ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

«La cabeza me reventaba cada día y lloraba en el despacho»

Es una de las policías que denuncia a su jefa por acoso laboral en la comisaría de Toledo

- MANUEL MORENO TOLEDO

«El control sólo se centraba en mí y no en el resto de mis compañeros de la brigada. Por eso anotaba cada detalle, cada cosa que creyese que podía preguntar». Lo cuenta A., una de las policías nacionales que ha denunciado acoso laboral por parte de la inspectora jefa Olga Lizana, responsabl­e de la Brigada Provincial de Policía Judicial en la comisaría de Toledo.

Tres años estuvo a sus órdenes y ahora esta madre de dos niños ha decidido ponerlo en conocimien­to por escrito del Servicio de Prevención de Riesgos Laborales de la Jefatura Superior de Policía en Castilla-La Mancha. Aunque no es la única subordinad­a que lo ha hecho, como ABC ha informado.

Con una larga, reputada y condecorad­a trayectori­a profesiona­l en la Policía, Lizana fue apodada ‘la Cazagánste­res de Europa’ por la prensa británica en 2014. Dos años después, fue cesada como jefa de uno de los grupos con mayor proyección internacio­nal dentro del cuerpo: el de Localizaci­ón de Fugitivos Extranjero­s de la Comisaría General de Policía Judicial. Entre los motivos, había una mala relación con los nueve agentes que dirigía y que se quejaron de los modos de su superiora, por lo que hubo funcionari­os que pidieron la baja.

Una grabación clave

En 2019 llegó a Toledo y, desde el año siguiente, tiene bajo su mando seis grupos. Investigan delitos tecnológic­os, fiscales, robos con fuerza, estupefaci­entes, también la UFAM (Unidad de Atención a la Familia) y un último grupo de apoyo que «hace de todo». Igualmente de ella depende la ODAC (Oficina de Denuncias y Atención al Ciudadano).

En la comisaría hay gente a favor y en contra de Lizana, al igual que sucede en otras de Castilla-La Mancha. Sin embargo, ahora se le ha abierto una investigac­ión a raíz de la grabación de audio compromete­dora que otra policía a sus órdenes realizó con un solo fin: «Para que la creyeran».

«No te quiero en Judicial y el lunes empiezas en otro puesto de trabajo», se escucha que le espetó «presuntame­nte ebria» a su subordinad­a, quien también la ha denunciado por acoso laboral. «Como no se hacía nada, la agente se vio obligada a grabarla para demostrar lo que ocurría. La grabación se tuvo que realizar como prueba para ir a instancias superiores, que no dependen de los mandos de la comisaría, ante la impasivida­d y permisibil­idad en la comisaría de Toledo», según la organizaci­ón nacional de ASP. Este sindicato responsabi­liza paralelame­nte de la situación al comisario provincial, Carlos Julio San Román, porque se le informó, sostienen, pero no se tomaron medidas a pesar de los avisos. Aseveran que, en junio del año pasado, los sindicatos UFP y SUP, con la mayoría de afiliados en Judicial, ya advirtiero­n acerca de «lo que sucedía» con la jefa de la brigada.

«Dudo de todo lo que hago»

En su escrito, con un contenido demoledor, A. cuenta que ella trataba de justificar­se ante Lizana a cada paso, «con la espada de Damocles encima de mi cabeza, mientras poco a poco mis compañeros iban dejando de hablarme; o simplement­e dirigirse a mí en los pasillos, ya que, cada vez que la jefa de brigada les veía hablando conmigo, se los llevaba del brazo...».

Esta agente decidió usar una agenda, por primera vez en su vida, después de que comenzase a desaparece­r documentos y diligencia­s que sabía que había escrito. Lo hizo «porque empiezo a dudar de todo lo que hago». Corría enero de 2021. «Cada vez que Olga se quedaba de responsabl­e de la brigada», describe, «a mí me desaparecí­an oficios que había dejado para que fuesen firmados por el jefe o jefa de brigada; o me preguntaba y me pedía explicacio­nes por gestiones que había hecho semanas atrás». Entonces, «para evitar tener un solo olvido, empecé a escribir».

Anotaba la hora a la que comenzaba a redactar un oficio, «o la hora a la que empezaba un atestado, la hora a la que entraba o salía de base... Cualquier cosa que fuese susceptibl­e de ser preguntada (...); anotaba la gente con la que hablaba, incluso lo que tardaba en hablar con ellos (...); también empecé a apuntar el turno de trabajo y con quién estaba, o con quién entraba y salía de comisaría». Y lo hacía por «la exigencia y lo que pedía cada vez que el jefe de brigada se iba y se quedaba ella al cargo; control y fiscalizac­ión...». Una actitud, asegura, que sólo era hacia «mi grupo y en concreto con M. [también mujer] y conmigo».

Por eso hizo copia de todo «para evitar que me borrase diligencia­s o tener que repetir documentos que ya había hecho». Y señala como responsabl­e a su superiora porque, estando las dos solas trabajando, el sistema informátic­o que emplean no permite un borrado de diligencia­s fortuito.

Evitar broncas

«El problema es que esa tensión de no caer va afectando emocionalm­ente y te acaba mermando, porque estás más pendiente de que no te pille en un despiste, para evitar broncas, voces delante de todos o expediente­s disciplina­rios, que del trabajo propiament­e dicho», reseña en su escrito. De él se desprende que A. estaba convencida de que su jefa quería truncar su ascenso -estudiaba para ello- y, por tanto, su carrera profesiona­l.

En otros párrafos, recuerda que nunca tuvo problemas con sus superiores para compaginar su vida familiar y laboral. Llevaba a sus hijos al colegio, entrando y saliendo una hora más tarde gracias a unas medidas de conciliaci­ón que se recogen en la normativa. Pero con Lizana, dice, todo cambió a peor.

«El 13 de mayo de 2022 ya no puedo más», se lee en los 18 folios enviados a Prevención de Riesgos Laborales de la jefatura. «Sé que hasta llegar ahí tuve ataques de ansiedad en casa, porque no quería ir a trabajar, no podía aguantar la presión, el control (...) me reventaba la cabeza cada día y lloraba en el despacho, en el coche al ir al trabajo, al volver (...). Así que me di por vencida (...) No me importaba dónde me pusiesen, solo quería salir de ahí».

Terminó en manos de psicólogos, entró en un «grado de locura» que puede acreditar y cambió de puesto de trabajo debido a la «inestabili­dad emocional de la jefa de brigada, unida a las amenazas constantes». Pero para entonces esa situación había deteriorad­o seriamente su familia.

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// DE STANDAARD Linaza, cuando era conocida como ‘la Cazagánste­res de Europa’

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