ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

FÚTBOL / SEMIFINALE­S DE LA COPA DEL REY Los Williams valen una final 3 0

La creativida­d de ambos hermanos desarma al Atlético bajo el aliento de un San Mamés entregado al sueño copero

- IVÁN MARTÍN Athletic At. Madrid

Una sensación terrorífic­a empaña el ambiente a una hora del inicio del partido más importante en la historia del joven San Mamés. Una manada de salvajes asusta al personal entre el humo de las bengalas en una tarde donde la incierta y adolescent­e ilusión de la afición bilbaína para regresar a una final debiera ser el único sentimient­o protagonis­ta en los instantes previos a una semifinal de Copa del Rey donde, además, su equipo parte con ventaja. El duelo al fin comienza y el precioso tifo que divide en franjas rojas y blancas el repleto estadio hace olvidar toda esa estupidez mostrada extramuros. Con el fútbol regresa la lucidez; quién lo hubiera imaginado de un deporte que arrastró a tantos a la locura.

No está el lesionado Griezmann en el once visitante, pero, tal vez abofeteado por la necesidad de remontar, el Atlético es valiente. Es más, juega al fútbol con una confianza impropia de un equipo que no le gana a nadie últimament­e fuera y aprovecha la capacidad de Hermoso para romper líneas con su pase largo, el criterio certero de De Paul y la maldad pícara de Correa y Lino para dominar los diez primeros minutos de encuentro en territorio hostil. No es demasiado ese 0-1 de margen que abrazan los de Bilbao; su temor es evidente. Es horrible el encogimien­to que sufre un hombre cuando tiene algo que perder.

El obvio agobio de los once futbolista­s vascos trasciende a la grada. Los gritos de aliento son ahora tímidos, el fútbol tan plano como temeroso del Athletic devuelve al recuerdo de San Mamés todas esas veces que murió en la orilla de la gloria copera en las últimas cuatro décadas. No obstante, es el talento puro de un chaval que, como un trilero, hace del engaño un oficio quien desprecia la historia reciente y devuelve la confianza a su gente. Nico Williams agarra la bola en la banda izquierda, inventa un regate imposible ante la estupefacc­ión de Molina, que, por supuesto, no puede seguirlo, y pone un centro perfecto a la pierna derecha de su hermano Iñaki. La volea es violenta, el gesto técnico es delicioso y, claro, el gol una consecuenc­ia lógica. Tras una previa turbia y un inicio frío, las más de 50.000 almas agolpadas en las butacas de la Catedral son sorpendido­s por una ola de felicidad en el minuto 13.

Lejos de alimentar su desgracia con rostros de lamento, reproches y aspaviento­s, el Atlético se levanta de la lona de inmediato. Recuperan los de Simeone el control del juego, encuentran en

Agirrezaba­la De Marcos (89) Vivian Paredes Lekue (89) R. de Galarreta (68) Prados

Sancet (80) I. Williams (80) N. Williams Guruzeta

Dani García (68) Unai Gómez (80) Berenguer (80) Yeray (89)

Raúl García (89) 9

7 249 94

0

3

17 40%

Oblak

Molina (53) Savic

Witsel Hermoso (53) De Paul

Koke (65) Llorente

Lino (72) Correa (53) Morata

Remates Remates a portería Pases buenos Pases fallados Fueras de juego Saques de esquina Faltas cometidas Posesión 13 6 440 94 5 5 8 60%

las transicion­es veloces de lado a lado la manera de dañar a la zaga local y, tanto Lino como Morata, con un centro raso que ningún compañero suyo puede intuir, se acercan al empate.

El mérito atlético es evidente, pero qué sería de este deporte sin incertidum­bre ni sorpresa. Porque cuando más fe tienen los madrileños, el Athletic golpea de nuevo. Iñaki, antes ejecutor ahora arquitecto, como ya hicieron artistas como Brahim o Greenwood, desestabil­iza a Hermoso en el uno contra uno con un amago de cadera, llega a línea de fondo dentro del área, levanta la cabeza y ve a su hermano pequeño ganando la posición a Savic en boca de gol. El pase es raso y preciso: sólo tiene Nico que dirigir la pelota en dirección a la portería de Oblak para hacer el 2-0 y matar la eliminator­ia cuando el marcador apenas señala media hora de juego.

Un tranquilo paseo

El inicio del segundo tiempo se posterga por un problema de salud de un aficionado que transforma la algarabía local en preocupaci­ón. Nada ya hay en juego: el Atlético ha entregado sus armas, no aspira más a jugar la final de Sevilla, sólo quiere perder con dignidad. Sin embargo, el Athletic, desinhibid­o ante la certeza de su éxito, desea hacer más profunda la herida de su víctima. Primero falla lo imposible Sancet, pero poco después, a la hora de partido, Guruzeta aprovecha un despeje vago de Oblak para firmar el tercer y último gol de la semifinal.

Dejan atrás los de Valverde un principio triste con un nudo pletórico. No obstante, será la final frente al Mallorca la que decida si el desenlace de la historia copera bilbaína es, tras una vida, feliz.

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// EFE Los Williams celebran el segundo gol del Athletic, pase de Iñaki y remate de Nico

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