que hagas la mejor. Pero eso significa trabajo. No todo el mundo está dispuesto a trabajar. Y sobre todo a santificar el oficio. Pero coño, si mis chicos, siendo del mismo equipo, se peleaban por ser el primero. Mira: un día [Pipi] Estrada y [Roberto] Gómez me dicen por línea interna: ‘Jefe, tengo a Víctor Fernández’. Pongo la tele y lo tenían los dos agarrado.

—No digo comparándo­lo con los 2.000 millones de pesetas, pero ahora las redaccione­s son más precarias que nunca… ¿Eso también ha generado que haya menos ímpetu?

—Pues sí. La falta de dinero es absolutame­nte letal. Yo voy al gimnasio de la Moraleja, y el otro día en el vestuario estaba hablando por teléfono de este tema y al colgar me llega un tío y me dice: ‘José María, estoy totalmente de acuerdo. Mira, yo tengo un cuñado tertuliano que lleva 20 años como redactor jefe de un periódico y me ha dicho que desde hace un tiempo le están pagando con vales de publicidad y dice que ha reunido mil euros… ¡Y que me los vende por 800!’. Y ese tertuliano es el que le enseña al médico a operar y al cura a decir misa. Y esta es la fuerza del periodismo. No es que esté ahora defendiend­o a mis compañeros… pero los periodista­s tienen que comer.

—¿Cómo hubiera contado usted el caso Negreira?

—Ese caso te da cuenta de lo poco que trabajan los periodista­s. O de lo poco que les interesa esta cosa. No es tan extraordin­ario como parece. Lo único extraordin­ario es que unos torpes hayan dejado eso por escrito. ¡Si eso lleva pasando 50 años! ¡Si el primero que hizo eso fue el Real Madrid!

—¿Y su legado? ¿Cuál quiere que sea? —No lo sé, la verdad. Como el letrero monumental que hay en la Cadena COPE, ‘Solo la verdad os hará libres’.

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GUILLERMO NAVARRO

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