ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

La mala combustión de una estufa de gas butano causó las cuatro muertes en el Casco

Dos autopsias confirman la intoxicaci­ón por monóxido de carbono

- MANUEL MORENO TOLEDO

«¡Olor a muerto!». Noe levanta la voz cuando se le pregunta por el hedor en el edificio de la ciudad de Toledo, en el casco histórico, donde fueron encontrado­s, el martes por la tarde, los cadáveres en descomposi­ción de tres hombres y una mujer. La mala combustión de una estufa de gas butano fue la causa de este trágico suceso en un piso bajo subarrenda­do. Se ha confirmado con las autopsias de dos de los fallecidos, según aseguran a ABC fuentes de la Delegación del Gobierno en Castilla-La Mancha.

El aparato se encontraba en la habitación de uno de ellos y la espita todavía estaba abierta, aunque sin llama, cuando los servicios de emergencia entraron. El aviso lo había dado la amiga de uno de los finados. A las siete y veinte de la tarde, telefoneó al 112 para contar que temía que a su conocido le hubiera pasado algo grave, porque llevaba días sin poder hablar con él.

Un panorama dantesco

Poco después, los bomberos municipale­s accedían por una ventana interior del edificio de viviendas. Bajaban al patio del piso y se encontraba­n dentro del inmueble un panorama dantesco: cuatro cuerpos en descomposi­ción. Una mujer y un hombre ocupaban un dormitorio y los otros varones, en los dos restantes. Pero el piso, de 70 metros cuadrados y subarrenda­do por habitacion­es, no estaba desordenad­o. Todo estaba en su sitio, tanto en el baño como en la cocina, el salón y los tres dormitorio­s.

Los cadáveres se encontraba­n en el número 12 de la cuesta de Santa Leocadia, con acceso directo desde la calle, aunque el inmueble también tiene entrada por el portal del número 10. Por esta zona, concretame­nte por una ventana de la primera planta ahora precintada por la Policía Nacional, llegaron los bomberos a la vivienda al no contestar nadie a las dos puertas, también selladas por los investigad­ores.

Kiara ya se quejó el domingo por la tarde cuando fue a tender la colada sobre el patio de los vecinos. El hedor era insoportab­le. «No conocíamos a los fallecidos, no les poníamos cara», apunta su vecina Noe, quien empezó a notar el lunes «un olor inaguantab­le». «Yo pensé en animales muertos; personas, jamás», recuerda Kiara que le dijo a su marido, Charles.

Pero sí eran seres humanos, a los que el viernes se había visto con vida por última vez. «Estaban en sus respectiva­s habitacion­es», cada una con su propio candado, apuntó ayer la delegada del Gobierno en Castilla-La Mancha, Milagos Tolón, acompañada del jefe superior de Policía en la región, Javier Pérez

Castillo. «De momento, no hay nadie que haya echado en falta a alguien», dijo.

Sin embargo, casi tres horas después de su rueda de prensa, se informó de que los fallecidos son dos españoles de 56 y 58 años (éste, nacido en Reino Unido); un rumano de 64 y una española de 46. «Dos autopsias confirman que murieron por inhalación de monóxido de carbono», añadió un portavoz de la Delegación del Gobierno.

Más tarde, trascendía que dos víctimas serían habituales en el albergue de Cáritas, adonde irían a recoger la comida todos los días, pero el centro no lo confirmó y declinó hacer declaracio­nes.

Alquilado hace un lustro

Como ya informó ABC, un cadáver estaba en un estado superior de descomposi­ción, precisamen­te el del hombre que fue encontrado en la habitación donde estaba la estufa de gas. Cuando accedieron los servicios de emergencia, el aparato estaba funcionand­o, pero sin llama. «Estaba conectado el interrupto­r de encendido, pero se había consumido el gas», especificó Pérez Castillo.

Manuel, el dueño de la vivienda, ya había contado a este periódico, dos horas después de conocerse el trágico desenlace, que él tenía arrendado el piso desde hace un lustro a una española de unos 60 años llamada Ana María. Sin embargo, creía que era un hijo de ella quien residía habitualme­nte en esta vivienda subarrenda­da, algo que, afirmó Manuel, desconocía.

Ayer, a través de la ventana abierta del salón, se veía desde la calle un interior ordenado, con un aparato de aire acondicion­ado en la pared de enfrente, productos de limpieza en una mesa y un sofá cama a la derecha. Junto a la verja del vano, un licor sin alcohol, ‘Granadina Love’. Un contrapunt­o a una historia funesta.

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// MANUEL MORENO Entrada a la vivienda donde los cadáveres fueron hallados

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