ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
«Siempre hay una forma de reconducir una adolescencia complicada» Lola Álvarez
La psicopedagoga explica cómo afrontar los problemas de salud mental
La psicoterapeuta Lola Álvarez cree que entender qué pasa por la cabeza de los hijos es la clave para empatizar y poder ayudarlos a superar los momentos difíciles, muy presentes en la adolescencia. «Entrando en su mundo, acercándote, un padre tienen muchas más posibilidades de poder intervenir de una manera positiva». Ahora, tras treinta años en la profesión, la mitad de ellos en el Reino Unido, acaba de publicar su libro ‘¿Qué me he perdido?’, enfocado a aquellos progenitores que después de hacerlo lo mejor posible, se enfrentan a desafíos en casa que no saben cómo abordar.
—Usted tiene la visión de los dos países, ¿son parecidos los problemas familiares?
— Hay algunas variaciones pero es verdad que, respecto a la salud mental en la adolescencia, todo es global. Los menores están tan interconectados, que podemos hablar de problemas occidentales, que vienen derivados de la tecnología que compartimos todos. La diferencia es que allí tienen una estructura de servicios públicos de salud mental dirigida al público infanto juvenil que sería interesante tener en España. Pueden solicitar ayuda los padres o directamente los adolescentes. Aquí, en nuestro país, la vía no es tan clara ni tan directa. Es vedad que hay muchas iniciativas privadas, pero las terapias no son baratas y para mucha gente suponen un desembolso difícil. Además los procesos son largos y se elaboran poco a poco y con tiempo, no hay una cura mágica. La salud mental es algo lo suficientemente serio como para que se le dedique un presupuesto, un equipo y una estrucutura similiar a la que se dedican a otras enfermedades.
—Su libro está escrito para los padres porque asegura que son una pieza fundamental en las terapias de los adolescentes.
—El trabajo con el adulto se debería hacer siempre porque es una manera muy efectiva de mejorar las cosas con el menor. Los padres están muy bien posicionados para apoyar a un hijo. En la Sanidad inglesa, para los casos complejos, el niño tiene un terapeuta y la familia otro para trabajar en paralelo y aprender a hacer las cosas de otra forma quizá más efectiva. Además, no se puede responsabilizar solo al niño de que lo cambie todo él.
—En su obra recoge también ciertas ‘ banderas rojas’ que pueden hacer ver a los padres que su hijo está pasando un mal momento. ¿Cuáles son?
—Los signos de alarma son los cambios de conducta en general. Que dejen de hacer cosas que hasta ese día habían hecho y disfrutado, que dejen de salir con amigos, que de golpe su círculo social se reduzca o cambie de forma drástica o que el rendimiento escolar baje o suspendan, que no duerman bien, que hayan perdido en general la ilusión por las cosas o que, al contrario, se preocupen en exceso por temas que no son tan preocupantes. El adolescente atraviesa una etapa de cambios en su desarrollo físico y cerebral, se mueve, digamos, en arenas movedizas y eso crea mucha inestabilidad. Puede ocurrir que alguna de esas inseguridades se conviertan de pronto en una montaña.
—La parte buena es que también señala que esta etapa vi
tal se puede convertir en una ‘ventana de oportunidad’. —La adolescencia es un periodo fluido y cambiante y, por complicada que parezca la situación, siempre hay una manera dialogada y accesible de reconducir la circunstancia más problemática. Pero para lograrlo, los padres tienen que estar siempre ahí, sea lo duro que sea lo que le ocurre a su hijo.
—¿Cómo pueden los adultos mejorar esa contención emocional?
—Siempre hay que buscar un modo efectivo de sacar al niño adelante, aguantar, aunque te entren ganas de abandonar, porque hay algunos menores que suelen ser muy provocadores. ¿Qué se puede hacer? En vez de interrogar, allanar un poco el terreno, intentar entablar una conversación, tratar de ver en conjunto cómo cambiar las cosas para que el menor tenga otro comportamiento. Más que una negociación, es un acercamiento. Pero no es una epifanía. No se arregla todo con una conversación. Pero sí hay veces que cuando los padres demuestran que ellos están dispuestos a ir a terapia el mensaje que dan es que realmente se están tomando en serio los problemas del hijo. Por contra, los enfrentamientos continuos son contraproducentes porque cada vez alejan más al adolescente. Es justo al contrario: la estrategia debe pasar por acercar al menor, en lugar de alejarlo. Se trata de intentar entrar en su mundo y para eso hay que echarle cabos. Algunos los pillan. Por último, recordar que los adolescentes siempre quieren sentir que sus padres están al timón y no abandonan la autoridad, aunque no se lleven bien con ellos porque les da seguridad. Siempre hay esperanza. ¡Nunca hay que rendirse!
Los enfrentamientos continuos cada vez alejan más al menor. La estrategia debe pasar por el acercamiento