ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Telefónica, RTVE, CNE, Redeia... luz verde al ‘panchivillismo’ empresarial
Lo de RTVE y lo de Telefónica estos días es la foto perfecta del ‘coge el dinero y corre’ antes de que se acabe la legislatura. Lo de la televisión pública es la imagen viva de cómo empiezan liquidando al adversario y se terminan liquidando entre ellos; c
POR separado, cuanto está ocurriendo en España en torno a las instituciones del Estado y las compañías estratégicas es grave, pero si se analiza de manera conjunta, si se ve con perspectiva, entonces es demoledor. Es la imagen viva de un asalto a plena luz del día, colándose en compañías privadas y derritiendo las últimas resistencias mediáticas para manipular las informaciones que se suministran a la ciudadanía. Porque lo ocurrido esta semana en torno a RTVE y la actuación de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) comprando el 3,04% de Telefónica –con la ministra María Jesús Montero advirtiendo de que nadie olvide que tiene el mandato de copar hasta el 10%, y así se hará– es la foto perfecta del ‘coge el dinero y corre’ antes de que se acabe la legislatura.
Lo de la televisión pública española es el ejemplo claro de cómo se juega en el seno de este Gobierno: empiezan liquidando al adversario y se terminan liquidando entre ellos. Meten a uno de los suyos –una, de nombre Concepción Cascajosa, y de apellido ‘militante socialista’– y a correr. Todo puritito ‘panchivillismo’ empresarial. Que, ya ven, elevado a la máxima potencia es el Estado entrando a la carrera en empresas privadas para situar a los suyos y dar aviso a navegantes en el tejido corporativo. ¿O creen que la cosa se quedará en volver a desembarcar solo en la operadora?
Y es que las trolas son el nuevo pan de este Gobierno. Del circo ya se va a ocupar desde ahora Broncano. Suerte que en su nuevo destino sí vamos a poder saber cuántos seguidores se tragan sus chistes sanchistas y no como ahora, donde podemos presumir –y equivocarnos– de que sus gracias se reparten entre uno y ningún espectador.
De momento, a más, el Estado, bajo la batuta del Gobierno Sánchez, vuelve a Telefónica. Denle una pensada. ¿Cómo se sentirían ustedes si fueran un alto ejecutivo de una empresa cotizada que trata de llevar a cabo un plan estratégico, pensando en mejorar su negocio y la rentabilidad de la acción, que se lo debe a sus empleados y accionistas, y de repente se encuentra con que el Gobierno de turno decide intervenir y entrar en la empresa? Y lo que es peor, anunciado el porcentaje con el que finalmente se hará, ¿cómo se sentirían con el desembarco de consejeros –en principio en este caso, hasta dos, visto lo visto con el porcentaje que tienen Caixa y BBVA, en el entorno del 5%– que, con mucha seguridad, serán ajenos al negocio, e incluso serán políticos o expolíticos? (uy, pues lo mismo a algún tercero en discordia de la órbita socialista ya con sillón se le acaba el chollo, y «adiós y gracias por sus servicios prestados»). El caso es que la SEPI tiene ya un 3,04% –aunque podría tener controlado otro 2% a través de instrumentos financieros aún no declarados al supervisor–, lo que no es suficiente aún para tener un consejero, pero sí podría servir para forzar al consejo de administración a convocar en un plazo de dos meses una junta de accionistas en la que se proponga la entrada del consejero que el Gobierno desee. Veremos, capaces son.
La única esperanza contra el asalto público es la capacidad de la cúpula directiva de Telefónica de imponer la profesionalidad frente a la discrecionalidad política, de resistir a los objetivos del Gobierno que no sean acordes a la racionalidad empresarial y de defender los derechos de los accionistas privados frente a un Ejecutivo voraz. Es la responsabilidad de su presidente y la del consejo de administración de Telefónica, si la SEPI finalmente llega a adquirir el 10% del mismo como tiene por mandato y reclama sus asientos. Si Álvarez-Pallete y su equipo directivo no logran convencer a los mercados de que su gestión no está condicionada-limitada por las presiones gubernamentales, el valor de la compañía sufrirá un duro quebranto estructural. Porque ¿están seguros de que grandes fondos como BlackRock o Vanguard van a seguir sentados junto a un comisario político del Gobierno? Lo que parece estar claro es que Asaltos Sánchez S.L. ha decidido morder en el músculo corporativo español, ¡prepárense señores del Ibex, coser, cantar y asaltar, todo es empezar! Por cierto, atentos señores de Talgo, por si acaso...
Para más inri, esta misma semana, como ha destapado ABC, la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, la del ‘ecopostureo’, mientras disimula con un ‘es-tupido’ velo alimentando la guerra Repsol-Iberdrola, tira de un descarado nepotismo, y ultima sus planes del ‘quítate tú que ya pongo yo’ en las sillas más golosas del sector. Si ella da finalmente el salto a Europa, que herede si eso su marido la cartera, que conocimientos energéticos tiene un rato desde luego, y si no, pues como ‘se’ ha creado para sí la nueva Comisión Nacional de la Energía (CNE), entre sus siete asientos alguno servirá, para él o para otros de los suyos... aunque también seguro que pueden hacer hueco en Redeia o Enagás, y por qué no en Repsol, Endesa, Naturgy... ya puestos...
En definitiva, nada mejor que
La Resistencia pagada con el dinero de todos para reírle las gracias al del ‘Manual de resistencia’. ¡Qué país!
fue porque el cura argentino que me acompañaba les dijo: «Este casi sale elegido papa». Aunque eso es mentira.
—Pues yo también pensaba que usted estuvo a punto de resultar elegido en ese cónclave.
—En ese cónclave –el dato es conocido–, a mí me usaron. Antes de continuar, te digo una cosa. Los cardenales juran no revelar lo que sucede en el cónclave, pero los papas tienen licencia para contarlo.
—Entendido. Gracias por la aclaración.
—Sucedió que yo llegué a tener cuarenta de los ciento quince votos en la Capilla Sixtina. Eran suficientes para frenar la candidatura del cardenal Joseph Ratzinger, porque, si me hubieran seguido
votando, él no habría podido alcanzar los dos tercios necesarios para ser elegido Papa.
—¿No habrían podido elegirlo a usted?
—Esa no era la idea de quienes estaban detrás de los votos. La maniobra consistía en poner mi nombre, bloquear la elección de Ratzinger y después negociar un tercer candidato diferente. Me contaron, más tarde, que no querían a un papa «extranjero».
—La maniobra era una carambola.
—Fue una maniobra en toda regla. La idea era bloquear la elección del cardenal Joseph Ratzinger. Me usaban a mí, pero detrás ya estaban pensando en proponer a otro cardenal. Todavía no estaban de acuerdo sobre quién, pero ya estaban a punto de lanzar un nombre.