ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

En busca de la Juana de Arco menos santa

En su nueva novela histórica, la autora da una visión más humana y cercana de la Doncella de Orleans

- MANUEL P. VILLATORO MADRID

Lo narraron los diarios: el 16 de mayo de 1920 repicaron gozosas las campanas de la basílica de San Pedro en honor de doña Juana de Arco. Al calor del Papa Benedicto XV, y al son de los cantares de dos millares de frailes y monjas, la ‘pucelle’ de Orleans fue canonizada. Según el sumo pontífice, recibió tamaño honor por su «perfecta fidelidad a la Iglesia», por ser un ejemplo de vida cristiana y por su gran caridad con los más pobres durante la Guerra de los Cien Años. Amén, y nunca mejor dicho, de haber sido quemada viva en 1431; la agonía de la hoguera, que siempre suma puntos.

Todavía hoy, cuando frisan los seis siglos de su muerte, esta es la imagen que prevalece de la Doncella de Orleans. La de la santa y la virgen que nos vendió el escritor Mark Twain a finales del siglo XIX en una obra dedicada a su figura: «Ella era profundame­nte religiosa. Su piedad le proporcion­aba paz y alegría interior». Y es el estereotip­o del que se aleja la norteameri­cana Katherine J. Chen en ‘ Juana de Arco’ (Destino), su nueva novela histórica. Y no porque la religión no fuese importante para este personaje, que lo era, sino porque existen otros tantos factores que se han obviado y que fueron igual de claves en su vida. «Además, su interactua­ción con los santos creaba una distancia enorme con el lector, y yo no estaba dispuesta a sacrificar esa cercanía » , explica en declaracio­nes a ABC.

Chen nos abre l as puertas de su casa a través de videoconfe­rencia; cosas de residir en Nueva Jersey. Parece que ha decidido de forma sabia, pues su Juana menos santa que la media ha convertido la novela en un éxito de ventas en Estados Unidos. Éxito que, según apunta la crítica, se repetirá en nuestras fronteras. « ¿ Por qué creo que tiene buena acogida? Porque hasta ahora no había una obra de ficción que permitiera al lector acercársel­a al corazón. Yo he intentado casar esa visión cercana y personal con la leyenda y l os hechos » , completa.

La autora admite que ha tenido que «bajar a la francesa del pedestal y hacerle mil preguntas» para esbozarle un nuevo retrato. Pero insiste en que el resultado no está elaborado al albur. Todo lo contrario: ha estudiado la vida y desventura­s de la ‘pucelle’ para cimentar a su protagonis­ta con el debido respeto histórico. «He analizado las transcripc­iones del juicio que la llevó a la hoguera, las del proceso que la redimió dos décadas después, muchas biografías de otros tantos autores... Hay una infinidad de matices en todo este material. La clave es lo que se lee entre líneas», insiste. Para Chen, la documentac­ión te da la arcilla, pero después toca moldearla.

El resultado es una Juana de Arco más fresca, más fuerte y más marcial. Un personaje parecido a la guerrera que planteó Shakespear­e en sus escritos durante el XVI, pero dejando a un lado la inquina a lo galo que transpirab­a el británico.

Superar adversidad­es

Los moldes los rompe ya al narrar la infancia de la heroína francesa. Chen presenta a una Juana «sin alucinacio­nes en su adolescenc­ia». No hay rastro en la obra del arcángel Miguel o de Margarita de Alejandría; esas voces que, según la tradición, llevaron a aquella chiquilla nacida en Domrémy- la-Pucelle a entregar su vida a Dios.

A cambio, la presenta como una joven aguerrida que supera con tesón los malos tratos de un padre abusivo. «¿Por qué le ha retratado así?», preguntamo­s. En este punto se detiene, aunque solo un par de segundos: «En realidad no era tan violento, pero yo sufrí abusos por parte de mi padre, y esa violencia me ha convertido en quien soy. Mi padre le puso cinta americana a mi perro en el hocico para asfixiarlo, y es algo que he intentado replicar en el libro».

Lo que sí es histórico es que Juana, como ella, superó todas las adversidad­es para lograr su sueño: combatir. Eso, y que se vio influida por mil secundario­s de oro que la empujaron a personarse ante el delfín galo –el futuro Carlos VII– y ofrecerle dirigir sus ejércitos. Todo ello, con un triple objetivo: vencer a los ingleses, acabar con sus opositores y sepultar de una vez la llamada Guerra de los Cien Años.

El ‘ boom’ de la novela llega con sus campañas militares, y es que Chen vislumbra a una

‘JUANA DE ARCO’

La autora muestra a la Doncella de Orleans más ruda; una dama aguerrida que luchó en primera línea de batalla por el pueblo galo

Juana ducha en las armas y siempre en primera línea de batalla. Una ruptura clara con los autores que la muestran más como un icono para los combatient­es que como una militar tradiciona­l. «Es un hecho: los soldados se maravillab­an de cómo usaba la lanza y de cómo montaba a caballo. Un capitán afirmó que era una muchacha ignorante en todo, menos en lo que tenía que ver con la guerra. Hasta hay cartas que se refieren a ella como ‘ la guerrera’ francesa», añade.

Sorprende también que Chen no se zambulla en el juicio por brujería que condenó a Juana a la hoguera. «No veo que la novela sea un buen formato para explicarlo. Las transcripc­iones nos muestran un proceso larguísimo y muy repetitivo. Y, aunque sus respuestas nos dibujan a una Juana con capacidad de rebelarse y de no ceder ante sus interrogad­ores, hacía demasiado engorroso el texto», admite.

Otro tanto sucede con su ejecución: «Es la imagen típica que todos tenemos en la cabeza. La hemos visto demasiadas veces ya. Además, no hay nada sagrado en quemar viva a una joven. Para ellos fue un espectácul­o y lo alargaron todo lo que pudieron. Es algo tétrico que no quise replicar».

Por eso prefirió acabar su novela con un nota de esperanza: «Con el final sugiero que perderlo todo no significa que hayas fracasado o que no hayas tenido un propósito en esta vida». Juana, sentencia, venció como mujer y como guerrera, «pues dio una nueva esperanza a su pueblo». Y, si a Chen le valió esta idea para terminar su libro, a nosotros nos vale para cerrar este artículo.

Balthasar Neumann enseñan a estos jóvenes de procedenci­as más que diversas a cantar en alemán. La música es el centro de este programa, ya que, según el director general de la centenaria institució­n catalana, Joan Ollé, «cantando juntos desarrolla­n valores de cohesión, de responsabi­lidad, de sentirse parte de algo importante». No es nada nuevo, aunque se nos haya olvidado: «Anselm Clavé, en el siglo XIX, ya lo hacía», recuerda en referencia al padre espiritual del movimiento coral en Cataluña, y uno de los impulsores de la construcci­ón del Palau. Ollé explica que esta colaboraci­ón se ha ido cocinando a fuego lento. Todo empezó con un «enamoramie­nto» con Hengelbroc­k y su orquesta, y fue derivando hacia una colaboraci­ón más estrecha: «Tenemos valores próximos» y buscan «un impacto que va mucho más allá de un concierto excelente».

Jóvenes en Cuba

Aparte de Barcelona, los Balthasar Neumann llevan a cabo programas sociales en diversas ciudades del mundo, y Pablo de Pedro está implicado a fondo en ellos. No es solo altruismo, porque tiene la certeza de que crece como músico cada vez que participa en una de estas iniciativa­s. Pone el ejemplo de su programa para enseñar música a jóvenes en Cuba, que ya lleva haciéndose una década; o el que desarrolla­n en una clínica privada alemana, dedicada a tratar a chicas de entre 14 y 16 años con problemas vinculados a trastornos alimentari­os: «Hacemos ensayos abiertos en los que intentamos que no vengan solamente a escuchar música, sino que nos den su opinión de cómo podríamos ensayar mejor». Ellas «se dan cuenta de que tienen un impacto grandísimo en lo que hacemos», por lo que De Pedro está convencido de que «a esa persona le hemos cambiado un poco la vida».

¿Y qué aprende él, un músico que ha tocado con el Concentus Musicus de Harnoncour­t, con la Europa Galante de Biondi y con el Collegium Vocale Gent de Herrewege? Pues asegura que estas experienci­as le permiten siempre descubrir cosas nuevas en las partituras, y llevarlas después a los conciertos para conectar mejor con el público. No se trata de ser un gran experto, sino simplement­e de sentir y de poder intercambi­ar sensacione­s con otras personas: «La música la llevamos todos dentro, es algo muy intuitivo, así que en realidad nosotros aprendemos más de lo que enseñamos».

Es algo tan sencillo, dice, como seguir el espíritu de Neumann, ese constructo­r a quien desconocía y que ahora es parte de su quehacer cotidiano: «Neumann pensaba que si ves que puedes hacer algo para mejorar las cosas, simplement­e tienes que hacerlo, y lo hacía». Este martes, el coro y orquesta Balthasar Neumann, junto al Orfeó Català, mejoran la vida del público de Barcelona interpreta­ndo el ‘Requiem alemán’ de Brahms. El miércoles, la segunda sinfonía, ‘Lobgesang’, de Brahms. El próximo fin de semana, se van a interpreta­r las mismas obras a la Elbphilhar­monie de Hamburgo.

La orquesta y coro Balthasar Neumann

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// ABC Retrato de la Juana de Arco más idealizada
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// A. BOFILL Un cuarteto de cuerda tocó para enfermos de cáncer y sus familiares en la Fundación Kalida
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// REUTERS Lanzamient­o con el que Vinicius abrió el marcador

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