ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Así fue ‘la gran noche del pop’ y del meme de Dylan
Solo tenían una noche. Y jo, qué noche. El 28 de enero de 1985, una constelación de 40 superestrellas y leyendas de la música se reunieron para grabar en un estudio de Los Ángeles ‘ We Are The World’, cuya melodía todos conocemos y quizá hasta aborrecemos. El motivo no podía ser otro que benéfico: «Hay blancos salvando a negros y no hay negros salvando a negros», reflexiona Lionel Richie. Ahora un documental en Netflix, ‘La gran noche del pop’, cuenta todo lo que pasó.
La inspiración advino del Band Aid de Bob Geldof, idea que recogió Harry Belafonte, el rey del calipso que conocía la realidad de África, para contactar con el supermánager Harry Kragen y mover la posibilidad de hacer algo por el continente negro. Eso sí, sólo con artistas ‘made in USA’. Kragen se lo propuso a Richie, y este, a su vez, tenía claro que Quincey Jones tenía que ser el director de orquesta. Y ambos convencieron a Michael Jackson y Stevie Wonder. ¿Quién se iba a resistir ahora a colaborar salvo... por miedo?
La mano negra se abrió a la inclusión blanca, y fueron apalabrando a otros figurones como Paul Simon, Billy Joel, Tina Turner, Diane Ross, Bruce Springsteen, Bob Dylan, porfiaron incluso con malas artes por Prince (como descubrió su novia y percusionista invitada, Sheila
E., que vio que la tenían allí para animar al otro), Kenny Rogers, Smokey Robinson, Willie Nelson, Ray Charles o Cyndi Lauper, a la que prefirieron antes que a Madonna pese a la guerra que daría. Y muchos más, hasta el cómico Dan Aykroyd.
Las dificultades logísticas eran inmensas, y se concluyó que el día de la gala de los American Music Awards en Los Ángeles era el ideal por la concentración de astros, un evento que presentaba ‘el máquina’ Lionel Richie, el propio muñidor de ‘ We Are The World’ y gran triunfador de los premios (se llevó seis). Así, al término, del tirón, se fueron a los A&M Studios, donde les esperaba ya Michael Jackson grabando sus voces.
Pero para llegar aquella noche había que tener la canción compuesta. El 18 de enero, diez días antes, Jackson y Richie quedaron para componer siguiendo el estilo de Jackon que era canturrear melodías y grabarlas. Richie alucinó: «Una plantilla con tarareos y ni una palabra». Eso sí, el leitmotiv de ‘ We Are The World’ se le ocurrió a
Jackson. Cuando la maquetaron, mandaron 50 cintas por envío urgente a todo el país para que el resto recibieran la canción. Cinco días antes de grabarla. Y todo en secreto: si había fotógrafos en la puerta, Bob Dylan, por ejemplo, podría darse media vuelta.
El plan de Quincey Jones para la producción era el lógico: algo sencillo y que destacaran las voces. También estudió los rangos para diseñar el orden de cantantes, los dúos o tríos, o ver quién sería solista. Y cuando todos llegaron, un cartel: «Dejad el ego en la puerta». Confusos y tímidos como niños, también juguetones, a las 22:30 estaban ya en sus puestos. Y Paul Simon hizo la broma desengrasante: «Como caiga una bomba aquí, John Denver vuelve a triunfar».
El momento más tenso fue cuando Stevie Wonder tuvo una idea: «Habría que meter algo en suajili», y empezó a cantar. Venía mosca por no haber participado en la composición, y se destapó con esta propuesta que rompió esquemas. El ambiente se crispó, y hasta Bob Geldof, invitado para dar una charla inspiradora, intervino: «No tiene sentido hablarle a los hambrientos. Esta canción le habla a los que tienen dinero. Puedes ganar uno y perder dos así». Waylor Jennings incluso se dio el piro: «No sé lo que es eso pero no voy a cantarlo».
Otra situación clave fue lo que ahora conocemos como ‘El meme de Bob Dylan’, que el documental contextualiza. En las redes sociales, se suele poner este trozo de vídeo del bardo de Minesota como ejemplo de desubicación. Y hay que decir que Quincey Jones ordenó que en tal momento solo cantaran los que llegaran a la octava de Jackson, y las voces graves harían luego los bajos. «Dylan sabe que no es un cantante como Stevie Wonder, así que seguramente es el que más incómodo estaba», se dice. Y cierto es que en la parte solista vemos al premio Nobel de Literatura hasta agobiado por no estar acostumbrado a estar rodeado de tanta gente o cámaras, pidiendo ayuda al propio Wonder al piano en un momento mágico, porque este imita su cantar, solos ya con Richie y Jones, que echó al resto de la sala a las 6 de la mañana para protegerle. «Stevie Wonder puede cantar la lista telefónica. Cuando estás con él es como estar con un genio. Y es majísimo», dice Springsteen.
Prince finalmente no apareció. Smokey Robinson tuvo las agallas de decirle a Jackson que una frase no tenía sentido. Al Jarreau se emborrachó. Ray Charles le dijo a Stevie Wonder que tenía que ir al baño, y este le mostró el camino («Un ciego guiando a otro ciego», el resto se partían). Y, por supuesto, empezaron a pedirse autógrafos unos a otros. «No ha salido bien», cerró Dylan. «Que sí», le replicó Quincey Jones. «Te lo juro, macho, está perfecto». «Bien, Dylan», le apoyó el ‘boss’ cuando por fin terminó lo suyo. 8 AM. Y Diana Ross se echó a llorar: «No quiero que acabe esto».
«La canción me pareció un poco genérica. Pero la gente la juzga estéticamente, y yo la veía como una herramienta para cambiar algo y funcionó bastante bien», analiza Springsteen. El 7 de marzo se publicó el single. Durante el primer fin de semana, vendió un millón de copias. Ganó el Grammy a ‘Mejor canción del año’ en 1986. Y, en total, ha recaudado para África 160 millones de dólares al cambio de 2024.
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