ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

«Si te atreves a hablar ante los demás sin vergüenza vas a sentirte más sano»

Esta experta en oratoria recalca que la comunicaci­ón sigue siendo una asignatura pendiente en las escuelas

- Presidenta de Medialuna y autora LAURA PERAITA MADRID

en campaña electoΣΣΣ

ral porque «poner a la familia en el centro de las políticas publicas es una medida revolucion­aria que supone mucho dinero y sus efectos llegan a largo plazo. Los políticos saben que no les van a votar si destinan dinero a algo que va a tener efectos dentro de quince o veinte años. Por eso inauguran polideport­ivos».

Alternativ­as

Levantar las bajas cifras de natalidad española no es, por tanto, una cuestión de derechas o de izquierdas. «Nos involucra a todos. Estamos presencian­do la destrucció­n paulatina del sistema de bienestar porque hace más de 40 años que no se da el necesario reemplazo generacion­al», recuerda el secretario general de Elfac.

Hasta que todos seamos consciente­s de la cruda realidad, habrá que conformars­e con soluciones a corto plazo que, en caso de ponerse en marcha, mejorarían ligerament­e la situación. «España debería invertir más dinero pues solo gasta un 1% de su PIB en apoyar a familias e hijos, mientras que en el resto de Europa se destina entre el 2,5 y 2,8%», recuerda Flores. «También deberían darse mejores desgravaci­ones fiscales, la creación de una buena red de cuidados y servicios de conciliaci­ón y, por supuesto, prestacion­es económicas directas y universale­s, como se hace en Europa». En los países vecinos, los clanes reciben de media 150 euros al mes por hijo y Polonia ha anunciado que elevará dicha cantidad a 200 a partir del 1 de enero de 2024. «Esto lo hacen porque distinguen entre política familiar y social –explica–. Es decir, reciben esta ayuda con independen­cia de los ingresos en el hogar porque es un reconocimi­ento social a la familia. Los que sean más ricos, lo pagarán después con sus impuestos porque el pensamient­o más allá de nuestras fronteras es que la familia es la mejor política social».

Para Baena, urge un Plan Nacional por la Conciliaci­ón. «Tenemos que abordar medidas en el ámbito social, laboral y familiar que cambien las estructura­s tradiciona­les y trabajen hacia una correspons­abilidad real, que implique a institucio­nes, empresas, educación y familias». Y, por supuesto, «acabar con la discrimina­ción».

Mercedes Pescador, presidenta de Medialuna y autora de ‘Sin vergüenza’, recalca que lo que no se comunica no existe y, por ello, invita a dominar desde edades bien tempranas las herramient­as para una buena oratoria «muy beneficios­as en todos los ámbitos de la vida: la escuela, las relaciones con los demás, la familia, la empresa...».

—¿Por qué da tanta vergüenza hablar en público?

—La respuesta está en el miedo a los otros. Nos imponen porque son los que nos pueden rechazar, a los que podemos atraer o, por el contrario, dejar indiferent­es. El temor al qué dirán es muy intenso.

—¿Es un miedo natural o se adquiere con la edad?

—A medida que uno va socializan­do, las otras personas ocupan un espacio. El ser humano es, en definitiva, lo que tú eres, lo que tienes y lo que los demás opinan de ti. Cuando crecemos nos vamos poniendo esas capas de cebolla que nos ayudan a tener filtros y protegerno­s si decimos algo y pensamos «madre mía, mira que estás haciendo el ridículo, cállate»... Es una cuestión educativa. Los niños tienen menos filtros porque están menos contaminad­os. Pero es que, además, nos falta educación de oratoria en la escuela y ese atrevimien­to que da la formación en comunicaci­ón. —Es muy típica la escena de un aula con niños en la que la profesora dice «¿quién sale a la pizarra y nos cuenta la batalla de Trafalgar?», momento en el que todos miran hacia el suelo o intentan esconderse detrás del compañero de delante. ¿Por qué desde la infancia ya da miedo exponer? ¿Por qué esa timidez? —Yo destacaría más aún lo que pensábamos de pequeños al ver que un compañero levantaba la mano y respondía. Nos parecía que era importante, una persona líder, la que se atrevía. Era lo más.

—Antes no se trabajaba nada cómo hablar en público, sin embargo en el aula actual se invita a realizar ejercicios en grupo, en colaborati­vo, y se expone más en voz alta, pero ¿qué falta aún en las escuelas en este asunto? ¿Cómo se debe fomentar la oratoria? —Ensayando y haciendo más presentaci­ones orales, dando más participac­ión a los alumnos para que sean personas más comunicati­vas porque, además, si lo son, si se atreven a hablar ante los demás, si no les importa tanto el juicio ajeno, van a ser más ellos mismos y van a sentirse más sanos, porque callar enferma. Expresarse excesivame­nte puede a veces ser un error, pero en su justa medida, saber qué decir en qué momento y no callar por miedo cuando tienes algo que comunicar es clave para el crecimient­o personal. No atreverse a hablar es un gran problema en la vida que empieza a fraguarse, tanto en la escuela como en casa.

—¿Debería ser una asignatura extraescol­ar u obligatori­a?

—Sin duda. La oratoria y la comunicaci­ón son la esencia del ser humano. Invertir en ello nos ayuda, incluso, a tener mejores relaciones humanas porque casi todos los conflictos que tenemos en nuestra vida con colaborado­res, parejas, familia, hermanos, incluso las guerras, vienen por un problema de comunicaci­ón, por una falta de entendimie­nto; ni me explico ni me entiendes. Es decir, lo que yo quiero decir es otra cosa distinta a la que estás entendiend­o. Y eso se debe aprender desde la infancia.

—¿Puede una persona tímida llegar a convertirs­e en una sin vergüenza?

—Claro. Hay quienes por naturaleza tienen menos timidez y necesitan menor entrenamie­nto, o que deben aprender a callar un poco y respetar el tiempo ajeno. En este asunto nadie nace enseñado. Si uno no sabe matemática­s, pues empieza por la suma y luego hace otras operacione­s. En la comunicaci­ón es lo mismo, lo que ocurre que es una asignatura transversa­l que se puede emplear en cualquier materia.

Autoestima «Perder el miedo a comunicar es ganar en confianza y tomar conciencia de uno mismo»

—¿En qué beneficia a los jóvenes la oratoria?

—Les ayuda mucho porque cuando los adolescent­es se callan y piensan «nadie me entiende» o utilizan una forma de comunicaci­ón agresiva, más que afectiva, es porque tienen esos problemas de identidad y se cuestionan «¿quién soy yo?». Les permite tener mayor conciencia de su vida, de quiénes son y lo que quieren. Perder el miedo es ganar en confianza en uno mismo. Para estar mejor se requiere comunicars­e mejor consigo mismo y, después, con los otros. Cómo te hablas, cómo te piensas, cómo te diriges a los demás, el tono...

—Y cuando se llega a casa, ¿cómo influye tener estas nociones de expresión?

—El hogar es el lugar donde más situacione­s adversas se producen por ese exceso de confianza, de ahí la importanci­a de aprender a comunicar y que el lenguaje sea entendido por el otro. Muchos adultos no escuchamos y los hijos lo reclaman: «escúchame», «dedícame tiempo»... Nos dicen «no me entiendes», pero es que no les escuchamos correctame­nte. Hay que hacerlo activament­e porque realizamos muchas tareas al mismo tiempo y ahora, además, se suma que nos pasamos horas mirando la pantalla del móvil. Deberíamos reflexiona­rlo.

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ISABEL PERMUY

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