ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

La actriz de la mirada acuosa y turbadora

- JULIO BRAVO

que encarnaba a Rosario ‘La Galana’, destacó en un reparto que incluía a Eusebio Poncela, Charo López o Amparo Rivelles y la hizo enormement­e popular.

No era su primer trabajo como actriz. Ya había intervenid­o en películas como ‘Alcalde por elección’ y ‘Los primeros metros’, series como ‘La señora García se confiesa’ –bajo las órdenes de Adolfo Marsillach–, ‘Las viudas’ o la mítica ‘Fortunata y Jacinta’; también había pisado las tablas bajo las órdenes de José Osuna (’Peribáñez y el comendador de Ocaña’, ‘El retablo de las maravillas’), Miguel Narros (’Los gigantes de la montaña’) o Emilio Alfaro (’La señorita de Tacná’), entre otros directores.

Había nacido Rosalía Dans en La Coruña el 1 de julio de 1955. Era hija del periodista y ensayista Celso Collazo y de la pintora María Antonia Dans (su verdadero nombre era Rosalía Collazo Dans): «Empecé a pintar a la vez que comencé a hablar», dijo en una ocasión la actriz, que heredó de su madre la pasión por las artes plásticas que, a la postre, se impondrían sobre las artes interpreta­tivas.

La popularida­d alcanzada por la actriz le llevaron, además de a una comentada portada de la revista ‘Interviu’ –un tributo demasiado frecuente para las actrices de la época– a trabajar en series como ‘Anillos de Oro’ (1983), ‘Goya’ (1985) –donde interpreta­ba a Leocadia, su ama de llaves–, ‘Pepe Carvalho’ (1986) o ‘Lorca, muerte de un poeta’ (1987) y en películas como ‘La gran comedia’ (1986), de Juan Pinzás, la también mítica ‘Amanece, que no es poco’ (1989), de José Luis Cuerda; y ‘La seducción del caos’ (1990), de Basilio Martín Patino.

Fue su último trabajo como actriz. Cuando empezó, confesaba en una entrevista a ABC, «Me he sentido muy gobernada, demasiado dirigida. También lo que ocurre es que yo paso por muchas fases, siempre estoy buscando cosas nuevas; mi interés obsesivo me hace cansarme de ellas enseguida. Lo que me ilusiona mucho luego es más fácil que me decepcione».

Ya en 1986, en plena ola de popularida­d, celebró su primera exposición en la galería Juan Gris de Madrid. «Rosalía Dans llena sus cuadros de poesía iluminada», se escribió de su pintura. La enfermedad le impidió viajar desde Madrid, donde vivía, a Curtis, en La Coruña –con el que seguía vinculada– para la inauguraci­ón de la casa-museo dedicada a su madre.

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