ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Un hombre mata a tiros a su mujer en plena calle en Málaga y luego se suicida

El presunto asesino se quitó la vida al sentirse acorralado por la Policía Local

- J. J. MADUEÑO MÁLAGA

Otra vez la violencia machista golpea Andalucía. Esta vez en Pizarra, un municipio de Málaga, en el que una mujer ha sido asesinada con un arma de fuego en plena calle por su expareja, según fuentes consultada­s por ABC. Sobre la una de la madrugada varios vecinos llamaron a Emergencia­s diciendo que habían escuchado disparos en la calle Lealtad. La víctima, de 49 años, y el presunto agresor, de 52, llevaban una década separados y, ahora, la mujer había iniciado los trámites del divorcio. La pareja tenía dos hijos en común de 16 y 23 años.

El presunto asesino llegó en una moto y estaba al acecho, esperando en la calle Lealtad de Pizarra, donde vivía su exmujer. Cuando la vio, se dirigió a ella y la mató en plena calle. A continuaci­ón se montó en la moto para irse, pero los vecinos acudieron rápido a la escena del crimen, hasta donde llegó la Policía Local y la Guardia civil.

Las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado tenían un control, por tratarse del centro y una zona de ocio. Y finalmente encontraro­n la moto de la expareja en la calle Nueva, a escasos 20 metros del lugar del asesinato, donde el exmarido de la víctima se sintió acorralado y se suicidó con el mismo arma con la que había acabado con la vida de su expareja pegándose un tiro en la sien. Ninguno de los dos pudo ser reanimado por los servicios de emergencia.

La Guardia Civil explica que ambos eran vecinos de Pizarra. La investigac­ión está abierta por parte de la Benemérita, que añade que no hay constancia de denuncias previas entre ambos por malos tratos, aunque la víctima había visitado alguna vez al Centro Municipal de Informació­n a la Mujer de Álora.

Máxima repulsa

El alcalde de Pizarra, Félix Lozano, mostró ayer su «máxima repulsa» tras conocerse el asesinato. Lozano trasladó la «condena abierta» por parte del Consistori­o, y confesó que «no dan crédito» por este crimen.

Lozano apuntó que el pueblo amaneció «con mucho dolor y destrozado», y anunció que va a celebrar un pleno «extraordin­ario y urgente», con un solo punto en el orden del día para manifestar la «repulsa» por estos hechos. También compartió la convocator­ia de un minuto de silencio a la puerta del Consistori­o. «Tenemos que elevar la voz, manifestar­nos, seguir peleando para que estos asesinatos no vuelvan a suceder», subrayó.

El Ayuntamien­to ha decretado tres días de luto y se han cancelado todas las actividade­s municipale­s.

La Guardia Civil apunta que no había denuncias previas entre ambos por malos tratos. Llevaban diez años separados

En casa de la pequeña Ella Fitzgerald no sonaban los discos de Bessie Smith, epítome de la tribulació­n bluesera, sino los de otra Smith sin relación alguna, Mamie Smith, más comedida y complacien­te. Mientras Bessie cantaba al maltrato de género con una aflicción subyugante, Mamie lo hacía con una sonrisa en los labios. Aquí no ha pasado nada.

Eso es lo que a su manera transmitía también Ella. A pesar de haber vivido una infancia casi tan terrible como la de Billie Holiday, aparentaba tranquilid­ad de espíritu y siempre estuvo centrada. Mientras ella escuchaba a Bessie, Fitzgerald aprendía de Mamie. Siendo una niña, Holiday sufrió varias violacione­s, trabajó como prostituta y cayó en el abismo de las drogas duras. La Fitzgerald también jugó con fuego, pero no lo suficiente como para quemarse porque nunca protagoniz­o escándalos turbios y su relación laboral con el burdel de la calle Clinton en el barrio neoyorquin­o de Yonkers se limitó a la de ser aguadora. «Me quedaba vigilando en la puerta y cuando veía venir a la policía, avisaba a las chicas y sus clientes para que salieran corriendo por la parte de atrás. Oh, sí, tuve una juventud interesant­e», recordaría la cantante en una entrevista rescatada del olvido gracias a ‘Ella’, un libro en el que la historiado­ra musical Judith Tick recopila todo tipo de testimonio­s y documentos para publicar la biografía más completa que se haya realizado de la primera dama del jazz, y la primera editada en castellano (ed. Kultrum).

«Los periódicos de la comunidad afroameric­ana pusieron al alcance de mi investigac­ión un medio para empezar a llenar un vacío en la bibliograf­ía sobre la carrera de Fitzgerald», explica la autora. «Al carecer de experienci­a alguna sobre los entresijos de la vida en el seno de una comunidad negra, aproveché el acceso que estas nuevas fuentes me brindaban a un mundo desconocid­o para la mayoría de los estadounid­enses blancos de la época. Estas valiosas fuentes me resultaron de gran ayuda para conformar mi propia visión de las ambiciones y las inquietude­s de Ella, poniendo de relieve, entre otras cosas, su papel dentro de la comunidad negra durante aquellos años. Esas entrevista­s en la prensa negra me permitiero­n dejar que Ella hablara por sí misma».

Con un hábil enfoque de clase, raza y género, Tick desmenuza las condicione­s sociales y familiares que moldearon a Fitzgerald, analizando el sistema represivo ‘Jane Crow’ (término que alude al ‘Jim Crow’, acuñado por la abogada y activista Pauli Murray para decir que si los negros lo tenían difícil para tener trabajo y derechos, las negras aún más) y descubrien­do algunas de las claves de su inspiració­n artística. Como por ejemplo, el más que posible origen de su pasión por la música brasileña. Se crió con un padrastro portugués que quería enviarla a una escuela portuguesa. Al final, después de muchos berrinches, intentó enseñarle el idioma él mismo, «pero ella sólo quería jugar y no hacían más que discutir». A pesar de todo, él la llevaba a menudo al Club Cultural Portugués de Yonkers, donde la pequeña se sentaba a escuchar con desgana la cuica indígena, los tambores y los violines tocados con cátgut. «Más tarde

–asegura Tick–, se arrepintió profundame­nte de su rebelde indiferenc­ia».

Una de las mayores sorpresas que depara la lectura de ‘Ella’ es que de joven, «cuando era flaca», cuenta la propia protagonis­ta, quiso ser bailarina de lindy hop. Fue justo entonces cuando se topó con el colapso económico de la Gran Depresión, con el agravante de que su madre sufrió un accidente de coche que la incapacitó para seguir siendo el sostén de la familia. Sus incipiente­s actuacione­s como cantante en los clubes sociales del barrio pasaron a ser habituales y en 1933 se fechó su primer recital oficial: un espectácul­o benéfico en auxilio de los desemplead­os negros.

El libro se adentra a partir de ahí en una suerte de fábula norteameri­cana con un telón de fondo marcado por la

La propia protagonis­ta cuenta que, de joven, «cuando era flaca», quiso ser bailarina de lindy hop. Se topó con la Gran Depresión

 ?? // EFE ?? Minuto de silencio ayer en Álora por el asesinato en Pizarra
// EFE Minuto de silencio ayer en Álora por el asesinato en Pizarra
 ?? // FOTOS: JAIME PATO ?? Ella Fitzgerald, en Madrid, en su actuación de 1966
// FOTOS: JAIME PATO Ella Fitzgerald, en Madrid, en su actuación de 1966

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain