ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Gran bazar

En Melilla quedan los pájaros que trincan votos a cambio de calderilla, son los infectos proxenetas de nuestra democracia

- RAMÓN PALOMAR

LA martingala de la compravent­a de votos en Melilla la conocía hasta el más ermitaño de la ciudad. Los testimonio­s emitidos por las television­es muestran melillense­s narrando el cambalache sin alterarse, con total naturalida­d de fulgor africano. Cierto es que nadie habla en primera persona. Se refieren a un amigo, a un primo, a un cuñado, a ese otro que no es sino ente anónimo y difuso que nos sirve de coartada perfecta. Ellos no vendieron su papeleta a cambio de fresco ‘flus’, fueron otros.

Esto me recuerda a lo de los puticlubes que pespuntean las carreteras españolas y tachonan nuestras urbes. Ningún español visitó jamás un lupanar. Pero un amigo nos contó que la luz era grasienta, los escotes profundos, las copas caras y el cava de burbuja desinflada. Siempre disponemos de un amiguete o de un conocido que nos los describió todo con pelos y señales ante nuestro escándalo de almas puras. Y no sé qué es peor, si participar de la trata de blancas o malvender tu voto. En ambos casos corroes tu alma mientras precipitas tu moral hacia el sumidero que desemboca en la alcantaril­la. Disfrutar de un fogonazo sexual mientras pagas el peaje del vicio que esclaviza, o mercadear con tu voto a cambio de 100 o 150 pavos, supone renunciar a tu condición de hombre honrado y libre. Por mucho que lo necesites, esa pasta no te extirpará de la miseria, sólo contribuir­á, cuando la gastes más rápido de lo que pensabas, a reforzarla porque esa venta te arrebata el último jirón de dignidad. Cuenta la leyenda que el viejo Joe Kennedy derramó montañas de dólares a la mafia de Sam ‘Momo’ Giancana para que estos recolectas­en los votos que colocarían a su hijo JFK en aquel Camelot. Más tarde, ironías lúbricas de la vida, Giancana y JFK compartier­on amante, la bellísima Judith Campbell. En Melilla nos falta un capo todopodero­so como Giancana, un apuesto político como JFK y una ninfa como la Campbell. Quedan, pues, los pájaros que trincan votos a cambio de calderilla. Ellos son los infectos proxenetas de nuestra democracia.

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