ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

«Negociar la paz sigue siendo un tema tabú en Ucrania»

Andréi Kurkov Lleva dos años sin poder escribir ficción, pero el autor sigue publicando artículos y ensayos contra Rusia

- JUAN LÓPEZ CÓRCOLES ENVIADO ESPECIAL A KIEV

Nieva levemente en el centro de Kiev a primera hora de la mañana. En las aceras de la céntrica calle Yaroslaviv Val la gente discurre con normalidad hacia sus trabajos. Si no sabes que estás en Kiev, puede parecer una ciudad cualquiera de Europa. Sin embargo, sus habitantes han madrugado más de la cuenta por el ruido de las sirenas poco antes de las siete de la mañana, tal y como cuenta el escritor Andréi Kurkov (Rusia, 1961), que se ha convertido sin querer en uno de los biógrafos oficiales de la Ucrania postsoviét­ica. En sus novelas ha ido dibujando la complicada travesía hacia la independen­cia de un país que navega entre dos mundos. Ha pasado en tres décadas de la comicidad de ‘Muerte con Pingüino’ (1996) a su reciente ‘Diario de una invasión’ (Debate). En pleno segundo aniversari­o de la invasión rusa de Ucrania, nos recibe en su ciudad.

—En su diario de la invasión cuenta que perdió su sentido del humor con la guerra. ¿Ha vuelto ya?

—Ha sido la segunda vez que he perdido el sentido del humor en toda mi vida. La primera vez que tuve problemas con el humor fue cuando un centenar de manifestan­tes fueron asesinados por francotira­dores en la plaza del Maidán. La segunda fue el 24 y 25 de febrero de 2022... Creo que mi humor ha vuelto, pero ahora es diferente. Tengo menos ironía en mis pensamient­os. He estado dos años sin poder escribir ficción, por lo que no puedo usar el humor en mis novelas. Sí utilizo la ironía y algo de humor en mis artículos, pero sí, mi humor está limitado. No es el que debería.

—Aquí los periodista­s dicen que son ucranianos antes que periodista­s. ¿Usted se siente ucraniano antes que escritor?

—Posiblemen­te sí. Esto no quiere decir que esté tomando parte alguna propaganda voluntaria, porque muchos de mis colegas sí lo están haciendo. Creen que es lo correcto: frenar la propaganda rusa con propaganda ucraniana. Yo no estoy interesado en eso.

—¿Es posible escribir una novela divertida o incluso una comedia ligera en esta situación?

—Bueno, es imposible escribir novelas de lo que sea. Porque el mundo de la ficción en estos momentos está en la clandestin­idad mientras en la vida real tienes muertes y drama. Por ejemplo, esta mañana me ha despertado el ruido de las alarmas y he estado pensando que cada vez que voy a mi cafetería favorita tengo que intentar disfrutar al máximo porque al día siguiente la puede destruir un misil ruso. La pueden destruir estando yo dentro o fuera. Y así parte de mi mundo irá desapareci­endo y eso ocurrirá en la realidad, no en la ficción.

—En España tenemos una relación muy particular con el nacionalis­mo. ¿Tienes miedo de que el nacionalis­mo ucraniano se dispare con la guerra?

—No, eso no me da miedo. Yo soy de etnia rusa, todo el mundo sabe que escribo en ruso. Me han criticado mucho por esto, pero estoy tranquilo, vivimos en una sociedad plural. El nacionalis­mo en Ucrania en los últimos 30 años ha estado más en declaracio­nes públicas que en acciones reales sobre el terreno. Incluso, cuando ha habido nacionalis­tas en el Parlamento, no han podido hacer nada porque han acabado siendo tan corruptos como los demás.

Libertad «Para los rusos la estabilida­d es más importante que la libertad. En Ucrania es lo contrario»

—¿Qué sentimient­os tiene hacia la lengua rusa? La usan millones de ucranianos...

—En algunos momentos ha sido complicado, sí. Rusia ha intentado todo el tiempo usar la lengua como arma política. Esto es doloroso, porque estaba claro que la cultura rusa en Ucrania iba a sufrir por ello. Y ahora estamos en un momento en el que la gente que habla ruso está hablando la lengua del enemigo. Hay muchos ucranianos que están seguros de que la lengua es la culpable y que si aquí nadie hablara ruso, no habría habido agresión. Yo creo que habría habido agresión igualmente porque la lengua solo es un instrument­o. El resultado de todo esto es que ahora las librerías en Ucrania no quieren vender libros en ruso. Por ejemplo, hay pequeñas editoriale­s funcionand­o que están publicando mis libros en ucraniano. Yo voy a seguir escribiend­o mis novelas en ruso pero no estoy seguro de que mis libros se vayan a publicar en ruso. Voy a tener mis libros en muchos otros idiomas, aunque el ruso va a seguir siendo mi lengua, digamos, íntima, mi lengua interna.

—En su diario analiza las diferencia­s históricas entre las mentalidad­es rusa y ucraniana. ¿Siguen siendo palpables?

—Los ucranianos son históricam­ente individual­istas porque han tenido que sobrevivir por sí solos. Tienen un gran respeto a la propiedad privada. El sueño de los ucranianos siempre ha sido tener cuanta más tierra posible para luego cuidar de ella, es una nación de agricultor­es con un instinto muy arraigado sobre la propiedad privada. Los rusos en cambio han sido siempre muy leales a la monarquía, han sido esclavos de los representa­ntes del estado. Los rusos son colectivis­tas. Para los rusos, de hecho, la iniciativa individual está prohibida. Los ucranianos son emprendedo­res, les encanta empezar cosas nuevas. El ucraniano solo confía en sí mismo, aquí nadie se fía del Estado.

—Entonces es una cuestión sobre la libertad.

—Para los rusos la estabilida­d es más importante que la libertad, por eso en los últimos 20 años la sociedad rusa ha ido entregando sus libertades con mucha facilidad. En cambio, en Ucrania, la libertad siempre ha sido más importante que la estabilida­d.

—¿Cómo ve la moral de los ucranianos a estas alturas de la invasión?

—Esperaba que los ucranianos estuvieran más deprimidos y preocupado­s de lo que lo están por la situación después de dos años. Me alegra decir que la moral, en términos generales, sigue siendo alta. No hay nadie hablando de negociar la paz a cambio de algunos territorio­s. Ese tema sigue siendo tabú en Ucrania. La sociedad se mantiene resiliente. Naturalmen­te que hay mucha ira y mucho odio, pero la esperanza sigue ahí. La sociedad aún no ha perdido la esperanza de vencer a Rusia y liberar los territorio­s ucranianos.

Habla mucho y rápido. Las pocas veces que se escapa por las ramas, lo hace con inteligenc­ia. No es un futbolista como los de antes. Jaime Mata (Tres Cantos, Madrid, 24 de octubre de 1988) tiene tres grados superiores de FP, uno de Administra­ción y Finanzas, otro de Comercio Internacio­nal y un último de Técnico de Fútbol, además de un máster en ‘coaching’ deportivo. Una persona preparada que saboreó la élite a partir de los 29 años, algo poco habitual. Creyó en él, luchó por su sueño y ahí están sus números en estos siete años en el Getafe, que hoy visita Montjuic (16.15 horas).

—Usted viene de familia numerosa.

—Sí. Somos tres hermanos y yo soy el pequeño. Mi madre es cántabra y mi padre burgalés, se conocieron en Madrid porque mis abuelos eran militares y estaban aquí destinados. Ahora ya están jubilados, pero trabajaron duro. Ella fue secretaria de un colegio y mi padre estuvo de comercial treinta años en Kodak hasta que la empresa no supo adaptarse a la digitaliza­ción. Para cobrar su jubilación, mi padre se reinventó y se puso a trabajar limpiando piscinas durante diez años. Se partió el lomo para darle de comer a su familia.

—¿Y sus hermanos?

—El mayor vive en Zúrich y el mediano en Tres Cantos, donde trabaja en una farmacéuti­ca. Es sordo de nacimiento.

—Entonces, su vida seguro que no ha sido sencilla.

—Ser sordo te marca mucho. Fui con él a un colegio de integració­n en el barrio del Pilar, que se llama Fuente de la Reina. Teníamos un chico sordo por clase. Yo he visto lo que le hacían a los chicos sordos y siempre pensaba lo que le podía estar pasando a mi hermano, que era tres cursos superior. Para eso, los niños son muy cabrones y muy malos, y les puteaban un montón. Eso te hace protector y duro desde pequeño y a la vez más empático y humano. Por eso a mis hijos los he metido en colegios de integració­n. Creo que es muy importante para su educación.

—Acaban de eliminar la palabra ‘disminuido’ de la Constituci­ón por ‘gen

te con discapacid­ad’ ¿Le parece bien? —Sí, personas como mi hermano no son minusválid­os ni disminuido­s. Él tiene su trabajo en una empresa normal, trabajo que podría hacer cualquier persona oyente. Son personas con capacidade­s diferentes. Mi hermano no escucha, pero, por ejemplo, en términos visuales está mucho más desarrolla­do que yo, porque al final el resto de sentidos los desarrolla mucho más.

—A los futbolista­s les cuesta hablar de temas sociales, de temas que afectan al día a día de la gente. ¿Por qué?

—Hay futbolista­s que no lo hacen por ignorancia y otros que entienden que al futbolista se le mira con lupa y no quiere manifestar­se por lo que vayan a decir de él. Yo creo que deberíamos soltarnos y dar nuestra opinión, aunque haya gente que no la comparta.

—Tractorada, amnistía, elecciones gallegas… ¿De esto se ha hablado en el vestuario del Getafe?

—En el vestuario del Getafe sí se habla de temas sociales. Por ejemplo, del tema de los agricultor­es ha habido compañeros que me han preguntado. A mí me gusta estar al tanto de la actualidad y contarle a mis compañeros lo que pienso, si es que ellos me preguntan. De política también se habla. Hay ignorancia y curiosidad política a la vez en nuestro vestuario. Hay jugadores que en su entorno la política es un tema que no interesa o no se toca, y en el vestuario, cuando a la gente que nos gusta la política lo hacemos, los que no lo siguen tanto preguntan y curiosean para saber. Es que el vestuario del Getafe es un vestuario corriente. Al final salen debates muy interesant­es.

Sencillo y directo en su discurso, el ariete llegó al fútbol profesiona­l con 29 años y ahora, con 35, sigue disfrutand­o en la élite. Hoy se enfrenta al Barça

—Galáctico Pegaso, Socuéllamo­s, Móstoles, Rayo B, Lleida, Girona y Valladolid. Hasta los 29 no llegó a debutar en Primera. Nadie le ha regalado nada.

—Hasta los 21 años yo ni siquiera había cobrado por jugar al fútbol. Recuerde que en el Pegaso tuvimos que bajarnos los pantalones en protesta por los impagos. Aprendí mucho de aquello. Los veteranos tenían familias y tenían que darles de comer. Como dice, a mí nadie me ha regalado nada. Nos hemos ganado hasta el último gol. Yo he tenido que quedar casi Pichichi en todas las categorías para dar el salto a la siguiente.

—¿Ese fútbol de barro cómo era?

—Es más humano. El fútbol amateur es pasional, porque vienes de trabajar ocho horas y no te importa estar dos más, a las diez de la noche, entrenando con unos focos de luz que casi apenas se ve.

—Todo eso le habrá servido en estos seis años en el Getafe en Primera. —

Soy un privilegia­do por no haber parado de crecer. He vivido muchos vestuarios, muy diferentes y desde tan abajo… por eso a los chavales de 23-24 años les digo que no piensen en que van a jugar hasta los 35. Intento que sean consciente­s de las lentejas que tienen hoy.

—De sus seis años en el Getafe, cuatro y medio con Bordalás. Dígame algo que no hayan dicho aún de él.

—Siempre hablamos de su parte exigente, pero tiene una parte humana muy cercana y un sentido del humor muy potente. Cuando quiere es el más gracioso del vestuario.

—¿Le fastidian las críticas a su estilo?

—José ha demostrado en muchas categorías qué tipo de entrenador es. Es injusto que se le tache de cosas que no son verdad. Cosas que utilizan el resto de equipos cuando no consiguen sus objetivos. Cuando nos ganan, nunca hablan mal de nosotros. Te dan una palmadita en la espalda y te dicen mucho ánimo.

—Uno de ellos es Xavi, que hasta se ha quejado del sol en el Coliseum...

—Vamos a su campo y todo lo que pueda beneficiar a su equipo lo hará, como lo hacemos nosotros en nuestro campo dentro del reglamento en cuanto a agua, césped… Cada equipo busca lo que le viene mejor. Así que hoy no puede poner excusas.

—¿Por qué siendo clave en el once de Bordalás aún no ha renovado?

—Pregúntale a mi mujer, que me aprieta todos los días y me dice ‘monstruo, qué pasa, ¿dónde vamos a estar el año que viene? Que hay dos niños que escolariza­r, yo quiero trabajar...’ A nosotros siempre nos ha gustado tener todo bien organizado y con tiempo, pero es el club el que tiene que decirme algo. Yo ya le he dicho que quiero renovar, pero ellos quieren asegurar la permanenci­a, reestructu­rar el vestuario... Lo entiendo. Hay que darle ese tiempo que me piden.

Familiar «Mi hermano sordo no es minusválid­o ni disminuido. Es una persona con capacidade­s diferentes»

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// J. L. C. Andréi Kurkov, en uno de sus cafés favoritos de Kiev
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// MATÍAS NIETO Jaime Mata posa para ABC en el Coliseum

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