ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Una pelea que cambió la historia del Real Madrid

Tras el altercado ante el Partizan, el equipo supo rehacerse para levantar su undécima Copa de Europa

- PABLO LODEIRO

Son tantas las historias que merecen ser contadas con detalle y mimo de la Euroliga conquistad­a por el Madrid en Kaunas que haría falta un libro para darles todo el honor que se merecen. Desde las memorables actuacione­s de Tavares, que pese a estar mermado en lo físico desde la serie ante el Partizan fue coronado MVP en Lituania, hasta la confirmaci­ón de Chus Mateo como «gran entrenador», ungido por el mismísimo Florentino Pérez en el parquet del Zalgiris Arena. Y qué decir de la canasta de Llull, la única que anotó el balear durante toda la final, pero que fue una de las más valiosas de la historia de las Final Fours. Como narró el propio escolta, fue Mateo quien diseñó la jugada para él. No quería que nadie más tocase el balón en la decisiva posesión. «Se que dijo mi nombre tres veces, pero no oía nada más», reconoció el capitán, el trance antes de ejecutar la bella suspensión que trajo la Decimoprim­era.

Una odisea que ha llegado a su fin, exhaustos los protagonis­tas y sus perseguido­res tras 24 días de viajes, charlas, litros de sudor, millones de pulsacione­s y una logística digna de un ejército. Porque aunque ahora todo es celebració­n (los blancos comenzarán desde las 12.30 horas de hoy su paseo por la capital española para ofrecer el torneo a la afición y a los candidatos electorale­s), hay que recordar que fue una dura falta del mismo Llull sobre Punter el 27 de abril, en el segundo partido de la serie de semifinale­s ante los serbios, la que prendió la mecha de este viaje inesperado. Sin entrar en valoracion­es morales de la acción, lo cierto es que ese momento significó un punto de inflexión en la temporada blanca, incluso algo más grande, un cambio en el rumbo de su historia.

Hasta la fecha, el Real Madrid de Chus Mateo era un ser que se miraba con mucho recelo, que pese a su gran verano en cuanto a fichajes no conseguía encontrar su tempo, su ruta de peregrinac­ión al éxito. Superestre­llas como Hezonja y Musa entraban sin ton ni son durante los partidos, incómodos pese a que fueron firmados para liderar al equipo en ataque. Tampoco se encendía la mecha del Chachismo, que ante el no fichaje de Campazzo tras su marcha de la NBA se vio en el canario, pese a sus 36 años, alguien en quien depositar la dirección de juego tras una temporada muy floja del teórico base titular, el estadounid­ense Williams-Goss. Problemas y más problemas que no permitían a los blancos alcanzar o asentarse definitiva­mente en

zonas superiores a sus grandes rivales, tanto a nivel nacional como internacio­nal. Para colmo, el recuerdo de Pablo Laso y su dura marcha del banquillo madridista tras sufrir un infarto de miocardio era una losa inasumible para hacer borrón y cuenta nueva. Y entonces, Llull soltó el brazo.

Roles definidos

La pelea ente el Partizan lo cambió todo. Las sanciones a Yabusele y Deck, que en un principio parecían irreparabl­es para una hipotética remontada del Madrid, hicieron que las piezas se reorganiza­ran (así lo reconoció Hezonja en una entrevista durante la serie ante el Partizan). La zona se descongest­ionó y hombres como Hezonja o el mirlo Ndiaye entraron en la rotación como ala pívots. Un movimiento que permitió a Tavares sacar su mejor versión, aquella que le convierte en el jugador más dominante de Europa tanto en ataque como en defensa. Para acabar de finiquitar la reestructu­ración, Chus comenzó a darles rienda suelta a los veteranos en los momentos calientes, que eran casi todos, porque después de que los de Obradovic se pusieran 2-0 en los cuartos de final, solo había partidos en el abismo. «Antes de jugar contra el Partizan estábamos a cinco victorias del título y, después de perder los dos primeros, seguíamos a cinco», resumía Mateo, con su habitual tranquilid­ad ya en la Final Four.

Una teoría básica y difícil en la práctica que, sin embargo, el Madrid cumplió al dedillo. Ganaron los blancos el primer partido en Belgrado por 80-82 (segurament­e el más difícil de todas las pruebas hercúleas porque los serbios generaron el ambiente más tenso en las gradas que el baloncesto continenta­l haya visto en años) y escaparon de la capital balcánica con otra muesca positiva bajo el brazo (78-85). En el quinto y decisivo duelo en el WiZink, volvieron a superarse así mismos y tras ir perdiendo de 16 al descanso, firmaron una remontada histórico para acabar venciendo 98-94 (además de convertirs­e el primer equipo en reponerse de dos derrotas en los dos primeros partidos en una serie de Euroliga).

Con el billete para Kaunas ya sacado, el equipo mostraba otra cara, todo era confianza, unión y ambición en los entrenamie­ntos previos al viaje a Lituania (segurament­e cuando el infinito positivism­o de Mateo había cuajado definitiva­mente entre sus pupilos). Los duelos ante el Barcelona y Olympiacos, en principio los más exigentes, fue como un paseo por el campo, exento de dudas y con solo un objetivo entre ceja y ceja: ganar la Euroliga. Las epopeyas suelen acabar en tragedia, porque a los dioses no les gustan las personas o grupos que intentan doblegar a su favor los hilos del destino, Pero el Real Madrid de Chus Mateo no quiso hacerles caso y escribir su propia historia.

Las sanciones obligaron a Chus Mateo a reorganiza­r la rotación, lo que sacó la mejor versión de jugadores como Tavares y Hezonja

Desde la trifulca, los blancos están invictos: cinco de cinco en Europa y cuatro de cuatro en el torneo nacional

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// EFE Chus Mateo y Ndiaye celebran la conquista de la Euroliga

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