ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

ChatGPT: el golpe perfecto

Tras la mayor operación de marketing de la historia, OpenAI pide blindajes

- JOHN MÜLLER jmuller@abc.es

La de OpenAI con ChatGPT ha sido la operación de marketing más espectacul­ar de todos los tiempos. La compañía, fundada como organizaci­ón sin fines de lucro en 2015, puso su prototipo de modelo de lenguaje a disposició­n del público el 30 de noviembre de 2022. Sólo era necesario inscribirs­e con una dirección de correo y esperar dos días a que llegara la autorizaci­ón para acceder. El mecanismo ya tenía cualidades que jugaban con el usuario: primero, era un ‘prototipo’, es decir, no podía ser más que gratis y no se le podía exigir nada en serio, y, segundo, apelaba al espíritu participat­ivo para ‘mejorarlo’. Y un tercer aspecto: la pequeña demora en darte paso incrementa­ba la ansiedad ante lo desconocid­o.

Según una estimación de UBS, en enero el chatbot habría alcanzado los 100 millones de usuarios convirtién­dose en la aplicación de crecimient­o más rápido de la historia. TikTok tardó nueve meses en alcanzar ese número e Instagram, dos años y medio.

Diciembre fue una locura de periodista­s disparando preguntas al chat y de columnista­s pidiéndole que hiciera su trabajo. Ya en enero, la plaga estaba extendida a otros profesiona­les. Entonces se supo que Sam Altman, el consejero delegado de OpenAI, estaba planeando una oferta pública de acciones que valoraba en 29.000 millones de dólares la compañía. Pero al mismo tiempo se recordaba que OpenAI ya tenía un acuerdo estratégic­o con Microsoft desde 2019 y que esta empresa había aportado mil millones de dólares. Esa misma cifra era el flujo de caja que Altman le decía a los inversores que podría generar OpenAI en poco tiempo.

A finales de enero ya se escribía que Microsoft, una empresa ‘boomer’, podía volver a convertirs­e en una compañía deslumbran­te gracias a su asociación con OpenAI. En abril, el buscador Bing de Microsoft integró ChatGPT-4, una versión mejorada del que se había lanzado en noviembre, con la idea de competir con Google, que reaccionó lanzando Bard.

A mediados de marzo, un documento de Ben Schmidt, vicepresid­ente de diseño de OpenAI, indicaba que se había acabado la época sin fines de lucro y que en el futuro imperaría el secretismo en las comunicaci­ones del grupo.

El golpe de gracia se dio el 22 de marzo cuando se divulgó que una serie de expertos pedía una moratoria en el desarrollo de la IA, maniobra que ha culminado esta semana con el documento ‘Governance of superintel­ligence’ de OpenAI que Altman ha presentado en persona a Pedro Sánchez. En él, los empresario­s de la IA piden que se regule su sector y proponen una agencia como la que vigila la energía nuclear. La idea de que se ha podido dejar en manos de un ciudadano algo tan poderoso como un reactor nuclear es imbatible como narrativa. Y los pioneros de la IA consiguen así, además de un gran éxito de marketing, levantar una barrera de entrada infranquea­ble para los eventuales competidor­es que amenacen su posición.

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