ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
ANATOMÍA DE UN ‘HATER’: POR QUÉ SALIMOS DEL COVID CON MÁS HOSTILIDAD
El odiador no nace, se hace. Y, según los expertos de la psique, en estos momentos hay muchos factores que están cocinando altas dosis de agresividad: la extrema polarización, el altavoz sin freno de las redes sociales y la incertidumbre tras lo sufrido e
Dijeron que íbamos a salir mejores de la pandemia y mentían. Adolescentes con más trastornos de salud mental y alimentarios; jóvenes y adultos obsesionados con la estética al verse todo el día en la pantalla y no gustarse; trabajadores más angustiados por el futuro laboral que antes de encerrarse en casa. Achicharrados, en fin, todos. La deriva ha sido, según el catedrático de Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), Fernando Chacón, un aumento de las dosis de agresividad, irascibilidad y... odio. No lo dicen solo él y sus colegas en las terapias; lo de
A los examinadores de las redes sociales no les extraña en absoluto el fenómeno ‘hater’, aunque sí el alcance desmedido de los últimos años. Las Fuerzas de Seguridad rastrean decenas de miles de IP con mensajes de odio, valiéndose de palabras clave y «cuentas detectadas» como segregadores de veneno. Pero no dan abasto. Fernando Checa, director del Máster de Social Media en la UNIR, sostiene que los odiadores han encontrado en las terminan también los porcentajes crecientes de delitos de odio que persiguen las policías –crecieron un 33% durante el último año, siendo los más comunes los de xenofobia y racismo, asegura el Ministerio del Interior– y los mensajes que se multiplican como hongos en las redes sociales de ‘haters’ casi profesionales. Internet se ha convertido, por el anonimato y la impunidad, en un «pozo de odio», asegura uno de los abogados que defienden estas causas, Sergio Á. López. El letrado añade que pese a que parecen un delito menor, tras la reforma penal de 2015, se sancionan con entre un año y cuatro de cárcel.
Desde hace un tiempo, el odio encaja en todos los titulares. Al tiempo que se produce este reportaje, por ejemplo, la misma Policía Nacional que rastrea IP en la Brigada de Investigación Tecnológica para dar con los
«Son la evolución natural de algo que ha existido siempre en internet, los ‘trolls’»
redes su anonimato e impunidad, el altavoz perfecto. «Son la evolución natural de algo que ha existido siempre, los ‘trolls’, pero estos son molestos, se dedican a incordiar, buscan el enfado en entornos digitales como foros. El ‘hater’ usa el insulto para generar más odio y son personas tremendamente hostiles. Amplifican sus mensajes con grandes redes de bots (programas que repiten tareas)», explica el profesor. «La red que más ‘haters’ tiene es X». ‘haters’ que atiborran algunas cuentas de mensajes hirientes y ofensivos denuncia ser objeto de un delito de odio por parte de Lola Guzmán, portavoz de la plataforma 6F montada en torno a las protestas del campo. Y, pocas horas después, se conoce también que una juez determina que colgar un muñeco de Pedro Sánchez y golpearlo como a una piñata «no es odio», sino crítica política. «Odiar no es un acto de delincuencia» a menos que se cumplan unos requisitos, afirma.
López, abogado experto de Legálitas, traduce el Código Penal. «Decir a una mujer con desprecio –caso real que llegó a los tribunales– que es una ‘gamer’ no constituye un delito de odio; pero decirle que es una ‘gamer de mierda por ser mujer’, entonces puede convertirse en uno». ¿Cuál es el matiz? «Insultar a otra persona, aunque duela, no es delito. Yo puedo odiar en mi esfera privada a quien quiera», repite el letrado, haciendo suya la sentencia exculpatoria por el apaleamiento del muñeco en Ferraz. López se aferra a los artículos 208 y 510 del mismo Código, que sustentan el delito en un acto de discriminación por razón de raza, creencias, situación familiar, aporofobia, enfermedad o discapacidad, orientación sexual, así como «la violencia doméstica y de género que pueden constituir un atentado contra la propia persona».
El abogado añade que ahora mismo hay una oleada de odio muy potente en contra de las religiones. «Se habla mucho de islamofobia, pero te
sorprenderían los niveles de cristianofobia que se encuentran», dice. Y agrega otra aclaración: se persigue más lo que se dice, que cómo se dice.
«El odio va a más»
López también constata que estos delitos «van a más», y que están creciendo en cualquier ámbito de la vida; indica que «las discusiones rozan ya los límites». Chacón lo constata, e incide en ello con ejemplos. La cantidad de causas por rifirrafes de tráfico se han disparado. «Es algo que ha existido siempre y nos cuesta más discutir cara a cara, que inhibe nuestra agresividad, es decir, se discute con mayor virulencia dentro del coche que fuera –explica el psicólogo–. Es un mecanismo parecido a lo que está ocurriendo con las redes sociales. Nos sentimos anómimos y esa interacción, como no conoces de nada a la otra persona, está envalentonada. Tampoco sufres las consecuencias negativas de soltar tu frustración contra él, sea un personaje conocido, un político...». «Los rostros mediáticos –abunda, por su parte, el abogado– llegan a normalizar estos mensajes y no ejercitan acciones penales en la mayoría de los casos».
Para los expertos consultados no hay dudas de que las redes sociales se han convertido en un altavoz del odio, canalizador de todo «el magma de odio que se cuece y que al final se convierte en agresividad·, dice el profesor de Redes Sociales en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) Fernando Checa. Checa sí atisba que en esa ola de hostilidad explosiva puede haber algo que la haga estallar, un detonante que haga saltar de internet a la vida real esos niveles de frustración, porque las «salvajadas» van ‘in crescendo’, en busca de notoriedad y protagonismo, más seguidores o incluso de ganarse la vida. «Las redes sociales han permitido una transmi- transmi sión de esos mensajes agresivos con gran facilidad», atestigua el docente.
Buscamos a una sufridora de este odio irracional. Es sabido que Cristina Pedroche o Vinicius Jr. reciben miles de mensajes de ‘haters’ cada día. Estela es menos conocida, pero los acumula. Asegura que miles cada día. Y muchos –la mayoría– caminan en una única dirección. Ella, a sus 27 años, es creadora de contenido. Su primer brote de alopecia lo sufrió cuando tenía 7 años, el último, con 21. La terapia la ayudó a «esquivar el odio» con «vídeos humorísticos y satíricos» como forma de repeler tanto desconocimiento hacia su situación personal. La joven confiesa que ha habido un periodo en que «se alimentaba de ese odio. Yo los esperaba y pensaba: ¡venga, qué más puedes decirme que te voy a dejar planchado!». La mayoría de los ‘haters’, cuando vieron sus respuestas, pidieron disculpas o borraron sus mensajes. Otros odiadores reiteraron su inquina, comparándola con mofa con personajes ficticios o deseándole incluso la muerte. «Algo dentro de ti no está bien cuando sueltas críticas tan destructivas, plasmas tus propias inseguridades. No sé qué lleva a una persona, con falta de inin